Crónica

Manual del mal ladrón

El atraco en una joyería de Terrassa no salió del todo bien. Y Víctor, con 80 detenciones a sus espaldas, lo sabe

Un ladrón intenta entrar por la ventana de una casa, forzándola.GETTY IMAGES

Teléfono en mano, Víctor finge que habla con su prometida. En la calle, hace un calor propio de un 3 de julio en Terrassa. El joyero ha sacado tres bandejas, repletas de anillos de compromiso, que Víctor estudia. Su socio le espera en el coche, aparcado delante. A sus 42 años, Víctor es un marrón 80, que es como se conoce en el argot policial haber sido detenido 80 veces. Un hombre experimentado que sabe que ha llegado su momento cuando suena el timbre de la puerta con apertura a distancia de la joyería. Mientras el joyero se despista palpando el pulsador para abrir a una mujer, Víctor ...

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Teléfono en mano, Víctor finge que habla con su prometida. En la calle, hace un calor propio de un 3 de julio en Terrassa. El joyero ha sacado tres bandejas, repletas de anillos de compromiso, que Víctor estudia. Su socio le espera en el coche, aparcado delante. A sus 42 años, Víctor es un marrón 80, que es como se conoce en el argot policial haber sido detenido 80 veces. Un hombre experimentado que sabe que ha llegado su momento cuando suena el timbre de la puerta con apertura a distancia de la joyería. Mientras el joyero se despista palpando el pulsador para abrir a una mujer, Víctor arrambla con las bandejas y da varias zancadas. Corre un poco incómodo, con las joyas bajo el brazo y el teléfono en la mano, hasta franquear la entrada. Pero cuando está llegando al coche, el joyero le atrapa, forcejean, a Víctor se le cae el móvil, el joyero también cae…

Mohsin, el socio, sigue desde el coche, cómodamente sentado en el lugar del copiloto, los revolcones por el asfalto de su jefe. Está nervioso, con el gusanillo de huir de allí cuanto antes, pero él no es un marrón 80 como Víctor; él solo tiene 30 años y seis detenciones, así que le toca esperar, no decidir. Tampoco piensa en ganar tiempo y ponerse al volante, como hacen todos los atracadores en todas las películas del mundo y como recomendaría cualquier manual del buen ladrón. Confía en Víctor, que logra finalmente zafarse y subirse de un salto al coche.

Con las manos en el volante y las llaves en el contacto, clava gas a fondo. De Terrassa al cielo. Pero el motor del coche no le acompaña, tiembla y se para. Lo repite otra vez. Y otra. Y otra. Hasta que se da cuenta: se ha dejado la primera marcha puesta y el coche se le está calando. Tampoco piensa en que la ventanilla sigue bajada hasta que tiene encima de nuevo al joyero, agarrándole por el cuello. Al final, el coche arranca y sale disparado. Lo bueno es que se ha librado del joyero; lo malo, que le ha dado tiempo de quitarle una de la bandeja de anillos robadas.

Víctor conduce en línea recta con la adrenalina por los aires. Ha perdido parte del botín de 15.000 euros en joyas, pero todavía se puede considerar un buen golpe. Ahora sí, él y Mohsin van a celebrarlo. Hasta que nota un golpe y el motor parándose otra vez. No sabe cómo, pero ha chocado con otros dos vehículos aparcados. Descolocado, Mohsin echa mano a una de las bandejas, abre la puerta y echa a correr. Víctor endereza el volante, se recompone ante la huida de su aprendiz, logra encender el coche y escapa. Lo malo es que del golpe se le ha arrancado la matrícula delantera, que ha quedado tirada en la calle; lo bueno, que no se ha dado ni cuenta.

El tiempo generoso que han tardado Víctor y su socio en escapar ha permitido al joyero recuperarse de los revolcones, avisar a la policía y recoger del suelo el móvil que Víctor ha perdido en la contienda. Lo tiene en las manos, con los mossos al lado, cuando aparece en la pantalla una llamada entrante. Se lee ‘Mohsin’, que será novato, con solo seis detenciones, pero que sabe que el código del ladrón castiga dejar a los socios tirados.

El joven aprendiz está nervioso. Víctor, un marrón 80, el experimentado de la pareja, no contesta y él no sabe qué hacer con todas esas joyas. Decide buscar un lugar discreto, recogido, donde poder guardárselas sin llamar la atención. Elige un cajero en la ruta de huida, sin pensar en que todos los cajeros tienen cámaras y en que la policía reconstruirá sus pasos. Cosas de ser un marrón seis. Las imágenes le graban con nitidez llenándose los bolsillos de anillos.

Víctor ha seguido su camino a Badalona. No está para líos ni quebraderos de cabeza, así que deja el coche en el primer sitio que encuentra. A pesar de ser un marrón 80, tampoco piensa en que un coche mal aparcado es un cartel luminoso para la Guardia Urbana, que topa con él casi sin querer. Como además está sin matricula delantera y abollado, se toman la molestia de comprobar la base de datos y descubren que es un coche robado relacionado con un atraco anterior. Con las prisas, Víctor, súper marrón 80, tampoco revisa el vehículo antes de dejarlo tirado, y no ve que el inexperto Mohsin se ha dejado la cartera con toda su documentación en el asiento del copiloto.

Han pasado ya dos semanas del atraco a la joyería de Terrassa. El golpe no salió bien y Víctor lo sabe, pero por suerte sigue en la calle. Esta vez, se dice, será diferente. Se busca otro socio, Héctor, con un expediente policial impoluto, y alquila un coche, en vez de robarlo, con documentación falsa. El día elegido es el 17 de julio, y el lugar, una joyería de Martorell. Apenas Víctor cruza la puerta, agentes de atracos de los Mossos entran tras él y se le echan encima. Mohsin no corre mejor suerte, y le arrestan una semana después en su casa. Lo malo es que han escalado a marrón 81 y marrón 7; lo peor, que la juez ha ordenado su ingreso en prisión.


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