Mireia C. Saladrigues propone otras formas de ver exposiciones

La artista plasma en una serie de obras su investigación sobre las potencialidades de las visitas virtuales

Una de las actrices durante un ensayo de 'Gestos Proféticos'.Phillip Maisel

“Una exposición ya no es solo algo físico, sus prolongaciones e iniciativas digitales la diseminan y hacen visitable casi en cualquier momento y lugar. Esto se viene investigando desde hace una década, pero con el impacto de la pandemia se ha intensificado y convertido en algo imprescindible”. Lo afirma Mireia C. Saladrigues, que estudia desde hace años los límites del formato expositivo tradicional y los comportamientos no convencionales en espacios artísticos, experimentando con tecnología digital...

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“Una exposición ya no es solo algo físico, sus prolongaciones e iniciativas digitales la diseminan y hacen visitable casi en cualquier momento y lugar. Esto se viene investigando desde hace una década, pero con el impacto de la pandemia se ha intensificado y convertido en algo imprescindible”. Lo afirma Mireia C. Saladrigues, que estudia desde hace años los límites del formato expositivo tradicional y los comportamientos no convencionales en espacios artísticos, experimentando con tecnología digital, robótica e inteligencia artificial.

Sin embargo lo que hasta hace poco pertenecía al ámbito de la especulación artística e intelectual, con el coronavirus se ha convertido en una problemática acuciante. En las Nits de CaixaForum, Saladrigues estrenó Gestos Protéticos, una obra que propone una nueva forma de moverse en una exposición a través de la performance de tres bailarines armados de cámaras que ofrecen vistas inesperadas de la muestra Dónde estamos. Dónde podríamos estar, que en principio se puede visitar hasta el 1 de noviembre en CaixaForum. Que nadie espere una visita didáctica al uso, Gestos protéticos es una obra autónoma que interactúa con la exposición comisariada por Diana Guijarro.

La génesis de la pieza, disponible en el Agora Virtual de CaixaForum, es extraña como todo lo que está pasando desde marzo, pero resulta muy representativa de la importancia cada vez mayor que va cobrando la virtualidad, para el disfrute del arte y la cultura. “Tenía que ser una actividad presencial, en el marco del programa paralelo Esto no es una visita, diseñado por María Canuda, pero la pandemia obligó a cancelarlo. Así con Canuda decidimos dar la vuelta a mi proyecto Una representación inespecífica, que consiste en una performance basada en la recuperación de la memoria de los movimientos de los visitantes en un museo”, explica Saladrigues, que plasmó la nueva propuesta contrarreloj.

“Ya vivimos una vida protética, visitamos exposiciones, las documentamos con nuestros móviles y las compartimos a través de las redes sociales, todo en tiempo real. En este caso los bailarines Olga Álvarez, Pere Faura y Clara Tena, se mueven con unas cámaras pegadas a sus cuerpos, de modo que sus grabaciones son una prolongación de sus movimientos y permiten ver nuevos e inesperados detalles de las obras”, continúa la artista, que lleva ya tres años participando en una exposición de realidad virtual, la de este año es Invisible forces, en el futuro edificio de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Helsinki, donde está haciendo el doctorado.

Fue con esta universidad que en 2017, en el Research Pavillon de la Bienal de Venecia presentó Virtual Tour, una visita virtual realizada a través de la mirada del robot que utiliza Google para poner online museos y muestras de arte, replicado por la artista. El robot, que se encuentra en Barcelona listo para nuevas visitas, invita a la reflexión sobre el sentido de reproducir en el espacio virtual no sólo las obras, sino también las convenciones y reglas tácitas del mundo físico, como la distancia. La obra explora una muestra a través de diversas estrategias: una descripción textual, una visita virtual tradicional a 360º y una versión “gamificada”, según el término acuñado por Saladrigues, que ha transformado la muestra en un videojuego donde además de visitar la exposición, es posible cambiar el color de las paredes, romper a martillazos las piezas que no gustan, ojear un libro o incluso robarlo. “En 2017 era un tema totalmente experimental que lindaba con el terreno de la fantasía, ahora forma parte de la realidad y esta situación sanitaria, que parece destinada a prolongarse, nos impulsa a explorar todas sus potencialidades”, concluye la artista.

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