Jordi Savall muestra el alma común de las músicas de Oriente y Occidente
El célebre violagambista y Hespèrion XXI triunfaron en el Festival de Torroella de Montgrí
Músicas de Oriente y Occidente, de rica tradición, con sorprendentes lazos de unión que el violagambista catalán Jordi Savall reveló en la noche del sábado al público del Festival de Torroella de Montgrí (Alt Empordà) en un diálogo instrumental con otros tres excepcionales intérpretes, el griego Dimitri Psonis, maestro del santur, el flautista libanés Mostem Rahal, virtuoso del ney, y el percusionista valenciano Pedro Estevan. Agotó las localidades la propuesta de Savall y el conjunto Hespèrion XXI en el Espai Ter de la loca...
Músicas de Oriente y Occidente, de rica tradición, con sorprendentes lazos de unión que el violagambista catalán Jordi Savall reveló en la noche del sábado al público del Festival de Torroella de Montgrí (Alt Empordà) en un diálogo instrumental con otros tres excepcionales intérpretes, el griego Dimitri Psonis, maestro del santur, el flautista libanés Mostem Rahal, virtuoso del ney, y el percusionista valenciano Pedro Estevan. Agotó las localidades la propuesta de Savall y el conjunto Hespèrion XXI en el Espai Ter de la localidad ampurdanesa, con su aforo reducido a 237 butacas y las ya habituales medidas de seguridad frente a la covid-19.
Fantasía, virtuosismo, inspiración. De todo ello hubo generosas muestras en el primer concierto en espacio cerrado, y transmitido por streaming, de la 40ª edición del Festival de Torroella de Montgrí. Como preludio a la cita de Savall, el festival abrió su edición con un concierto solidario —un programa Beethoven a cargo de la Orquestra Simfònica del Vallès y Xavier Puig— celebrado el 2 de agosto en la plaza de la Vila, a beneficio de diversas entidades locales y como homenaje a los sanitarios y agentes cívicos en lucha contínua contra el coronavirus.
También Savall les rindió homenaje en un concierto que tuvo efectos balsámicos, con una espiritualidad y una serenidad hoy más valiosas que nunca frente al estrés, la incertidumbre y el pesar por las víctimas de la pandemia. El programa, bajo el título Orient-Occident. Diàleg de les Ànimes, trazaba un imaginario viaje musical en busca de los puntos de encuentro entre las músicas instrumentales de la antigua Hispania cristiana, judía y musulmana, de la Italia medieval, Marruecos, Afganistán, Persia, Armenia y el antiguo imperio otomano. Son músicas tradicionales que Savall ama, frecuenta y graba desde hace muchos años, en las que se siente cómodo y libre.
Tiene algo de ritual ver a Savall afinando los instrumentos (rabec, rebab, viola de gamba soprano) más adecuados para recrear la identidad de cada pieza. Empezó tocando el rabec en una pieza de la tradición bereber de Castelló que estableció la atmósfera de una velada que alternó piezas de gran belleza y espiritualidad con danzas de gracia sutil, ligera, a veces hipnótica.
La improvisación es un arte que Savall cultiva con placer. Lo hizo, una vez más, en Torroella, difrutando de la complicidad y el virtuosismo de sus tres compañeros de viaje: la transparencia y variedad de acentos de Dimitri Psonis (santur, oud y morisca), los poéticos colores y el portentoso fiato del flautista Mostem Rahal (ney) y el toque siempre sutil e imaginativo del percusionista Pedro Estevan.
Improvisaciones sobre canciones afganas y armenias, danzas de origen griego y turco, canciones sefardíes de Sarajevo o de Jerusalem cuyas raíces comunes invitan al diálogo, sonaron con naturalidad y frescura en un concierto intenso, sin pausa, que duró hora y media. Una propuesta intercultural que bañó el auditorio ampurdanés con músicas antiguas de singular encanto con el Mediterráneo como nexo de unión.
Savall aseguró momentos mágicos, como el Lamento di Tristano —el propio Savall explicó que se trata del primer lamento de la historia de la música— y las piezas del legado de Alfonso X el Sabio, o del cancionero Le Manuscrit du Roy, que nos transportó al París del siglo XIII. “Tenemos muchas más cosas en común de lo que creemos”, dijo Savall al presentar una de las tres propinas de la noche, la intensa y espiritual melodía que inicia el Canto de la Sibila, presente en las culturas cristiana, sefardí y munsulmana: tan lejos y, sin embargo, tan próximas. “Hay muchas versiones y cada país cree que la suya es la auténtica, y así nos va, pero la música siempre es la misma”.
El festival ofrecerá otros tres conciertos: un monográfico Vivaldi a cargo de la violinista francesa Amandine Beyer y el conjunto Gli Incogniti (15 de agosto); un monográfico Beethoven protagonizado por el septeto Locum Congregatio, liderado por el violinista catalán Josep Colomé (18) y un recital del pianista catalán Josep Colom (20) con las románticas Sonatas en si menor de Chopin y Liszt.