“No podemos dejar caer el Tibidabo”
Centenares de barceloneses reconquistan el parque de atracciones y olvidan por unas horas la crisis sanitaria
En sus 119 años de historia, que el promotor del parque de atracciones del Tibidabo, Salvador Andreu, fuera farmacéutico, nunca había cobrado un sentido tan simbólico. Como una enorme farmacia instalada a cielo abierto, este agosto generaciones de barceloneses vuelven a ocupar el parque en la búsqueda de una receta: altas dosis de adrenalina que ayuden a olvidar, al menos por unas horas, los estragos de la pandemia.
Carles Navarro, 51 años, padre, tío y hermano, es socio del parque temático y ayer volvi...
En sus 119 años de historia, que el promotor del parque de atracciones del Tibidabo, Salvador Andreu, fuera farmacéutico, nunca había cobrado un sentido tan simbólico. Como una enorme farmacia instalada a cielo abierto, este agosto generaciones de barceloneses vuelven a ocupar el parque en la búsqueda de una receta: altas dosis de adrenalina que ayuden a olvidar, al menos por unas horas, los estragos de la pandemia.
Carles Navarro, 51 años, padre, tío y hermano, es socio del parque temático y ayer volvió a pisarlo por primera vez desde que el pasado 14 de marzo se declarara el estado de alarma. “Hemos venido todo el pack familiar, ocho personas”, explica mientras su hijo sube y baja de la Granota con una sonrisa escondida tras la mascarilla.
La imagen de tres generaciones de la misma familia bajo la sombra del mítico avión rojo hace aflorar los recuerdos. “Volver aquí con mi hijo, como yo hacía de pequeño… supone una inyección de moral. Una lucha más para conquistar nuestro día a día. No podemos dejar caer al Tibidabo. Y para que no caiga hay que volver a él”, dice este vecino de San Cugat del Vallés con la capital a sus pies. La mayoría de los visitantes consultados que ayer visitaron el parque eran de Barcelona y su área metropolitana.
Navarro y su familia forman parte de los cerca de 1.600 visitantes que de media visitan el parque a diario desde que el pasado 2 de agosto reabriera sus puertas. El aforo se ha reducido a una tercera parte y el 30 % de las atracciones han quedado clausuradas por no poder garantizar la seguridad. La media de visitas diarias en 2019 durante estas fechas era de 4.700.
Como una fortaleza en el punto más alto de Barcelona, a lo largo de su historia ni la guerra española (cerró durante la contienda pero reabrió en 1940), ni las crisis económicas, ni el turismo masivo han conseguido alejar a los barceloneses del parque temático más antiguo de España. El coronavirus, de momento, tampoco lo consigue: “A pesar de que yo lo recordaba con más encanto, el Tibidabo sigue siendo de los barceloneses. Es algo cultural que pasa de generación en generación”, añade Navarro, quien considera que volver a pisarlo supone un paso importante de la ciudad en su camino a la “nueva normalidad”.
Hace una hora que las campanas del Templo Sagrado Corazón de Jesús han repicado 12 veces marcando la hora exacta de apertura. Retirado el cordón rojo aterciopelado de la entrada, el goteo de familias que acceden (todos con mascarillas, salvo los menores de 6 años) va en aumento a medida que se acerca la hora de comer. “Tengo la sensación de que si se permitiera un aforo mayor, también llenaríamos”, explica David González, jefe de área del parque. Para evitar aglomeraciones en las taquillas, las entradas solo pueden adquirirse por la web y, según González, hay días que se agotan.
Silvia Gómez es sanitaria en el ambulatorio de Argentona (Maresme). “No lo negaré: yo lo he vivido todo de cerca y vengo con respeto. Pero me han convencido las medidas de seguridad anunciadas en la web. Poco a poco, tenemos que volver a la normalidad. Tanto para mis hijos como para mí venir hoy aquí supone un respiro”, añade.
La mina d’or y el tibidabo exprés son las atracciones más demandadas. Padres e hijos forman cola con los pies sobre las pegatinas azules que marcan la distancia de seguridad. Antes de acceder a la atracción hay que ponerse gel hidroalcohólico sin excepciones. Los motores de las máquinas se encienden a pesar de que todavía quedan asientos libres: tiene que haber espacio para mantener las distancias.
“Quien diga que no lo ha pasado mal, miente”, incide Raquel Sánchez mientras su hija Alba de 6 años se balancea en los columpios eléctricos. “Yo lo he pasado con mucha ansiedad. Mis padres tienen patologías. Tengo gente cercana que ha estado en la UCI… Estar hoy aquí, aunque sea con mascarilla y algo de miedo, es una maravilla. Algo impensable hace unos meses. Habrá otros parques, pero el Tibidabo es el Tibidabo. Y volver a pisarlo te remueve”.