Cara a cara con una BH Fitness

La elíptica, de nombre Ambition, tiene una segunda vida, la que le damos un grandullón de 22 años y la que escribe

Barcelona -
La máquina elíptica para hacer ejercicio tiene nada más y nada menos que 18 programas.Tasio Cia

No le hacía mucho caso. Prefería caminar. Ir a paso ligero —lo de correr me lo desaconsejaron— hacia el Park Güell o a las baterías del Turó de la Rovira. Entre 45 minutos de marcha rapidita, ir y volver. Solía ir a primera hora de la mañana, para asegurar que el paseo fuera agradable y evitar la horda de turistas. Así que la BH Fitness, de nombre Ambition, estaba cubierta con una sábana en un rincón del altillo, más bien muerta de asco. La elíptica fue un regalo endiablado que se me ocurrió hacerle a mi pareja y colega. Creo que me perdonó.

Después de tiempo en desuso, ahora resulta qu...

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No le hacía mucho caso. Prefería caminar. Ir a paso ligero —lo de correr me lo desaconsejaron— hacia el Park Güell o a las baterías del Turó de la Rovira. Entre 45 minutos de marcha rapidita, ir y volver. Solía ir a primera hora de la mañana, para asegurar que el paseo fuera agradable y evitar la horda de turistas. Así que la BH Fitness, de nombre Ambition, estaba cubierta con una sábana en un rincón del altillo, más bien muerta de asco. La elíptica fue un regalo endiablado que se me ocurrió hacerle a mi pareja y colega. Creo que me perdonó.

Después de tiempo en desuso, ahora resulta que está teniendo una segunda vida, la que le damos un grandullón de 22 años y la que escribe. Me enfrento a ella, tras limpiarla a conciencia y ponerle un poco de aceite en las juntas para evitar el molesto “ñic, ñic”, con la radio de fondo y el monotema de este virus que nos ha encerrado a todos en casa. Hay varias potencias (¡16!), rutinas, sensor de cardio, contador de calorías, de speed….

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Bueno, empezamos por la base: nivel 1. Casi es como caminar o como deslizarse sobre un escalón de ida y vuelta. Me aburro, así que cambio a otra en la que subes y bajas pequeñas colinas, más entretenida. Luego, pruebo a subir un fuerte repechón que baja en picado. Al final opto por un ritmo estable y voy subiendo la resistencia. A partir del 3, la cosa se nota. Más todavía por encima del 6… y desisto ir más allá del 8.

Si me canso muy deprisa lo dejaré, pienso, así que vuelvo al nivel 3 y hago 30 minutos desiguales, a medida que las noticias que escupe la radio son más deprimentes le doy más marcha. Ahora me hubiera ido mejor un saco de boxeo. La máquina me dice que en media hora he quemado casi 400 calorías. ¿Será verdad?

Después del “paseo” toca una rutina de ejercicios de mantenimiento en colchoneta y unas mancuernas que también he rescatado previa limpieza a fondo. Y a estirar. Muy importante estirar, siempre insisten los que saben.

Un entrenamiento de tantos que se pueden seguir on line en las decenas de app que han hecho muchos gimnasios de Barcelona cerrados por la epidemia en un intento de que las personas que hacían ejercicio físico tengan un sucedáneo. La capital catalana está repleta de negocios y entidades que giran en torno al deporte y al empeño de mantenerse en forma.

A saber: hay 138 centros deportivos / gimnasios públicos, 423 entre los privados y comerciales, 27 grandes instalaciones de entidades y clubes... Hay ofertas para todo con fórmulas cada vez más nuevas que han introducido algunas grandes cadenas y los low cost. Por no hablar de las decenas de centros de yoga que se dispersan por prácticamente todos los barrios de Barcelona. Incluso el Ayuntamiento manda una nota de prensa informando de una nueva campaña de promoción del deporte confinado: “BCN es mou dins de casa”, es el lema.

Luego están los coach particulares, otra opción al alza en una ciudad deportista donde las haya. Yo, confieso, he sucumbido a todas las variables. Soy socia de un club barcelonés de la Barceloneta con una piscina de agua salada exterior que es un lujo. Y al que, lamentablemente, voy contadas veces al mes en invierno, mucho más en verano. También me apunté a un centro de yoga en el barrio al que he ido con una más que dudosa constancia. Casi se podría decir que le soy más fiel confinada, en su canal de Youtube, que en su local, a diez minutos de mi casa.

Por último, un buen amigo que es coach y fisioterapeuta, que me libera las cervicales cuando ya son un amasijo de cemento con ese perturbador “crack, crack”, me prescribió una pauta de entrenamiento. Neal Shanahan, que así se llama mi amigo / coach, me aconseja que ahora, confinada, no sea (más) vaga y que siga haciendo los ejercicios: “Ahora no tienes excusa, que te falta tiempo, que te han convocado a una rueda de prensa y se te ha ido al traste la mañana…”. Se sabe todas mis excusas. Me cuenta que estos días, por la mañana, hace algo parecido a una ronda de consejos con sus clientes a los que les ha adaptado el entrenamiento a lo que puedan hacer en casa. No está tan seguro de que le hagan mucho caso y me pregunta a mí.

Casi que preferiría no contestarle, como diría Bartleby, el escribiente.

LA GENTE

Lugar de cuarentena: Una casa en Gràcia.

Número de personas: Dos, una adulta y un joven.

Carencias del confinamiento: Salir a la calle sin pensar.

Libro y serie: El cónsul honorario, de Graham Greene, y La madre de Frankestein, de Almudena Grandes. Series: Broadchucrh (Netflix) y The new pope (HBO).

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