Las nuevas viejas canciones de Vetusta Morla
El grupo madrileño hizo gala en el Fòrum de un espectáculo teatralizado y estético para mostrar la nueva lectura de su repertorio
¿Un disco con las mismas canciones que el anterior aunque instrumentadas de otra manera? ¿Una gira que, como dijo el líder del grupo, pretendía poner en primera línea la escucha, algo según él en retroceso? ¿Un teatro como espacio sacralizado que por sus características tiene mayor prosopopeya que otro recinto para ofrecer música en directo? ¿La butaca como garantía/cepo de concentración del espectador, atrapado en su comodidad por si se le va el cuerpo? Sí, todo eso y más alimenta la gira que Vetusta Morla está comenzando por España para presentar Canciones dentro de canciones, disco a...
¿Un disco con las mismas canciones que el anterior aunque instrumentadas de otra manera? ¿Una gira que, como dijo el líder del grupo, pretendía poner en primera línea la escucha, algo según él en retroceso? ¿Un teatro como espacio sacralizado que por sus características tiene mayor prosopopeya que otro recinto para ofrecer música en directo? ¿La butaca como garantía/cepo de concentración del espectador, atrapado en su comodidad por si se le va el cuerpo? Sí, todo eso y más alimenta la gira que Vetusta Morla está comenzando por España para presentar Canciones dentro de canciones, disco aún no editado pero ya parcialmente conocido pues no hay temas nuevos sino nuevas aproximaciones a temas sabidos. Tres días con el Auditori del Fòrum de Barcelona lleno, hoy el último, y un espectáculo pensado con la ilusión de una criatura que en su aprendizaje descubre por vez primera la plasticidad del agua. Vetusta Morla perfeccionando la rueda.
El espectáculo, base de la gira y elemento tan diferencial como el mismo tratamiento de las canciones, fue muy estético. El escenario, segmentado en profundidad por cuatro cortinajes de largas tiras que, de lado a lado, creaban diferentes pasillos escénicos, se cerraba con otros cuatro cortinajes, estos perimetrales, que delimitaban el cubo escénico, muy en la línea del montaje de Davyd Byrne en American Utopia. Las luces, jugando mayoritariamente con uno o dos colores por canción, apoyadas en leds y láseres, remataban una escenografía impactante y cuidada en la que Pucho, un cantante de movimientos armónicos y flexibles que puede recordar plásticamente a Michael Stype, y dos actores ejecutaban coreografías tan funcionales —manipulación de linternas, barras de luces, máquinas de humo...— como tenuemente humorísticas. Coreografías que, en el fondo, fueron traicionadas por la pompa y gravedad con la que el mismo Pucho introdujo el espectáculo. Tal parece que la levedad y la insinuación están proscritas en Vetusta Morla.
Y las nuevas miradas sobre las viejas canciones sonaron en el contexto de 10 del nuevo disco aún no editado y 13 de fondo de armario, que rebajaron su hinchazón para acercarse a terrenos más acústicos que no limitaron el crecimiento de la intensidad, que al final es el gran recurso del grupo madrileño. Hasta llegar al estribillo, por lo general efectivo, los de Vetusta Morla desgranaron con lentitud, convencidos de que el mismo camino es casi la meta, un desarrollo instrumental guiado por la vehemencia de una voz que, con textos inextricables, siempre parece implorar.
Hasta ahí, la canción no parece fácil, no hay melodía nítida, solo un denso discurrir sin aparente fin que, por supuesto, implica una sobrecarga emocional que se libera con el estribillo, compuerta que suelta el agua embalsada. Era entonces cuando el público enloquecía, azotado por las luces y estimulado por un sonido ejemplar. No había nada menor, casi todo era gravedad, la vida pesa, duele y se antoja retóricamente desasosegante. Eso transmitió Vetusta Morla con su brillante espectáculo en el Fòrum: ser un grupo hijo de los noventa que hace de la intensidad su tesoro y de la densidad una máscara Noh que oculta el mismo rostro de la densidad.