Los sanitarios andaluces, en alerta por el repunte de agresiones: “Los pacientes han perdido la empatía”
En noviembre se han denunciado nueve agresiones, cinco en 48 horas. Los sindicatos alegan que el deterioro de la sanidad pública agrava la frustración de los usuarios por la necesidad inmediata de ser atendidos
“Soy Carlos, médico de familia de un pueblo sevillano, quien por primera vez ha temido por su salud porque otra persona ha decidido que merezco ser golpeado […] El personal médico tenemos que soportar a diario desplantes, malas caras, cuestionamiento de nuestras aptitudes, capacidades y conocimientos. Déjame contarte algo: soy una persona con sentimientos, dudas, miedos e incertidumbres, al igual que vosotros”. Este es un extracto de la carta abierta que la semana pasada remitió a los usuarios del Servicio Andaluz de Salud Carlos Máiquez, apenas siete días después de estar a punto de ser agred...
“Soy Carlos, médico de familia de un pueblo sevillano, quien por primera vez ha temido por su salud porque otra persona ha decidido que merezco ser golpeado […] El personal médico tenemos que soportar a diario desplantes, malas caras, cuestionamiento de nuestras aptitudes, capacidades y conocimientos. Déjame contarte algo: soy una persona con sentimientos, dudas, miedos e incertidumbres, al igual que vosotros”. Este es un extracto de la carta abierta que la semana pasada remitió a los usuarios del Servicio Andaluz de Salud Carlos Máiquez, apenas siete días después de estar a punto de ser agredido por uno de sus pacientes en su centro de salud de Burguillos (Sevilla). Con ella, además de exorcizar el estupor por su mala experiencia, apela a “la empatía” de los ciudadanos. Es esa pérdida de la capacidad de identificarse con el personal sanitario que está detrás del mostrador o en una consulta la que, en la mayoría de los casos, subyace bajo el incremento de agresiones a los profesionales sanitarios en Andalucía, cuya tendencia al alza van a denunciar los sindicatos con una concentración a principios de diciembre.
El de Máiquez, que casi fue agredido en su consulta por un paciente que consideraba que debía haber sido atendido antes que otro que llevaba más tiempo que él aguardando en la sala de espera, es uno de los al menos nueve casos de ataques a trabajadores denunciados en noviembre en Andalucía, cinco de ellos en apenas 48 horas. “Las denuncias son solo la punta del iceberg, porque la mayoría de las agresiones, sobre todo las verbales, no se denuncian”, señala Antonio Macías, responsable del área de Salud de UGT-Andalucía. El Sindicato Médico Andaluz cifra en un 20% los ataques que realmente acaban aflorando.
“Esto cada vez va a peor”, resume Silvia Zafra, responsable de Sanidad de CSIF Sevilla. Los datos lo corroboran. De acuerdo con la estadística de agresiones del primer semestre de 2024, la última publicada por la Consejería de Salud, entre enero y junio se registraron 924 agresiones a sanitarios, un 7% más que el mismo período en 2023, que, con un total de 1.564 ataques, certificó un incremento del 11% respecto de 2022. Del casi millar de casos reportados este año, 205 fueron agresiones físicas y 719, verbales.
Desde el SAS no se esconde la preocupación por el incremento de las agresiones hacia su personal. “Andalucía fue la primera comunidad en tener un plan de agresiones en 2005 que se ha actualizado en 2020″, indica Nuria Queraltó, subdirectora de Prevención de Riesgos Laborales del SAS, que explica esa subida en “el aumento de la sensibilización” por parte de los profesionales que determina que “cada vez se denuncien más agresiones verbales que antes no se reportaban”.
Pero, ¿qué provoca la creciente agresividad de los pacientes? Fernando García, matrón jubilado del hospital de Écija (Sevilla) y que en 2023 fue brutalmente agredido en un supermercado por el padre de una familia a la que había atendido en su parto un año antes, lo tiene claro: “Se ha perdido la empatía, la falta de respeto por quien está velando por tu salud. Los pacientes se creen en cierto modo con derecho a increparnos, cuando no se les ocurriría hacer lo mismo cuando esperan en la oficina de Correos o en la de Hacienda”.
La cultura de la inmediatez
Para José Carlos Márquez, adjunto de Acción Sindical de Satse en Andalucía, las razones que explican esa falta de empatía son múltiples. “Los factores culturales, sociales y económicos importan y luego está la cultura de la inmediatez, el paciente quiere que se le atienda rápido y que se le dé la medicación o el tratamiento que cree que se le debe ofrecer”. Un enfermero —que prefiere no ser identificado para evitarse problemas en la localidad― a quien otro paciente le dio una patada en la sala de espera de su centro de salud de un municipio gaditano el pasado 11 de noviembre, después de haber interrumpido la cura que le estaba realizando a otro enfermo, corrobora esa teoría: “No hay educación sanitaria en la sociedad. Hay que respetar el criterio médico”, señala. Es la primera vez que ha sido agredido físicamente en sus 20 años de experiencia en la sanidad pública.
Esa cultura de la inmediatez se ve agravada, de acuerdo con los interlocutores sindicales consultados, por la falta de médicos en los centros de salud —donde, entre 2019 y 2023, se han aglutinado el 55% de los casos de agresiones, por el 45% que se producen en la atención hospitalaria, según los datos del SAS― y los problemas para conseguir cita con el médico de cabecera y las listas de espera cada vez más interminables para ser atendido por un especialista. Maíquez corrobora esa impresión. “El deterioro va a más y el paciente gestiona esa frustración con las herramientas que tiene y eso también nos condiciona a nosotros, porque las pruebas que solicitamos tardan mucho más y no podemos trabajar en las condiciones que queremos, el estándar mínimo de calidad también ha bajado”.
Desde el SAS, Queraltó no comparte ese diagnóstico: “El perfil de los agresores indica que no están más molestos por tener que esperar más de la cuenta, sino porque tienen necesidad de ser atendidos de manera inmediata y eso es muy difícil de poder contentar”. De acuerdo con los datos que se manejan, el 40% de las agresiones están relacionadas con demandas del usuario; un 33% por actividad sanitaria; un 24% por la atención que recibe y el resto están vinculadas con la salud mental de los pacientes.
El mismo día en que el enfermero de Cádiz fue agredido, una auxiliar administrativa del centro de salud de El Ronquillo (Sevilla) era agarrada por el cuello y empujada a la pared por un paciente. Sigue de baja desde entonces, como otro médico de otro centro de salud del barrio sevillano de Pino Montano, que recibió un puñetazo en la cara una semana antes. “El agresor solo ha sido condenado a cuatro meses de multa, pero no se le ha impuesto ninguna orden de alejamiento. Hay una sensación de desprotección”, advierte Zafra. “Alrededor del 90% de las personas agredidas sufren secuelas psicológicas, aunque no se trate de una agresión verbal”, añade el representante del Satse.
Prevención y sanciones
“Nosotros somos trabajadores vocacionales, pero vamos a trabajar, no a estar pendientes de que alguien se meta la mano en el bolsillo por si nos saca un cuchillo… Si estamos a la defensiva no estamos atentos a lo que nos cuenta el paciente y la percepción que se lleva es de una mala atención y eso agrava el caldo de cultivo”, indica García. Él, como el enfermero, reclaman sanciones ejemplares para los agresores. “Debe caer todo el peso de la ley y que cunda el boca a boca”, demanda este último.
Desde el SAS se recuerda que existen protocolos y que el médico agredido puede solicitar el cambio de centro o cambiar el cupo para no tener que pasar consulta a su agresor, o se puede imponer a este que acuda a otro centro de salud. “Pero solo podemos adoptar esta medida para evitar que ambos coincidan si hay sentencia firme, pero eso no impida que los familiares sí acudan a ese centro”, aduce Queraltó. “Hay que buscar el equilibrio entre el derecho a la salud y el de la protección del personal sanitario”, abunda.
Queraltó destaca las medidas de prevención que se han ido desarrollando y que están recogidas en un documento de buenas prácticas, como los botones de alarma individual, las cámaras de vigilancia, acomodar el mobiliario para facilitar la huida y dotar las consultas de salas alternativas, o el software antipánico que consiste en una combinación de teclas que el profesional debe pulsar en su ordenador y que activa una señal que le llega al vigilante de seguridad. Máiquez incide en que fue la salida trasera la que impidió que su paciente acabara golpeándolo, “pero en ese momento de pánico no hubiera sido capaz de recordar las teclas del ordenador y, además, es que no estaba ni cerca”. “Yo las conozco, pero en mi caso la agresión fue en la sala de espera y de una manera fortuita, no podía prever nada”, abunda el enfermero.
La responsable del SAS reconoce que hay que “mejorar la capacidad de respuesta de los profesionales”. “Tenemos que formar e informar, para que sean capaces de intuir y reconocer síntomas de agresión y saber cómo interactuar con el paciente para rebajar la atención”, sostiene. En esa línea van muchas de las demandas de los sindicatos, que también reclaman más medidas disuasorias como una mayor presencia de personal de seguridad “Debe aumentar el personal guía para que las personas agredidas se vean acompañadas desde el minuto cero y que se preste apoyo psicológico y jurídico”, señala Márquez, quien recuerda otras dos reivindicaciones del Satse, como la reunión del Observatorio de Agresiones a Profesionales del SAS o la tramitación de la Ley de Autoridad de Profesionales, que establecerá un régimen sancionador para los usuarios y “una mayor educación a la ciudadanía, desde la escuela, para recuperar la empatía y el respeto”.
En ello está Máiquez. “No tengo mayor sensación de miedo ahora. La gran mayoría de pacientes tiene un trato amable, pero los médicos, en el día a día, tenemos que hacer un ejercicio consciente por trasladarles que la culpa no es nuestra, que estamos de su lado y hacer un esfuerzo para que ellos se pongan también del nuestro”, explica, en la línea con su carta abierta: “¿Cómo me gustaría que me trataran a mí? Si nunca pierdes de vista esa perspectiva, quizás podamos construir entre todos una realidad más amable”.