Francisco Igea deja la política: de sostén de Mañueco a llanero solitario contra el presidente
El exvicepresidente de Castilla y León con Ciudadanos culmina una década política cerrada con reproches al PP
Francisco Igea ha vivido este miércoles su último pleno en Castilla y León, donde un día fue vicepresidente, otro fue cesado por teléfono y después se convirtió en un intento de justiciero solitario contra un Alfonso Fernández Mañueco (PP) que primero le dio la mano y luego se la soltó. Igea, médico especializado en digestivo, volverá a centrarse en la consulta tras una década marcada por el partido Ciudadanos (Cs), donde entró en 2015 y fue expulsado en 2023. También por ...
Francisco Igea ha vivido este miércoles su último pleno en Castilla y León, donde un día fue vicepresidente, otro fue cesado por teléfono y después se convirtió en un intento de justiciero solitario contra un Alfonso Fernández Mañueco (PP) que primero le dio la mano y luego se la soltó. Igea, médico especializado en digestivo, volverá a centrarse en la consulta tras una década marcada por el partido Ciudadanos (Cs), donde entró en 2015 y fue expulsado en 2023. También por un tren político al que Albert Rivera le impidió subir: el de descabalgar al PP de Castilla y León, al mando desde 1987, y pactar con el PSOE, que ganó en 2019. Rivera forzó el tándem con Mañueco, “matrimonio de conveniencia” según el nombrado vicepresidente que acabó en divorcio cuando el PP soltó a Cs para acabar con Vox. Los naranjas se esfumaron e Igea se dedicó, dentro y fuera del partido, a renegar de Mañueco, a quien no volverá a ver en las Cortes.
El ex alto cargo se despidió aludiendo a la película futurista Blade Runner y su “he visto cosas que no creeríais”, recitando un carrusel de experiencias políticas: desde el pucherazo contra él en los albores de Ciudadanos a las estrategias fallidas de Rivera, pasando por su gestión en la pandemia. “Les aseguro que creía en lo que hacía, siempre he creído. Les pido una cosa a los que se van a quedar y es que se pregunten también para qué y que si no encuentran una respuesta, que no les sonroje, hay todo un mundo ahí fuera”, aseguró en las Cortes. Mañueco no se despidió de él, algo que Igea no le afeó porque entre ambos no existe más relación que los latigazos parlamentarios: “No espero una respuesta porque hace tiempo que no la valoro. Ha demostrado quién es en esta comunidad, le conozco bien, no le deseo nada malo en lo personal, pero espero que Castilla y León salga de la resignación en la que alguno la dejamos”.
El procurador dejará de serlo en cuanto el presidente disuelva la Cámara y se cierre la duodécima legislatura de la historia de Castilla y León rumbo a las elecciones previstas en marzo, aún sin fecha exacta. El 11º mandato comenzó en 2022 con el PP aliado con Vox, la primera alianza de la derecha con la extrema derecha en una comunidad europea, marcada por las altisonancias del relevo de Igea como vicepresidente, Juan García-Gallardo y sus frecuentes polémicas verbales. Los reaccionarios trataron de imponer su agenda pero, pese a la buena relación entre los grupos, la orden del líder nacional, Santiago Abascal, provocó la ruptura en verano de 2024. Desde entonces Mañueco gobierna en solitario y ha vivido los embates de Igea, de escasa significación parlamentaria ante su condición de procurador no adscrito y condenado al menos visible Grupo Mixto.
Esta etapa llegó después de un momento clave para Castilla y León, pues las elecciones de 2019 dieron la victoria al PSOE de Luis Tudanca, por primera vez desde 1983, pero necesitado de socios. Todo apuntaba al respaldo de Igea, quien en público y en privado coqueteaba con los socialistas, hasta que Albert Rivera ordenó perpetuar al PP, al mando desde 1987. Mañueco resucitó con esa orden y formó entente con Ciudadanos, con Igea como portavoz también durante el coronavirus: el exvicepresidente llegó a decirse “más mañuequista que Mañueco” y defendió sus actuaciones hasta la puñalada del 20 de diciembre de 2021: el presidente le informó por teléfono de que cortaba amarras y que el 13 de febrero habría elecciones, para indignación de su hasta entonces compañero de Consejos de Gobierno.
Igea explica a EL PAÍS que podría haber roto con Ciudadanos y desacatar la orden de Rivera y que asume el peaje reputacional y parlamentario de haber sostenido al PP: “Fue un error dramático, me opuse con todas mis fuerzas pero no me fui del partido y asumo mi parte de responsabilidad. Pensé que era mejor eso que romper el partido, quise hacer lo posible, pero estoy convencido de que no hicimos lo correcto. Elegir entre lo correcto y lo posible es complejo”. “Acepto la mochila, sé lo que hice y lo que significó para mucha gente”, añade.
Igea cambió el tono. Desde entonces trufó sus intervenciones sobre Mañueco con apelativos como “lamentable”, “mediocre” o “cínico” en extensión al resto de la Junta de Castilla y León y del PP, como exclamó este verano después de los graves incendios: “Usted tiene un gobierno de incompetentes y un partido de sinvergüenzas”. El sanitario, desahogado en su último baile como independiente, celebra ese periodo: “Poca gente tiene ocasión de hacer política sin partido, lo recomiendo, da libertad. En España los representantes somos meros autómatas y eso debe cambiar, hay que acabar con la disciplina de partido para que los políticos defiendan a sus votantes. Si no, acabaremos en manos de nacionalistas o provincialistas”.