Ir al contenido

Denunciar o callar para no hacer daño al PSOE: todos los miedos de una edil de Torremolinos

El caso de acoso en el partido llevado hasta la Fiscalía por una edil del municipio malagueño es el ejemplo más claro de cómo los mecanismos antiacoso del partido fallaron

Cuando a las puertas de la sede del Partido Socialista en Madrid estallaba el escándalo de denuncias de acoso contra Paco Salazar, con media militancia todavía caliente por el bochorno de los audios de Ábalos y Koldo al referirse a unas mujeres, una concejala que estaba a más de 500 kilómetros al sur de ahí comenzó a sentirse un poco menos sola. Era a principios de julio. El presidente, Pedro Sánchez, prometió en respuesta la creación de un órgano independiente para denunciar el acoso sexual en la agrupación. Y ella creyó que por fin alguien de ahí arriba (Madrid) la escucharía. Había pasado un mes desde que decidiera dar un golpe sobre la mesa que le había costado años y estaba dispuesta a romper la omertá a la que se había sometido para no hacer daño al partido. Aún no sabía que se iba a sentir todavía más sola y que ese silencio no la protegería de nada. Tenían que pasar cuatro meses más.

El sábado 5 de julio, una militante y excompañera del partido en Torremolinos (Málaga, 70.000 habitantes) le reenviaba por WhatsApp a las 10.51 los titulares de ese día: “Varias mujeres del PSOE denuncian a Paco Salazar por comportamientos inadecuados”, “Salazar renuncia voluntariamente a formar parte de la dirección del PSOE tras las acusaciones de varias mujeres...”. Se acababa de prender la mecha.

—Si nosotras hubiéramos denunciado muchas cosas...

—Bueno, te tengo que contar.

La concejala había emprendido sola un camino similar al de esas mujeres que mencionaban los periódicos, pero sin ninguna visibilidad. Tampoco la quería. Sin que todavía existiera ningún mecanismo oficial de denuncia, utilizó el habitual para otros casos. Envió el 8 de junio una carta a la secretaría de organización del PSOE en Málaga donde acusaba al secretario general del partido en Torremolinos, Antonio Navarro, de un presunto delito de agresión sexual, además de “pretender obtener favores de naturaleza sexual no deseados ni consentidos de mí”. Adjuntaba también todos los mensajes que él le envió entre septiembre y noviembre de 2021 mientras ella trataba de cambiar de conversación —“Es que estás muy buena”, “¿Siempre has tenido ese escote?“—, también otros más de 50 en una noche que según ella demostraban cómo la “atosigaba” después de haber sufrido un episodio de “agresión física”: “Me había agarrado el culo en mi despacho”.

En el texto al que ha tenido acceso EL PAÍS, la concejala explicaba: “Quisiera aclarar que nunca he puesto en conocimiento de los órganos del partido la información y soporte documental de lo que traslado en esta denuncia, por evitar dañar a las siglas y por miedo a represalias. La razón que me hace dar el paso ahora es porque la situación de presunto acoso a la que me lleva años sometiendo Antonio Navarro es hoy en día insoportable para mi persona, así como por el conocimiento de que otras compañeras están pasando por lo mismo”. Había roto el silencio, al menos de manera interna.

Este martes, la militante explica cómo empezó todo. “Yo mando esa carta a la secretaría de organización provincial porque no existe el órgano de acoso. Ahora hay un enlace, donde tú pinchas, hay un canal específico, donde un asunto de esa materia lo pones ahí”. Tres días después de ese primer aviso, el partido le traslada que su denuncia ha sido elevada a Ferraz, sede del PSOE en Madrid. Y, con el nuevo órgano creado, la contactan para tener una reunión telemática: “El 15 de julio tengo una videollamada con el órgano y les pido que por favor actúen con diligencia, yo tenía mucho miedo. También les pedí que cuando le avisaran a él, que me dijeran, para estar alerta, más pendiente de mi entorno. Pero desde ese día ya no sé nada más”, lamenta. El 14 de octubre vuelve a dirigirse a la secretaría de organización para insistir sobre su caso.

Después de cuatro meses de silencio del partido, un encuentro fortuito con una experta en violencia de género de la localidad, le lleva a dar un paso más. “Ella me advirtió sobre él sin que supiera mi historia. Me dijo que era muy manipulador y que tuviera cuidado”, cuenta. “Se me activaron todas las alarmas. Y pensé que incluso aunque el partido resolviera, incluso aunque le quitaran el carnet, el partido no podía protegerme de ninguna manera. Por eso el 10 de noviembre fui a la Fiscalía y puse una denuncia”, relata. Un mes después, el diario Sur publicó su historia, a la vez que de nuevo estallaba otro episodio del caso Salazar: las denuncias de esas mujeres ante el partido se habían esfumado por unos meses. El PSOE suspendió entonces de militancia a Antonio Navarro, anunció que una gestora dirigiría el partido en la localidad y pidió al secretario general que entregara sus actas como concejal y diputado provincial. Todavía no ha recibido, sin embargo, ninguna noticia del órgano antiacoso.

El miedo de la concejala no se ha esfumado todavía. Recuerda bien el día en que le dijo que no. El momento exacto en el que, cuenta, cree que empezó todo. Aunque había dado algunas pistas desde antes. Verano de 2021. Él quería invitarla a ir al cumpleaños de su hermana, con toda su familia. A ella, casada, le pareció muy raro presentarse ante su gente como si fueran pareja. Lo rechazó. También recuerda cómo él le propuso comprarle un casco para llevarla siempre en su moto. También lo rechazó, cuenta. Tiene grabada la imagen de él en la puerta del Ayuntamiento esperándola, de él en cada plan que ella tenía con compañeros, de Navarro pegado a ella en cualquier acto. De inventarse una agenda improvisada para no tener que coincidir, de no ir a un evento si sabía que él iba a estar. Recuerda cuando le dijo que todo esto le hacía sentir incómoda. Pero entonces, llegaron los mensajes que adjunta en su denuncia.

Un día estaban en el despacho de ella. “Estábamos charlando sobre cómo íbamos a organizar el día. Recuerdo estar sentada con él en las sillas frente a mi escritorio”, cuenta. Y en un momento, la concejala se levanta para coger de la estantería una carpeta. “Entonces, de repente, me agarra del culo”, recuerda. “Y le digo: ”¿Pero tú qué estás haciendo? Te vas de mi despacho ahora mismo". Y de ahí los 51 mensajes que tú has podido ver", señala. En esos mensajes, Navarro insiste en pedirle disculpas, aunque ella no contesta.

“Yo esperaba a que se cansara”, reconoce la concejala. Decidió no mover ninguna ficha entonces, pues él era la mano derecha del alcalde y ella tenía un puesto alto de responsabilidad en el Ayuntamiento. “Y yo pensaba: ”Yo esto no puedo contarlo, porque el daño al partido es atroz". Estábamos gobernando con las dificultades de un Gobierno en minoría [con Podemos], todas, cómo me cargo yo con todo lo que estamos trabajando y desvío el foco a “escándalo sexual en Torremolinos” es que el alcalde me mata", recuerda que se planteó entonces. Pero, según su denuncia, no se cansó.

Navarro, que ha rechazado hacer una declaración a este diario, era considerado por todos como un hombre “humilde, bonachón”, que no venía del partido, sino de fuera, del mundo de la venta de productos de peluquería. “Era amable, socarrón, lo que aquí llamamos un buena gente”, cuenta la edil. “Es muy embaucador, es una persona que cae bien, que no te tomas nada mal, porque todo siempre es de broma”, señala otra excompañera del partido que dimitió por desavenencias profesionales con él. Otra compañera, que asegura no haber conocido la situación que denuncia la concejala en su momento, agrega: “No me ha sorprendido. Tenía un perfil misógino, bastante, no le gustaba que las mujeres les dieran órdenes, un carácter complicado”. Y apunta: “A él le dimitieron ocho mujeres, en diferentes momentos y por diferentes razones, casi todas las mujeres de su Ejecutiva”. Todas las militantes consultadas por este diario han preferido que su identidad no se revele mientras continúa el proceso por acoso.

A finales de 2021, el PSOE de Torremolinos sale del Gobierno después de una moción de censura. Y entonces comienza un proceso de tregua, cuenta la concejala. Él estaba preparándose para presentarse a secretario general y ella le dio un ultimátum: “Yo te apoyo, pero con una única condición, no vuelvo a recibir ni un solo mensaje ni insinuación por tu parte que se salga de la relación profesional que tenemos. Él acepta. Y viene un tiempo de paz. Le insisto: ”Al primer mensaje’, pues yo no le había dicho nada a nadie, ‘al primero pongo en conocimiento al partido’. Yo ya no tenía tanto temor a las siglas porque habíamos salido del Gobierno". Reconoce que en ese tiempo no la molestó y después ella ganó las primarias para ser candidata del partido a la alcaldía. “Y como candidata, sabía que era intocable”, cuenta.

Es cuando pasan las elecciones municipales en 2023 cuando toda la historia regresa, esta vez de manera diferente, cuenta. “Entonces empieza el acoso evolucionado. Cuando él se siente rechazado, empieza un acoso de otro tipo: laboral, político”, explica. Fuentes del partido en Torremolinos reconocen que Navarro se quejó a la organización de la concejala por motivos como “robo de material de oficina sin ninguna prueba”, cuentan. “Nos parecía absurdo”, reconocen estas fuentes. “Mandaba un mensaje a toda la militancia inventándose cualquier cosa sobre mí y yo no me podía defender, porque claro, él era el secretario general, y tiene contacto con todo el mundo y yo no. Yo me veía en una desventaja absoluta para poder defenderme”, denuncia la concejala.

La última vez que tuvo contacto con él fue el 19 de octubre. La concejala había enviado a esas alturas una carta en junio, una denuncia ante el órgano antiacoso en julio, y había reiterado su denuncia con otra carta a la secretaría de organización cuatro días antes. Navarro le pidió ese día en mitad de un acto por la lucha contra el cáncer de mama, una carrera solidaria llamada Marea Rosa, que se colocara en una foto junto a él. Ella se negó. Unas semanas después, acudió a la Fiscalía. Para justificar las medidas de protección que pedía a la justicia, la concejala advertía: “La actitud agresiva e intimidatoria del denunciado hacen que sienta verdadero pánico a ser violentada físicamente en la puerta de mi casa”.

Estos días, su marido expresó en voz alta su mayor miedo. El que no le había dicho a nadie, ni siquiera a él. Ese que le persigue por las noches y hace que tenga ganas de llorar la mañana de este martes. Aunque se repita como consigna: “Espero con esto ser la última”. Todavía no sabe si merecerá la pena. “Yo no quiero que esto le afecte de ninguna manera a mi familia”, resume. El temor real y concreto pide que lo borre de la libreta.

Sobre la firma

Más información

Archivado En