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Cabeza fría y abstracción: en busca de los niños que sufren violencia sexual

Policías de 22 países ven vídeos en bucle durante dos semanas para localizar a menores agredidos sexualmente cuyas imágenes se comparten por internet

“Ves el vídeo una y otra vez. Tienes que abstraerte de lo que está pasando. De los gritos, los llantos, las lágrimas de un bebé que está sufriendo. Y quizás, en el visionado número 21, salta una pequeña pista, un detalle en el pañal, una marca que no habías percibido hasta ahora, que puede ayudar...

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“Ves el vídeo una y otra vez. Tienes que abstraerte de lo que está pasando. De los gritos, los llantos, las lágrimas de un bebé que está sufriendo. Y quizás, en el visionado número 21, salta una pequeña pista, un detalle en el pañal, una marca que no habías percibido hasta ahora, que puede ayudar a encontrar a esa víctima, a sacarla de esa situación de abusos sexuales”. Eso es porque cuando se informa de las operaciones policiales, las víctimas suelen aparecer desdibujadas. El agente Pascual, investigador especializado en la protección de menores de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional, no elude lo “terribles” que son las escenas que ve y escucha en su trabajo, aunque no se centra en ello. Su mayor estímulo, y el de los agentes especializados en investigar este tipo de delitos, es acabar con la violencia que sufren esos niños.

Pascual asistió en septiembre en La Haya (Países Bajos) a un grupo de trabajo junto a policías de 22 países en el que revisaron de forma intensiva durante dos semanas numerosas series de vídeos con violencia sexual contra niños o adolescentes. El objetivo de esta reunión, que organiza Europol dos veces al año desde 2014, es que se sepa que las agresiones contra estos menores se siguen produciendo, aunque no se hable de ello. En esta última edición, a la que también ha acudido un representante de la Guardia Civil, se ha logrado identificar a 51 menores que aparecían en grabaciones compartidas por internet.

Los 27 analistas policiales del grupo de trabajo de Europol trabajaron en dos hileras de mesas enfrentadas con ordenadores entre el 8 y el 19 de septiembre. Frente a los monitores, con banderas de los países que representan, examinaban las imágenes en busca de esa “mínima pista” para localizar a las víctimas. “Es un trabajo duro, de cabeza fría, que pasa factura”, describen en la Guardia Civil.

Los miembros de la Policía Nacional coinciden en que las jornadas son extenuantes y suponen una “implicación emocional muy fuerte”. Tras señalar que los servicios psicológicos de cada cuerpo están pendientes de ellos, destacan la fortaleza que da reunir a tal cantidad de expertos en un mismo espacio y la agilidad con la que esos días se realizan trámites que en su trabajo ordinario pueden ser mucho más largos. “El contacto hace que se trabaje de forma más diligente”, explica el inspector Ibáñez, que también tiene experiencia en estos encuentros, aunque este año no ha acudido.

El relato policial se centra en los distribuidores de material de violencia sexual infantil y en los productores de estos contenidos, que son responsables directos del sufrimiento de estos niños, pero no en los menores o en las situaciones que les han obligado a vivir. “Supone una revictimización tanto de ellos como sus familias, que ya han sufrido suficiente”, cuenta el inspector Ibáñez, jefe de uno de los grupos de Protección al Menor de la Policía Nacional.

En el Departamento contra el Cibercrimen de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que también envía a uno de sus especialistas a estos grupos de trabajo desde hace ocho años, coinciden en esta visión. “Lo más importante es la víctima, siempre. Hay que ser muy delicado”, añaden.

1.000 víctimas protegidas en 15 años de colaboración

“El material puede crearse en una sola habitación, pero se difunde instantáneamente por todo el mundo”, subrayó la directora de Europol, Catherine De Bolle cuando terminó el encuentro. “Con demasiada frecuencia, nos quedamos fuera de esa puerta, sabiendo lo que ocurrió dentro, pero sin la llave para rescatar al niño”, dijo. En las 16 ediciones anteriores, las autoridades han logrado proteger a 1.010 víctimas y el arresto de 301 personas.

Europol también tiene en marcha una campaña en la que pide a la ciudadanía ayuda para encontrar a menores víctimas identificando objetos, la mayoría prendas de ropa. En una galería muestran fragmentos de camisetas con escudos, logos, o ropa deportiva y emplazan a quien conozca dónde se venden esas prendas o tenga algún detalle, a que lo aporte.

En 2023, la Guardia Civil realizó dos actuaciones gracias a las imágenes que se analizaron en esta cita. Consiguieron localizar a un padre que agredía a su bebé de 11 meses y a un tío que perpetraba esa misma violencia contra su sobrina. “Se identifica, se hacen gestiones y puede estar resuelto en 24 horas, ya que en muchos casos son convivientes y ahí hay que correr porque hay una persona que puede estar sufriendo abusos en ese momento”, explican en el Departamento contra el Cibercrimen de este cuerpo policial.

“Siempre que se detecta un productor [de este material], nuestra prioridad es correr lo máximo posible para rescatar a la víctima, y ahí las horas y los minutos cuentan. No se puede dejar un menor en manos de un abusador ni un minuto de más”, añaden.

Tanto el agente Pascual como el inspector Ibáñez son muy cuidadosos con los detalles de sus investigaciones. “Cuando hemos ido a detener a una persona por segunda vez, nos hemos dado cuenta de que no ha cometido los mismos errores que la primera. Van aprendiendo”, señala el inspector.

Por eso, miden las palabras y no quieren profundizar en las técnicas que utilizan en esas reuniones de visionado de imágenes para poner nombre y apellidos las víctimas, ni entrar en muchos detalles. Sí subrayan, tanto en la Policía como en la Guardia Civil, que se hace un esfuerzo muy importante para que el nivel de formación sea muy alto, para saber dónde buscar y cómo buscar estos contenidos, y estar al tanto de los últimos desarrollos tecnológicos.

Este año, los 27 expertos analizaron 300 series de datos de víctimas de ambos sexos, desde niños pequeños a adolescentes, con diversos orígenes étnicos y familiares. Tras la operación, los países también recibieron 213 pistas para seguir investigando.

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