Viva el Rey... y Santos Juliá
Produce escalofrío la zozobra ante el destino que ahora impone el Gobierno de Israel a los habitantes de Gaza
Escribió aquí, en EL PAÍS, Santos Juliá, durante años colaborador destacado del periódico: “Si alguien no detiene al Gobierno de Israel, Auschwitz puede repetirse”. ...
Escribió aquí, en EL PAÍS, Santos Juliá, durante años colaborador destacado del periódico: “Si alguien no detiene al Gobierno de Israel, Auschwitz puede repetirse”. Se publicó su alarma el 5 de mayo de 2002. Este era el momento en que, a él y al mundo entero, se le desató la alarma: el Gobierno de Ariel Sharon había decidido “reducir a escombros” las ciudades palestinas, “destrozar sus instituciones de Gobierno, reventar sus carreteras, cortar los suministros de agua y electricidad”.
Añadía Santos Juliá: “La única finalidad de esta violencia, que no conoce ni acepta límites, consiste en expulsar a los palestinos de Cisjordania y mostrar, a quienes no se vayan, que su vida nunca podrá ser humana, que vivirán cercados, acosados, encerrados en sus campos de infamia”. La raíz de su artículo era aquella masacre, una infamia que aspiraba a genocidio, y un texto que encontró Santos entre las obras de Primo Levi, judío italiano que sufrió la maldad de Hitler.
Decía Levi que aquella masacre que él mismo sufrió podría repetirse. Volverían con ella “exterminios en masa, unilaterales, mecanizados, provocados por un Gobierno, perpetrados entre poblaciones inocentes e inermes, y legitimados por la doctrina del desprecio”. Santos explicó en su propia crónica: “En el mundo occidental, aquí al lado, en las orillas del Mediterráneo, volvimos a presenciar exterminios en masa, unilaterales, sistemáticos, mecanizados, provocados por gobiernos, sobre poblaciones inocentes e inermes, y legitimados por la doctrina del desprecio”.
El maestro de historiadores, aquel austero y veraz revelador de la historia española del siglo XX añadía: “Homicidas de todo el género humano llamó Cervantes a los perpetradores de esta clase de matanzas. Primo Levi no lo habría dudado: cuando un puñado de estos homicidas del género humano llega al Gobierno y dispone de medios mecanizados para llevar a cabo una operación de exterminio, Auschwitz es otra vez posible”.
La finalidad de aquella violencia “consiste en expulsar a los palestinos de Cisjordania y mostrar, a quienes no se vayan, que su vida nunca podrá ser humana, que vivirán cercados, acosados, encerrados en sus campos de infamia”. Había delante de estas palabras una evidencia que subrayó Santos, y que hoy remite a iguales escalofríos: “Un Gobierno dispuesto a una limpieza étnica sólo se detendrá si la presión exterior es suficiente para obligarle a desistir de su propósito. Esa presión, hoy, sólo puede llegar de Estados Unidos. La Unión Europea no es un Estado ni puede serlo; por tanto, nunca tendrá una política exterior común, ni dispondrá de medios militares para realizarla: el poder militar de la Unión Europea no existe si no es en el marco de la OTAN, como corifea de Estados Unidos”.
Añadía Santos Juliá: “El poderoso lobby de Israel en Estados Unidos entiende perfectamente esa opción, la apoya, se identifica con ella. Sus intereses, por el momento, coinciden. De ahí la arrogancia del Gobierno de Israel con los emisarios de la Unión Europea, y su convicción de que Yavé, o sea Estados Unidos, puede apretar, pero nunca ahoga”.
Este texto que produce ahora el escalofrío de mayo de 2002 fue leído en parte por Javier Moreno Luzón, discípulo de Santos Juliá, en la presentación que se hizo hace dos semanas en el Ateneo de Madrid de Nunca son inocentes las palabras (Galaxia Gutenberg), recopilación antológica de lo que el historiador escribió durante años (hasta su muerte, en 2019) en el diario de su vida.
Hoy produce escalofrío, y enlaza con el vigor con el que, ante un hecho gemelo y duro como aquel que inspiró a Santos Juliá, el Rey de España expresó ante la ONU la rabia contemporánea, la zozobra ante el destino que ahora impone el Gobierno de Israel a los habitantes de Gaza, a los que ahora viven una maldición que, en otro tiempo inspiró a Primo Levi la advertencia de que un Auschwitz pudiera repetirse.
“No más muertes”, dijo el rey de España. Hizo esa advertencia en Nueva York. Aquí resuena como el recuerdo de tanta sangre que no se ha borrado nunca ni de la vida ni en la historia. Ahora es Gaza el símbolo vivo de la desgracia del dolor y las muertes, de los niños que lloran lágrimas de hambre antes de ser parte de las tristes estadísticas.
Auschwitz puede repetirse.