La centralidad de Feijóo y el mandato de la cuadratura del círculo
El líder busca dos millones de votos socialistas desencantados sin vetar a Vox con Tellado, Cayetana y Ayuso
Es uno de los problemas matemáticos irresolubles, la cuadratura del círculo, cuyo desenlace Alberto Núñez Feijóo quiere aportar a la ciencia política....
Es uno de los problemas matemáticos irresolubles, la cuadratura del círculo, cuyo desenlace Alberto Núñez Feijóo quiere aportar a la ciencia política. Él es el centro y la centralidad, se dirige a la inmensa clase media, se pone el listón en los 10 millones de votos que Aznar y Rajoy superaron con creces en sus mayorías absolutas de 2000 y 2011, y para llegar a esa meta le faltan más de dos millones de papeletas y le vale casi todo. El PP de centro reformista de Feijóo es conservador, muy conservador, liberal, democratacristiano y no le hace ascos a los socialistas hartos de Pedro Sánchez y su legado. Pero el PP de Feijóo no aplica cordones sanitarios a Vox, regala cada vez más guiños a Aznar y Ayuso y pone en la primera trinchera de combate a Miguel Tellado, Ester Muñoz y Cayetana Álvarez de Toledo, los más vitoreados por las bases, aún más radicalizadas y enervadas con el pérfido Sánchez que ellos. Los moderados, transversales y modernos, si es que alguna vez existieron, están arrumbados en la fila detrás de las cámaras.
A Feijóo ya no le hace falta concretar mucho, casi nada, ni sus promesas ni la definición de su proyecto. El PP se lo consiente todo, porque el sanchismo les ha inoculado un ansia por “reconstruir España” en todos sus poros que él lo va a sanar todo solo con llegar. Ya están otra vez los conciliábulos del PP empoderados y repartiéndose los cargos, de tapadillo, porque esa lección sí la aprendieron en la amarga victoria del 23-J.
Feijóo ha intervenido en distintas modalidades en los tres días de duración de este 21º congreso nacional, que se le han hecho más largos a los periodistas que escrutaban cada frase en busca del grial definitivo de su proyecto que a los más de 3.000 compromisarios con tantas ganas de fiesta y de recuperar el poder. La única queja que se les ha escuchado a algunos es haberse tenido que alojar en hoteles poligoneros a 400 euros la noche por no haber previsto con tiempo las reservas para competir con el desfile del Orgullo.
El líder que en 1982 votó el felipismo ahora está cada vez más entregado al tándem de Ayuso y Aznar, que hace nada no rondaban precisamente entre sus favoritos. A la primera le elogió tanto su discurso despatarrado contra el comunista, corrupto y depravado Sánchez, que por momentos pareció una parodia del Club de la Comedia, que promulgó incluso la necesidad de releerlo. Al expresidente Aznar, ahora su gran referente, le ofreció tres compromisos, 10 tareas y seis respuestas a las seis preguntas esenciales sobre para qué y cómo quiere llegar a La Moncloa. Fue la mejor parte de su intervención, porque de la manera más clara que se puede permitir en estos momentos contestó algo a cuáles son ahora mismo sus intenciones.
Feijóo quiere gobernar con una mayoría social y parlamentaria estable, desde la centralidad y en solitario, porque cree que las coaliciones no funcionan, y promete así que fraguará las alianzas que necesite en el futuro Congreso. Pero no precisó con quién, aunque sí dejó nítido que no descarta a Vox y respeta a sus votantes. También reseñó que con este PSOE y con el sanchismo no se entenderá en nada, pero no renuncia a atraer a otro tipo de socialistas y sí se imagina quiénes. Con Bildu ni se sentará ni les dejaría entrar en La Moncloa, porque aún tienen mucho perdón que rogar, y fue en ese momento de su centralidad cuando logró levantar al auditorio, como hizo más tarde cuando se mostró implacable con la inmigración ilegal.
Si no fuera viable gobernar con Vox y necesitara conversar con los nacionalistas del PNV y Junts, por ejemplo, Feijóo hablaría con ellos pero para marcarles los límites infranqueables de la ley y la Constitución y para explicarles que no dejan de ser una minoría en el país. Y si todo ese plan falla y no fuera investido porque le faltasen de nuevo votos, como le pasó en 2023, pues se marcharía para casa. También aplausos.
El PP actual ha digerido ese menú con facilidad, porque atisba la victoria. El escenario alternativo ni se contempla. El sector duro y más radical de Aznar y Ayuso apenas ha enseñado sus colmillos, aunque sí ha soltado algunos recados. Ayuso se limitó a prometerle a Feijóo que le acompañará y vigilará en este próximo camino, aunque le identificó con un morlaco y ya se sabe cómo acaban su faena tras ser toreados. El aznarismo y la FAES fue más exigente. Requieren un “mandato político, para estar y atraer desde el centro y no para viajar eternamente hacia ese inalcanzable lugar”, como ironizaba Alfonso Guerra entonces, cuando no coincidía precisamente tanto con Aznar.
En su equipo más íntimo, los asesores salieron del cónclave con la satisfacción de que el líder había reafirmado su peculiar liderazgo y su autonomía total frente a los barones y con una guardia pretoriana de su total confianza y entrega, que no está pensada para grandes labores ideológicas: “El PP de Feijóo no está ahora para política, ya solo queremos elecciones y urnas”.