La despoblación en las zonas rurales alimenta a la derecha y a los ultras

Tres investigadores de la Pompeu Fabra concluyen que el envejecimiento y la falta de población universitaria refuerzan al PP y Vox

Plaza Mayor de Roales del Pan (Zamora).Emilio Fraile

Una enorme bandera de España ondea en la plaza Mayor de Roales del Pan (Zamora, 1.010 habitantes). Corona el centro de uno de los municipios españoles donde Vox dirige un ayuntamiento gracias a su rápido ascenso en el medio rural, competencia para un PP históricamente dominador en pueblos como este, donde el “aquí se vota a las personas, no al partido” no esconde la tendencia conservadora entre sus vecinos. Dos investigadores de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y uno de la Universidad de Salamanca han observado los flujo...

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Una enorme bandera de España ondea en la plaza Mayor de Roales del Pan (Zamora, 1.010 habitantes). Corona el centro de uno de los municipios españoles donde Vox dirige un ayuntamiento gracias a su rápido ascenso en el medio rural, competencia para un PP históricamente dominador en pueblos como este, donde el “aquí se vota a las personas, no al partido” no esconde la tendencia conservadora entre sus vecinos. Dos investigadores de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y uno de la Universidad de Salamanca han observado los flujos electorales en zonas demográficamente en crisis y han concluido que la despoblación alimenta este voto a partidos de derechas o ultraconservadores. Infieren que el envejecimiento del censo y la falta de población universitaria refuerzan a PP y Vox, con estos como alborotadores de muchos municipios: crecen entre la desesperación allí donde la despoblación, más que asomarse, ya se ha instalado.

Los investigadores en Ciencias Políticas por la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona) Toni Rodon y Maria Delgado-García y el doctorando Álvaro Sánchez-García (Universidad de Salamanca) han estudiado las dinámicas electorales en elecciones generales en territorios en crisis demográfica y han publicado el artículo La despoblación y su efecto sobre el comportamiento electoral, donde conjugan la tipología del voto con la pérdida de habitantes en núcleos rurales. El análisis de las localidades incluidas en este estudio se basa en las “características estructurales y composicionales”, apoyándose en el número de habitantes y el aumento de proporción de mayores de 65 años. También evaluaron los servicios públicos, comprobando si habían disminuido los centros sanitarios o educativos, o privados, cribando el catastro para descubrir potenciales descensos en hostelería y comercio, claves para determinar la progresión de un núcleo. Álvaro Sánchez, oriundo de Encinas de Abajo (Salamanca, 600 habitantes), conoce por experiencia esa deriva conservadora del medio rural a medida que se despueblan, algo que “entraba en las expectativas”, sobre todo de quien se ha criado en esos ambientes. “En la división entre pueblos y ciudades hay esas áreas más progresistas mientras las rurales son más conservadores”, afirma, y presenta un matiz clave de la investigación: sí, el PP se ha nutrido históricamente de esos entornos en crisis demográfica, pero Vox ha crecido en aquellos donde este fenómeno se ha afianzado y han tocado fondo. Sánchez destaca el guion habitual de pueblos gobernados por el PP que últimamente han visto la irrupción de concejales de la extrema derecha, algunos incluso llegando al bastón de mando, mientras en las elecciones generales Vox también ha ido ganando peso.

El fenómeno puede constatarse en Roales, donde el alcalde, David García, primero gobernó gracias al apoyo de concejales de PP y del PSOE para apartar a su predecesora, elegida en una lista independiente tras estar muchos años en el PP. Tras ese primer mandato, logró mayoría absoluta en 2023 bajo las siglas de Vox. Hace unos meses, el también diputado provincial enseñó unas balas de pistola en un pleno de la Diputación para cargar contra los pactos socialistas con EH Bildu. Los vecinos, en su mayoría de edad avanzada, insisten en el mantra de “se vota a la persona”, pero admiten que las siglas algo pesan. Esperanza Hernández, de 82 años, agradece que “es educado y sabe lo que hace”, merecedor así de su voto: “En las nacionales elijo al PP, que son cosas distintas, me gustaría que este alcalde se fuese al PP”. “¡Del PSOE no me hable!”, despeja la zamorana al preguntarle si lo votaría de concurrir con otro partido de izquierdas. Roales, al igual que muchos municipios españoles mantiene, pese a la Ley de Memoria Histórica y Democrática, una calle del General Franco, con un rótulo reluciente, por donde pasean tranquilamente los vecinos. Goyo Girón, sentado en un banco a la sombra a sus 78 años, valora que el alcalde “es buena persona y que Vox está fuerte, aunque en lo nacional siempre voto al PP”. “La política en España está fatal, las ideas… para el que viva de ellas”, proclama el hombre, representante del hastío social hacia la clase política, germen asimismo del discurso rupturista de Vox.

Más oposición planta Teresa Enríquez, de 73 años, disconforme con el regidor y un plan fallido de excavar un pozo en terrenos de Roales, además de la reurbanización de la plaza Mayor, que le inunda el portal cuando llueve. “Vox aquí no ha existido hasta ahora, pero la gente sigue a lo suyo”, exclama la mujer incapaz de comprender tanto voto a los reaccionarios “si Vox son unos fachorros y en este pueblo se pasó mucha hambre por la Guerra Civil”. Esta mayoría absoluta de Vox para el Consistorio contrasta con el triunfo innegable del PP para las elecciones generales. Vox consiguió seis diputados nacionales por Castilla y León en 2019 y en 2023 cayó a uno, pero más por aritmética electoral que por una pérdida tremenda de apoyos: pasó de 230.000 a 197.000 papeletas.

Este descrédito hacia los representantes públicos se aliña con la desinformación sobre el funcionamiento institucional, aprecia Chema Mezquita, de la Coordinadora Rural de Zamora. “La gente no sabe quién tiene competencias y a quién exigir responsabilidades y se piensa más en clave nacional que local”, considera Mezquita, consciente de un entorno rural desconectado de su realidad y guiado por las vísceras del debate general o identitario. El politólogo Eduardo Bayón ejemplifica esta distancia sideral entre pueblos y ciudades con el ejemplo de que hace casi un siglo las urbes decantaron la irrupción de la Segunda República: “Son las que adelantan acontecimientos o tienen una visión más progresista o transformadora por la propia composición social”.

El experto incide en la “doble vertiente de territorio y edad”, acentuada porque los mayores de 65 años “se politizaron a finales del Franquismo y la Transición y se vincularon con los grandes partidos”. Este ciclo ocurre en España y en la dinámica global, insiste Bayón, y recuerda que “eran los más jóvenes los que elegían a nuevas formaciones como Podemos o Ciudadanos, con brechas generacionales, no es excepcional de España, sino propio de Europa o Estados Unidos: el Brexit lo decantaron los mayores y las recientes elecciones francesas los jóvenes”. El poderío de Vox en zonas deprimidas o despobladas encaja con el “voto de castigo al PP”, muchas veces ligado al considerarlo “blando con Cataluña” o socio “de la progresía que quiere quitar los toros o imponer modernidades”.

Esta deriva genera alguna disconformidad en municipios como Roales, como la expresada por una mujer de menos de 40 años que camina por las calles junto a su hija pequeña. “Curiosamente, aquí ha salido Vox… ¡Uh, qué sorpresa!”, ironiza la zamorana, levantando las cejas y negando con la cabeza por las ideas de los censados: “Me asusta mucho”. Ella achaca este posicionamiento al “miedo al cambio, a ideas o partidos distintos” y destaca también que la juventud, con más formación que los mayores, acaba marchándose y se dificultan giros en los resultados en las urnas.

—Muchas gracias. ¿Puedo poner su nombre?

—Si no te importa, no. Esto es un pueblo.

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