Feijóo evita el choque con Abascal para mantener los pactos con Vox desde fuera de los gobiernos
Los barones populares no creen que sea posible llegar a acuerdos de calado con el PSOE y no se plantean un giro drástico en sus políticas porque seguirán dependiendo de la ultraderecha
Los presidentes del PP empezaron a recibir hace quince días mensajes en privado de la dirección nacional de Vox advirtiéndoles de que iban en serio. “Esto no es un farol”, decía Montserrat Lluis, vicesecretaria nacional del partido de extrema derecha, la encargada de coordinar los cinco Gobiernos de coalición con los populares. La dirigente ultra les explicitó en privado, igual que Santiago Abascal proclamaba en público, que ...
Los presidentes del PP empezaron a recibir hace quince días mensajes en privado de la dirección nacional de Vox advirtiéndoles de que iban en serio. “Esto no es un farol”, decía Montserrat Lluis, vicesecretaria nacional del partido de extrema derecha, la encargada de coordinar los cinco Gobiernos de coalición con los populares. La dirigente ultra les explicitó en privado, igual que Santiago Abascal proclamaba en público, que su partido no admitiría que aceptaran en sus territorios a un solo menor inmigrante más, y que la amenaza era real. Hace una semana, después de que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, garantizara que las comunidades del PP aceptarían el reparto voluntario de menores migrantes, Vox dejó de llamar. “Hablamos que si de la influencia de Alvise [Pérez, promotor de la agrupación electoral ultra Se Acabo la Fiesta] o de Marine Le Pen [presidenta de partido de extrema derecha francés Reagrupamiento Nacional], pero aquí lo determinante ha sido la testosterona de Abascal, que ha ido hasta el final con su órdago por sus cojones”, sostiene uno de los cinco presidentes del PP que gobernaba con Vox. “Ha sido una guerra a muerte y ha destrozado a su partido en una semana”, se queja. El tiempo dirá hasta qué punto la jugada de Abascal se lleva o no por delante a Vox, pero por el camino también ha dejado en minoría a cinco Gobiernos autonómicos del PP que gobiernan para once millones de españoles. Con el desconcierto todavía en el cuerpo, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, apuntó ayer a sus barones que la gobernabilidad pasa por seguir pactando ―ahora desde fuera― también con la extrema derecha, pese a su giro hacia una versión todavía más radical.
En una comparecencia en la sede del PP de tono muy medido con Vox, a pesar del portazo al PP de los ultras, Feijóo abogó por mantener la misma estrategia de acuerdos con los ultras, aunque ahora estén fuera de los Gobiernos autonómicos. “Espero y deseo que sigamos trabajando en aquellas cosas en las que podamos acordar para facilitar la gobernabilidad en las comunidades en las que se ha votado cambio. Entiendo que eso es lo que estamos obligados. Tanto los que nos quedamos en el Gobierno, como los que se van del Gobierno, pero han asumido un programa electoral que se ha sometido a las urnas”, reflexionó el líder del PP en referencia a Vox. “Mi enemigo no es el señor Abascal, mi adversario político no es Abascal, mi compromiso es cambiar el Gobierno de España. No me voy a desviar ni un milímetro de cuál es el adversario del PP”, defendió el líder del PP, dejando claro, por tanto, que la ruptura por parte de Vox no provoca un giro en la estrategia de los populares, que siguen apostando por mirar hacia los ultras en vez de hacia a la izquierda. “Si Vox se quiere borrar, allá ellos”, razonó Feijóo, “pero sí les pido que no entorpezcan la gobernabilidad en las comunidades ni el cambio político en España”.
Feijóo evitó la confrontación con Vox y los barones del PP afectados por la ruptura confirman también que no tendrán más remedio que seguir intentando pactar con los ultras “cuando se baje el suflé”, apunta uno de ellos. Aunque aseguran que llamarán a la puerta del PSOE y de otras fuerzas minoritarias, no se llevan a engaño. “No espero nada del PSOE”, admite un presidente popular. Descartados los acuerdos de calado con los socialistas, la aritmética es tozuda y para llegar a la mayoría absoluta volverán a depender de los de Abascal.
El problema, reconocen en los Gobiernos populares, es que los dirigentes de Vox en los territorios, muchos de los cuales no querían la ruptura, “están noqueados y en estado de shock”. Y, además, el PP acaba de comprobar que, por mucho que estos quisieran acuerdos, al final los dirigentes territoriales responden solo a órdenes de la dirección nacional de Vox. Los populares esperaban más deserciones en las filas ultras a consecuencia de la decisión de Abascal pero, de momento, este viernes solo se confirmó que dos consejeros de Vox se quedan en los Gobiernos, uno en Extremadura (al frente de la cartera de Gestión Forestal y Mundo Rural) ,y otro en Castilla y León (al frente de Cultura).
Nadie en el PP sabe calibrar cuál será la estrategia de la cúpula ultra a partir de ahora. En todas las comunidades tienen aprobados los presupuestos que les permiten la estabilidad a medio plazo (en el caso de Castilla y León, solo queda un año y medio de legislatura), pero lo que quieren evitar es el bloqueo total de sus Gobiernos. En ese caso, las elecciones “son una bala en la recámara”, reconoce un presidente autonómico popular, que cree que ninguno de los cinco barones la utilizará en el corto plazo. La ventaja es, por otro lado, que es muy improbable que Vox pretendiera promover una moción de censura en su contra con la izquierda, pero todo será mucho más difícil que hasta ahora.
Feijóo abogó ayer también por mantener los acuerdos con Vox en los 140 ayuntamientos donde gobiernan juntos, aunque reconoció que la última palabra le corresponde al partido de Abascal. “Ellos tendrán que explicar el alcance de su decisión disparatada. Vamos a seguir cumpliendo los acuerdos municipales, vamos a garantizar la estabilidad en los ayuntamientos cumpliendo nuestro programa y el pactado con Vox”, indicó el líder del PP, que reconoció que no será fácil a partir de ahora, ni en los consistorios ni en las comunidades autónomas en las que se han roto los Gobiernos. “No oculto que algún tipo de dificultad añadida van a tener, pero confío plenamente en los presidentes autonómicos, a los que quiero agradecer su sentido de Estado y de Gobierno”.
La ruptura de Vox con el PP ―que no del PP con Vox― no implicará, por tanto, un giro drástico en las políticas que desarrollen los cinco Gobiernos en minoría (Castilla y León, Murcia, Extremadura, Aragón, Comunidad Valenciana, además Baleares, al que los ultras apoyaban ya desde fuera), porque seguirán dependiendo del apoyo de la extrema derecha. El PP no ha dado muestra alguna de estar por la labor de revertir las políticas desplegadas en este año de cogobierno con Vox. El presidente valenciano, de hecho, se apresuró a aprobar la ley de “concordia” pactada con los ultras, que sustituye a la de memoria democrática, la misma mañana del jueves de la ruptura. Feijóo tampoco quiso ayer comprometerse con la reforma de la ley de extranjería para asegurar el reparto obligatorio de menores migrantes, que también rechazaba Vox y que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le ha reclamado que asuma.
El motivo principal de que el PP siga contemporizando con la extrema derecha es intentar preservar la estabilidad de los Gobiernos, pero no es el único. Pese al portazo de Vox, Feijóo midió muchísimo sus palabras en su reacción este viernes a la ruptura, evitando ir al choque total con Vox, hasta el punto de decir que “respeta” su decisión, pese a los virulentos ataques de Abascal. “Allá Vox y su disparatado movimiento. No han medido, se han pasado de frenada y han descarrilado”, fue lo más que dijo.
La razón de fondo de que el PP no quiera romper con los de Abascal es que teme que esos votantes no vuelvan a sus filas y se vayan a las de Alvise. “Hay tres millones de electores de Vox a los que hay que seguir seduciendo. Si no hacemos bien los movimientos, se irán a Alvise. Necesitamos que vuelvan a votar al PP”, reconoce un barón popular. La ruptura de Vox regala una oportunidad a Feijóo para recuperar la centralidad política, pero después de haber caldeado al máximo la temperatura de la derecha, el líder del PP se mueve muy presionado por las derivas cada vez más extremas de sus competidores.