Feijóo, Abascal y el indio de McNamara

La ruptura de Vox da al líder del PP relato para intentar centrarse políticamente y le libra de un lastre que ha rentabilizado el PSOE, pero está por ver cómo sortea la ofensiva ultra

Feijoo y Abascal, en el Senado el pasado enero.Samuel Sanchez

Aquel día que Pedro Sánchez estaba en Montauban en un homenaje a Azaña y su vicepresidente Pablo Iglesias le envió un mensaje diciéndole que dejaba el Gobierno, hubo un dirigente socialista que rápidamente se colocó en el dilema de Robert McNamara, que viene al pelo tras el anuncio de V...

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Aquel día que Pedro Sánchez estaba en Montauban en un homenaje a Azaña y su vicepresidente Pablo Iglesias le envió un mensaje diciéndole que dejaba el Gobierno, hubo un dirigente socialista que rápidamente se colocó en el dilema de Robert McNamara, que viene al pelo tras el anuncio de Vox de su salida de los gobiernos autonómicos.

Se acordó del episodio del secretario de Defensa de Estados Unidos en el que aconsejó a su jefe, al presidente Lyndon Johnson, que no prescindiera de Edgar Hoover con un gráfico argumento: “Es mejor tener al indio dentro de la tienda meando hacia afuera que tenerlo fuera meando hacia dentro”. A esas alturas, con Iglesias ya recogiendo el despacho, muchos socialistas que se habían resistido a su entrada en el Ejecutivo reconocían que si Unidas Podemos no hubiera estado en la coalición la pandemia habría machacado políticamente al PSOE, achicharrado por la oposición a izquierda y derecha.

La ruptura de Vox sitúa ahora al PP en este escenario en cinco comunidades autónomas. Da a Alberto Núñez Feijóo relato para intentar centrarse políticamente y le libra de un lastre que ha rentabilizado especialmente el PSOE, pero está por ver cómo sortea la ofensiva que viene de los de Santiago Abascal desde fuera de la tienda, desde la oposición en todos los parlamentos, y en las Cortes, donde el líder de Vox casi ni se dirige a Pedro Sánchez. Su rival es otro. Está por ver cómo compiten los populares con Vox en los asuntos más sensibles en el electorado por el que pelean, como ocurre con la inmigración. Génova no se ha movido del insuficiente reparto de menores que estaba ya pactado pero hace una semana quería mandar a la Armada a frenar a los cayucos, copiando la descabellada propuesta de la ultraderecha.

El PP abrazó las tesis de Vox por cálculo electoral y, por cálculo electoral, ha evitado ir al choque con su socio ultra. A pesar de todos los sapos que se ha tenido que tragar en este año de cogobierno, Feijóo no ha ordenado a los suyos que pulsen el botón rojo y rompan ni siquiera tras las últimas provocaciones y amenazas de Santiago Abascal. Génova ha querido evitar el desgaste electoral por el flanco derecho.

Si Feijóo en ocasiones no ha sabido diferenciarse con claridad de Vox, no ha sido por el carisma o el empuje de los miembros ultraderechistas de sus gobiernos autonómicos (tan pintorescos como mediocres en su mayoría) sino por la presión de los sectores más duros del propio PP o la presión de los medios más conservadores. ¿Cómo resistirá la moderación de Feijóo con una oposición dura de Vox? ¿Puede permitirse ser visto como un líder blando frente al sanchismo ante una parte de su electorado?

Al PP se le presenta ahora una gran oportunidad para debilitar a Vox, que se arriesga a perder visibilidad y margen de maniobra vía presupuestos autonómicos (la mejor manera para profundizar en la implantación territorial de un proyecto político). Núñez Feijóo puede aprovechar el nuevo contexto para recuperar espacio electoral frente a su competidor, pero habrá que ver si puede hacerlo desde el centro político que ambiciona con el indio ultra de dos cabezas, Santiago Abascal y Alvise Pérez, apuntando a la tienda de campaña del PP.

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