La parábola de Koldo, el chico para todo
Los testimonios de una decena de personas que han conocido de cerca al asesor de Ábalos desde sus tiempos de escolta en Pamplona describen a alguien servicial al extremo, y que ascendió por carambolas del destino
Un día de mayo de 2017, en un bajo de la calle Marqués del Riscal de Madrid, un hombre de 47 años duerme tirado en el suelo junto a un montón de cajas. Dentro están las firmas de 57.300 militantes del PSOE que quieren que Pedro Sánchez sea el secretario general del partido, frente a Susana Díaz y Patxi López. El hombre, de más de 100 kilos y casi 1,90 de estatura, acaba de llegar de Pamplona en un viejo coche, sin maleta, sin hotel y sin hacer muchas preguntas, para custodiarlas. “Era un local pequeño, solo había unas sillas”, dice la persona vinculada al PSOE que recuerda esta anécdota. Casi ...
Un día de mayo de 2017, en un bajo de la calle Marqués del Riscal de Madrid, un hombre de 47 años duerme tirado en el suelo junto a un montón de cajas. Dentro están las firmas de 57.300 militantes del PSOE que quieren que Pedro Sánchez sea el secretario general del partido, frente a Susana Díaz y Patxi López. El hombre, de más de 100 kilos y casi 1,90 de estatura, acaba de llegar de Pamplona en un viejo coche, sin maleta, sin hotel y sin hacer muchas preguntas, para custodiarlas. “Era un local pequeño, solo había unas sillas”, dice la persona vinculada al PSOE que recuerda esta anécdota. Casi ninguna de las 10 personas consultadas para recomponer la biografía de Koldo García en este artículo, que lo conocieron de cerca en distintas etapas de su vida, quiere dar su nombre. Todas coinciden en que “Koldo era voluntarioso, trabajador”, y en que no lo ven como el cerebro de ninguna trama.
Esa noche de 2017 solo le han dado la orden de no abrir la puerta y no fiarse de nadie. Y cumple. Siete años después, este guardia de seguridad aficionado a cortar troncos ha desatado un escándalo de corrupción que golpea el corazón del partido y al Gobierno. El caso salpica al exministro José Luis Ábalos, el PSOE ha perdido un diputado, la presidenta del Congreso ha tenido que hacer una declaración oficial y la fiscalía europea ha pedido papeles y facturas. El hombre que ayudó, en la esfera que le tocaba, a llevar a Pedro Sánchez a lo más alto ha causado un cataclismo cuya onda expansiva aún se desconoce las consecuencias que alcanzará.
Tres fechas marcan el auge y caída de Koldo García. Una: verano de 2011, cuando se convierte en concejal del PSN-PSOE Huarte, un pequeño municipio pegado a Pamplona. Es el momento en que deja de ser escolta, cuando ese trabajo empieza a terminarse con el final de ETA y él busca recolocarse. Dos: mayo de 2017, cuando lo llaman porque en el PSOE necesitan a alguien de confianza que custodie los avales de las primarias en Madrid y Santos Cerdán dice que conoce a un militante en Pamplona que puede servir. Esa llamada decide su suerte, porque luego dará el salto a Madrid para ser asistente de José Luis Ábalos. Y tres: febrero de 2019, cuando en un viaje a México conoce a Víctor de Aldama, el empresario que poco después, cuando estalle la pandemia, verá que tiene a mano a la persona adecuada para dar el pelotazo de su vida, según se apunta en la investigación judicial.
Huarte, los inicios en el PSN (2011)
Nacido en 1970 en Barakaldo (Bizkaia), la vida de Koldo va ligada a su físico, que le facilita el trabajo como guarda de seguridad. En 1991, con 21 años, le cae una denuncia por agresión cuando vigilaba un vertedero en Góngora, cerca de la capital navarra. Entre los muchos datos confusos que circulan sobre él, uno es que fue escolta de Nicolás Redondo, fallecido en 2023, o de su hijo Nicolás Redondo Terreros. “No lo recuerdo, y se lo pregunté en su día a mi padre, porque ya salieron informaciones sobre esto. Y él tampoco lo recordaba”, dice Redondo Terreros a este periódico.
En la primera década de este siglo, Koldo se ganó la vida de escolta de jueces y concejales. Antes había trabajado como portero en una discoteca y en el estadio del Osasuna, coinciden varias fuentes. Nadie, salvo un antiguo compañero de seguridad, confirma que fuera también vigilante de un club de prostitución. El propio Koldo García lo desmintió en 2020 ante las primeras informaciones. Una persona que trabajó con él en aquel periodo recuerda: “No ponía pegas, era muy servicial, dispuesto a todo. Como escolta tienes que seguir el ritmo de la persona protegida, y él hacía lo que fuera sin rechistar, y era un trabajo duro, 24 horas”. Son años en los que policías y, sobre todo, guardias civiles se convierten en su grupo de amigos. En la comandancia de Pamplona hay una vitrina con una pequeña escultura suya, con un tronco y un hacha, dedicada a sus amigos del cuerpo.
Aquellas amistades llegan hasta hoy: en la investigación han sido detenidos dos agentes de la Guardia Civil, de máxima confianza de Koldo. Al segundo, R. V., lo conoció en Pamplona. Pero el mundo de los escoltas, donde se podía cobrar unos 3.000 euros frente a los 1.000 de guarda de seguridad, se termina al acabarse ETA, y Koldo se acerca al PSN en 2010. “Se presenta como escolta, dice que tiene una prejubilación por incapacidad, que era de la UGT y se quería afiliar”, recuerda un dirigente. “Era currante, ayudaba en todo”. Siempre sin cobrar.
Tenía un piso en Pamplona, pero su pareja, Patricia Uriz, era de Huarte, un pueblo de 7.000 habitantes, tradicionalmente dominado por Batasuna. Se ofrece para presentarse allí a las municipales de 2011 y opera el milagro al lograr 170 votos que dan por primera vez un concejal al PSN. Tal vez en el pueblo no era nadie, pero en el partido sí. Eran tiempos donde a veces había que recurrir a poner el DNI de compañeros de fuera para poder completar listas, y el PSN lograba presentarse solo en unos 60 municipios de 272. “En el partido era conocido porque fue el único que quiso presentarse a la candidatura”, recuerda un antiguo dirigente.
“Ahora la justicia dirá, pero Koldo entonces era buena persona, no era un pozo del mal”, opina Juan José Lizarbe, que fue secretario general del PSN durante 16 años. “Este no es el Koldo que conocimos. Es más, ahora dicen: ‘¡Joder con Koldo, tan espabiladico no parecía!”, cuenta otro. De su etapa en el Ayuntamiento se sabe que estuvo en la plataforma Stop Desahucios y que renunció a la asignación de unos 300 euros mensuales para destinarla a obras sociales, recuerdan en el PSN.
Aunque se dedicaba a la seguridad, obtuvo una incapacidad permanente ―aunque no absoluta, lo que le permitió seguir trabajando― por una lesión en un pie. De ahí la ligera cojera con la que camina. Cobró una gran suma, pero la perdió de mala manera al montar un negocio con un aizkolari amigo suyo, que se quedó con cerca de 40.000 euros, según fuentes del PSN. Fue acusado de dos agresiones, que fueron recogidas en prensa. Una en 1995, cuando era vigilante en un vertedero, y otra en 2010, tras golpear a un menor en un bar. Fue el día que España ganó el Mundial y Koldo lo celebraba en Pamplona con amigos de la Guardia Civil, en el bar que está frente al cuartel, cuando se enzarzó con un joven independentista. Pidió el indulto por la agresión de 1995 y el Gobierno del PP se lo concedió.
El juicio por la agresión de 2010 coincidió con su entrada en política, y, el día que tomó posesión del cargo de concejal, simpatizantes de la izquierda abertzale se manifestaron contra él. Gritaron “Txakurra kampora” (Fuera perro). En 2015, se presentó a las municipales en Santesteban, ya mucho más lejos, a una hora de Pamplona. Salió elegido, pero luego nunca recogió el acta.
La llamada decisiva (2017)
Hay un día clave en la historia reciente de Koldo García en el PSOE. Más bien una noche, la del martes 2 de mayo de 2017. Aquel día, un exultante Santos Cerdán llegó al semisótano de la calle Marqués del Riscal con más de 57.000 avales de apoyo a la candidatura de Pedro Sánchez. Después de recorrer España en su famoso Peugeot, Sánchez había dado un golpe de fuerza al obtener casi los mismos avales que Susana Díaz. Eran 26 cajas llenas de firmas que debían llevarse al día siguiente a Ferraz. Pero con un partido roto y enfrentado durante el proceso de primarias, nadie se fiaba de nadie, reconoce un alto cargo socialista; y claro, había que vigilar las cajas con las firmas. Cerdán tiró de teléfono y llamó a Koldo, quien a las pocas horas llegaba a Madrid en su viejo coche. Se encerró en el apartamento y, durmiendo sobre la moqueta, pasó dos noches hasta que los avales llegaron a Ferraz.
Las fuentes consultadas aseguran que no es cierta la imagen del Peugeot de Sánchez con Koldo al volante. Llegó la noche de los avales. Aquel pequeño grupo estaba formado por Adriana Lastra, Santos Cerdán, Paco Salazar, José Luis Ábalos… y, al fondo de la foto, como siempre, Koldo García. “Era una época en la que faltaban manos y él servía para todo: hacer fotocopias, llevar a alguien a la estación, traer unas coca-colas”. Seguía sin cobrar del partido, y en Pamplona, pero vio la ocasión de saltar a Madrid cuando Sánchez ganó las primarias. El reducido equipo del líder socialista, los cuatro gatos que eran, explica que necesitaran de pronto mucha gente de confianza y tiraran de contactos. Koldo pedía ir a Madrid y, cuando Ábalos necesitó un chófer, lo llamaron. Es cuando el PSOE le hace su primer contrato, de conductor, 26.000 euros anuales, detallan en el partido.
Era verano de 2017, un año antes de que Sánchez llegara a la Moncloa, y entre Ábalos y Koldo surge una estrecha y extraña empatía. Tanta, que luego Ábalos se lo lleva al Ministerio de Fomento. Lo nombra asesor. “Claro que flipamos, todos lo dijimos: si este es chófer”, comenta un dirigente socialista. La categoría de asesor, explican fuentes del ministerio, es la única para contratar alguien de fuera para cargos de confianza, porque conductores ya había. “Aparece allí desde el minuto uno. Es una figura que nos extrañó al principio: era chófer, secretario…”, recuerda un antiguo alto cargo. Pero no estaba en el gabinete, no lo convocaban, no tenía funciones. “No recibí nunca un correo electrónico suyo”, resume esta persona. Koldo tenía un despacho pegado al de Ábalos, puerta con puerta, pero pequeño, de secretario. Para entrar a ver al ministro había que pasar por delante de él. Otra cosa es que fuera la puerta de acceso a Ábalos o tuviera poder: “Ni de coña. Lo que he leído de que era el cerebro de la trama, de que era temido, una bestia, no es así para nada”, remarca la misma fuente.
Ábalos explicaba que necesitaba a alguien con él las 24 horas. Y Koldo se convirtió en un cómplice, un confidente, un asistente personal. Le hacía recados personales y le llevaba la agenda. “Desde fuera parecía su esclavo, y a él le gustaba exhibir lealtad”, añade una fuente socialista. Ábalos llegó a llevárselo de vacaciones con su familia. Koldo, acompañando a su jefe a todas partes, se codeaba con todos los ministros, entraba en los despachos.
Estaba literalmente en una burbuja. En el ministerio llaman así, La Burbuja, a la zona exclusiva reservada al ministro, con un comedor y una cocina. Se entra con un pase que tienen pocas personas. Si no, hay que llamar. Pocos asesores tenían acceso libre. Koldo sí. Pero para muchos de los que lo rodeaban, resultaba claro que estaba fuera de sitio. “Se lo veía muy suelto, demasiado; no medía, no filtraba”. Eso provocó también momentos incómodos ante terceros. También era un poco “fantasma”, poco discreto. “Se ponía a tiro de cámara, para aparecer en la tele en segundo plano”. Lo riñeron por eso, cuentan estas fuentes. Le gustaba fardar de contactos, de conocer gente. “Tenía la manía de llamar a todo el mundo con el nombre de pila: ‘Me ha dicho Fernando…’ Pero, ¿qué Fernando? Y era Grande-Marlaska. Cosas así”. También llamaba José a Ábalos, cuando todo el mundo lo trataba de “ministro”. Se jactaba de poder resolver asuntos o poder hablar con alguien importante, aunque no fuera así. Se ve en las escuchas telefónicas que constan en el sumario judicial. Varias personas avisaron a Ábalos de que esa relación era problemática, confirman distintas fuentes, y él mismo lo ha admitido. “Ya sabes cómo es”, contestaba el ministro encogiéndose de hombros.
Koldo, cada vez más seguro de sí mismo, consigue enchufar a su mujer. Patricia Uriz, que en Pamplona trabajaba en el Corte Inglés, entra como secretaria en el ministerio. Ella también había entrado en el PSN, e incluso llegó a estar en la primera ejecutiva de María Chivite en 2014, como vocal de Bienestar Social. Koldo iba cada vez un poco más lejos. También metió a su hermano en otra entidad, la empresa pública Ineco. Y cuando el propio Koldo fue nombrado asesor en el consejo de Renfe, sus antiguos compañeros de Pamplona y de Ferraz ya se llevaban las manos a la cabeza, según cuentan ahora. En el ministerio explican que el Gobierno llegó de pronto, con una moción de censura, y hubo que improvisar con los cargos de confianza. La mayor parte de los asesores tenían formación de ingeniería, leyes, pero a quien iba a un consejo se le pedía que escuchara, tomara nota y luego contara al ministro lo que le pareciera relevante. Koldo así redondeaba el sueldo. Y para Ábalos ya era insustituible. Le recordaba la hora de tomarse una pastilla. Condujo el coche que lo llevó al aeropuerto a encontrarse con Delcy Rodríguez.
El viaje a México (2019)
El último giro decisivo en la vida de Koldo García llega a principios de febrero de 2019, con un viaje a México con el ministro, en el que conoce a Víctor de Aldama, un empresario dueño del club Zamora de fútbol, que se hacía pasar por cónsul honorario de España en Oaxaca. Una fuente mexicana presente en aquellas reuniones afirma que Aldama no era ni fue nunca cónsul honorario en esa ciudad, pero se presentaba como tal para intentar convencer a las autoridades de su capacidad para traer vuelos de Air Europa a Huatulco, algo que tampoco sucedió nunca. Hasta ese día, Koldo tenía su sueldo de chófer, su pensión de incapacidad, vivía en un pequeño piso que le alquilaba Ábalos en el barrio de La Latina, en el centro de Madrid, y aún no recibía el sobresueldo de Renfe (fue nombrado seis meses después). En aquel viaje, su suerte empezó a cambiar. Hay 10 horas de vuelo, y en el IB 6400 de Iberia de regreso pudo hablar tranquilamente con Aldama. La investigación de la Guardia Civil ubica en ese viaje a México el comienzo de la trama delictiva. Un año después, en marzo de 2020, llegó el primer contrato de mascarillas que los hizo ricos.
Distintas fuentes del ministerio aseguran que, de todos los nombres de empresarios que han salido en la trama, al único que vieron por allí es a Aldama. Un ex alto cargo del ministerio elucubra: “Imagino que por ahí empieza, te dejas querer, se quieren hacer amigos tuyos”. En esa situación, alguien como Koldo, que fanfarroneaba, presumía de influencia, de contactos y de cercanía al ministro, debía de ser un objetivo codiciado.
La gran ocasión para esos empresarios llega con la pandemia. “Hay que pensar cómo fue aquello. Recuerdo que cuando llegaron las mascarillas el ambiente era de decir: hemos triunfado. No hubo quejas, eran de buena calidad, a buen precio, de las primeras”, remarca una fuente del ministerio. Lo que ahora recoge la investigación judicial es que, gracias a Koldo, un tercio de los 54 millones que se pagaron en nueve contratos fueron a los bolsillos de la trama. Juan Carlos Cueto se llevó 9,6 millones, según el juez. Aldama, 5,5 millones. Koldo, 1,5 millones, que destinó a la compra de tres pisos en Benidorm, de forma bastante torpe. “Mi interpretación es que se aprovecharon de él. Vieron que era un punto débil en la cadena, que se creía con influencia y poder”, opina una fuente del Ministerio de Transportes. Cree lo mismo otra fuente de la institución: “Este tío no ha organizado nada, le ha venido hecho”.
¿Por qué Benidorm? Los padres de Koldo vivían allí, habían ido siempre de veraneo, como muchos vascos que en julio y agosto llenan el Mediterráneo. Cuando Ábalos se cae del Gobierno y de la secretaría de organización del partido en 2021, Koldo desaparece. Se instala en Polop, cerca de Benidorm, en una urbanización de reciente construcción. En una de esas casas, la Policía ha encontrado 23 teléfonos, nueve armas, dinero en efectivo. Pero en el último año, dice uno de sus antiguos conocidos, Koldo estaba buscando, con cierta desesperación, algún trabajo en la zona de Benidorm.