El ‘notario’ Petar convirtió en infierno el ‘Sea Paradise’
Un narco serbio mató a un marino haitiano y secuestró un remolcador para asegurar una entrega de 2.300 kilos de cocaína que no toda la tripulación sabía que transportaba hacia Canarias
Lo que pasó en el remolcador Sea Paradise tiene todos los elementos de una película de suspense, con un toque de terror. Un barco destartalado con 10 personas a bordo, tempestades, drogas, engaños, un tripulante traidor, un secuestro, un asesinato y un abordaje. El malo es Petar, un notario de la droga serbio que cargó el buque con 2.300 kilos de cocaína sin que lo supiera la totalidad de la tripulación. El muerto es un marino haitiano que...
Lo que pasó en el remolcador Sea Paradise tiene todos los elementos de una película de suspense, con un toque de terror. Un barco destartalado con 10 personas a bordo, tempestades, drogas, engaños, un tripulante traidor, un secuestro, un asesinato y un abordaje. El malo es Petar, un notario de la droga serbio que cargó el buque con 2.300 kilos de cocaína sin que lo supiera la totalidad de la tripulación. El muerto es un marino haitiano que intentó desarmar al captor, cuyos únicos rastros que quedaron en el barco fueron su sangre y su pasaporte. El abordaje lo hicieron policías de los GEO, tras negociar sobre la marcha con el secuestrador. El escenario es el triángulo de la cocaína, la enorme porción de Atlántico entre Azores, Canarias y Cabo Verde donde se trasvasan los grandes cargamentos que van de Sudamérica a África para llegar a Europa.
El Sea Paradise ―45 metros de eslora, 14 de manga y 51 años de servicio― llamó la atención de los servicios antidroga ya en octubre, cuando fue localizado dando tumbos por el Caribe, con una derrota errática. Zarpó de Panamá, enfiló hacia República Dominicana y volvió a Surinam. Pura zona de carga de estupefacientes. “Lo tenía todo para ser un barco cargado de cocaína”, aseguran fuentes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Policía Nacional. Las escasas dudas se disiparon cuando el buque enfiló hacia Canarias. Tras llegar al famoso triángulo de la cocaína, hizo un inesperado cambio de rumbo y se detuvo. Estaba a tiro, a unas 250 millas de las islas. El Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) lanzó entonces un patrullero y un comando para abordarlo.
Pero una llamada de socorro cambió los planes. Un tripulante del barco, con bandera de Panamá, había contado por teléfono satélite que un tal Petar, un tripulante serbio, había logrado introducir una pistola en el remolcador, lo había secuestrado y había matado a tiros a uno de los tripulantes, cuyo cuerpo había tirado al mar. Los otros ocho tripulantes estaban secuestrados bajo cubierta. “No todos sabían que el barco llevaba droga”, explican las fuentes de la UDYCO. El plan inicial que conocía la dotación era que tenían que llevar el remolcador, que no tiene licencia para trabajar en Europa, a Libia o Túnez tras hacer escala en Canarias. Pero el secuestrador tenía otras instrucciones y ordenó parar el barco a 250 millas de la costa canaria, lo que amotinó al resto.
La llamada de socorro (se supone que desde la cabina) hizo que el barco del SVA que iba al abordaje se diera la vuelta, ya que sus funcionarios no son policías y no están entrenados para este tipo de “situaciones críticas”. Comenzó a reunirse un equipo del Grupo Especial de Operaciones Especiales (GEO), que voló hacia Las Palmas para embarcar en el Cóndor (el buque de Vigilancia Aduanera que los iba a llevar al punto). Cuenta la policía que tuvieron que retrasar un vuelo, sacar a algunos pasajeros... y que el comandante del avión se lo cantó al pasaje, como recuerdan fuentes de la UDYCO: “Estamos esperando a un comando del geo que viene para ir a Canarias para un abordaje...”. Los geo, tras bajar del avión, embarcaron en el Cóndor y fueron al abordaje de noche. En 12 horas estaban allí.
La policía cuenta que en esas horas, mientras se reunía el equipo de asalto de la policía, corrió un rumor en el mundo del hampa de las islas: se buscaba una tripulación dispuesta a ir a buscar esta droga al Sea Paradise. Tan fuerte fue el chisme, que la Guardia Civil lo escuchó y comenzó a montar un operativo para incautar la droga y frustrar la operación. La policía les contó lo que pasaba y los guardias dejaron el trabajo a sus compañeros de azul.
El garante había logrado raptar y retener en el puente de mando al capitán, al segundo de a bordo y a un tripulante haitiano. Los amenazó de muerte si no seguían la ruta que él imponía. En un día impreciso de primeros de noviembre, los rehenes del puente intentaron quitarle el arma a Petar. Como consecuencia, el haitiano recibió al menos un disparo, cayó por una escalera... Murió. Petar recogió el cuerpo, lo envolvió, lo lastró y, como dice la policía, “echó el cuerpo a los peces”. El resto de la tripulación entendió el mensaje y obedeció las órdenes de Petar. Los investigadores han encontrado en el Sea Paradise el pasaporte del haitiano, junto con el del resto de la dotación, y vestigios biológicos suyos en la escalera por la que se precipitó. Nada más.
Había que negociar con Petar. Por lo que luego supieron los agentes, el serbio era lo que los policías conocen como “una garantía”, una especie de notario del narcotráfico que introducen las organizaciones en los barcos de transporte para asegurar la entrega de la droga. Y eso es lo que se disponía a hacer con el rapto, entregar la cocaína, en las coordenadas que tenía asignadas. Y la tripulación, que se había negado en principio a acatar las órdenes, no iba a ser un impedimento, porque fue encerrada bajo la cubierta. Pero el secuestrador, en cuanto vio que llegaba el GEO, tiró el arma al mar, según las citadas fuentes. Los agentes no se fiaban. El vídeo policial de esta negociación muestra al secuestrador y los dos rehenes de la cabina con las manos en alto en la popa del remolcador, mientras los agentes les piden que se levanten la ropa, que muestren todo lo oculto.
Cuando el barco había sido asegurado y todos los tripulantes estaban engrilletados en la popa, el remolcador fue registrado. Lo que vieron los agentes tampoco era normal: los rehenes habían sido forzados a hacer un agujero en un compartimento estanco para llegar al habitáculo de difícil acceso en el que la organización de narcotraficantes había escondido los 2.300 de cocaína. Parte ya estaba fuera, unida a luces estroboscópicas y garrafas de agua, por si había que botarla para que fuera recogida en alta mar. El Sea Paradise fue remolcado hasta el muelle de Los Llanos, en Santa Cruz de Tenerife, el gran cementerio flotante de los narcobarcos de la ruta africana.