PNV y EH Bildu se disputan en las urnas la hegemonía del nacionalismo
La decisión del PSE de reeditar la coalición con los peneuvistas limita su discurso
Las elecciones autonómicas vascas, previstas para abril, entre las autonómicas gallegas de febrero y las europeas de junio, vienen marcadas por la batalla por la hegemonía del campo nacionalista vasco entre el PNV y EH Bildu. La expectativa de esta disputa inédita es consecuencia inmediata de los comicios municipales y forales del pasado mayo, así como de los ...
Las elecciones autonómicas vascas, previstas para abril, entre las autonómicas gallegas de febrero y las europeas de junio, vienen marcadas por la batalla por la hegemonía del campo nacionalista vasco entre el PNV y EH Bildu. La expectativa de esta disputa inédita es consecuencia inmediata de los comicios municipales y forales del pasado mayo, así como de los generales de julio en los que la izquierda abertzale quedó, por primera vez, prácticamente empatada con el nacionalismo tradicional. No obstante, las expectativas de cambio de ciclo político, entendido como cambio de gobierno, están prácticamente desechadas en la medida que el PSE, el tercer partido, que previsiblemente tendrá la llave del gobierno, ya ha adelantado que no facilitará el Ejecutivo a EH-Bildu, sino al PNV. Asimismo, la rivalidad electoral entre los dos socios nacionalistas vascos del Gobierno de Sánchez tampoco afectará a la estabilidad del Ejecutivo central.
El mal resultado del PNV en las elecciones de primavera y verano —municipales, forales y generales—, en las que por vez primera en su historia fue alcanzado por la izquierda abertzale, le provocó una conmoción interna cuya consecuencia ha sido el relevo de Iñigo Urkullu, lehendakari durante las tres últimas legislaturas, por Imanol Pradales como candidato para las próximas elecciones vascas. Con este movimiento, el PNV ha precipitado un relevo generacional para evitar el cambio de ciclo político que proclama su rival en el campo nacionalista, EH Bildu. Con Pradales, joven profesional bien relacionado con el mundo empresarial y académico y con fuertes raíces peneuvistas, el PNV trata de ofrecer una imagen moderna y pretende detener, con ello, el desgaste de su Gobierno, cuestionado por el rápido deterioro de los servicios públicos vascos, especialmente por el de la antes prestigiosa sanidad pública, tras la epidemia de la Covid, y las tensiones con el sindicato ELA-STV, así como su pérdida de influencia en el voto joven.
Este movimiento ha condicionado el de EH Bildu, producido inmediatamente después. Para las próximas elecciones vascas, EH Bildu tenía previsto un candidato o candidata a lehendakari de transición, como lo fueron Laura Mintegi y Maialen Iriarte, a la par que Arnaldo Otegi, cuya renuncia a la candidatura estaba cantada, seguía dos años más como coordinador general de la coalición abertzale. Pero el relevo generacional del PNV ha empujado a EH Bildu a lanzar antes de lo previsto a Pello Otxandiano, su joven promesa —ingeniero especializado en políticas públicas, con fuertes raíces abertzales e incorporado a la coalición tras el fin del terrorismo—, pensada para competir con expectativas de victoria, en sus cálculos, para 2028.
EH Bildu, pragmática, calcula que tras estas elecciones no gobernará Euskadi. Su objetivo, de cara a abril, es seguir creciendo y reduciendo distancias con el PNV, como apuntan las encuestas conocidas hasta el momento que, aunque hay que leerlas con precaución, marcan tendencias. El Sociómetro vasco de diciembre otorga a EH-Bildu un crecimiento importante, pero sin sobrepasar al PNV, que sufre una bajada sensible. Concretamente, los abertzales subían de 21 a 24 o 25 escaños mientras el PNV bajaba de 31 a 27 o 28. Una previsión electoral que la formación interpreta como razonable, pues creen, por un lado, que, pese al cambio de imagen, el PNV sufrirá un desgaste aunque es muy difícil que en unas solas elecciones autonómicas, EH-Bildu supere los 10 escaños que los peneuvistas le sacaron en 2020. Por otro, confía en crecer a cuenta de Podemos. Las últimas encuestas pronostican para este partido una bajada de 6 a 3 escaños motivada por sus conflictos internos con Sumar y la indefinición de su candidatura, condicionada por la crisis en Galicia. EH-Bildu, además de contar con una estructura organizativa poderosa, sigue otorgando protagonismo a sus programas sociales con el objetivo de abrirse a nuevos sectores jóvenes y no nacionalistas, lo que perjudica a Podemos.
Asimismo, EH Bildu ha interiorizado el discurso del PSE —el partido que previsiblemente tendrá la llave para decidir quién gobierna- de que no posibilitará su presencia en el Gobierno vasco, reiterado por su secretario general, Eneko Andueza, tras al apoyo de los socialistas navarros al candidato abertzale Joseba Asiron en el Ayuntamiento de Pamplona. El PSE, que reitera la excepcionalidad del caso pamplonés por el desgobierno de UPN, considera que, además de los argumentos éticos —el núcleo duro de EH Bildu tiene pendiente la autocrítica por su pasada complicidad con ETA—, a muchos de sus cuadros les queda aún un recorrido para superar los métodos drásticos, propios de una organización radical, y aplicar políticas reformistas en las instituciones. Una deficiencia que le supuso perder la Diputación de Gipuzkoa y la alcaldía de San Sebastián en 2015.
El PSE reivindica su papel facilitador del “carril central” de la política vasca tras 10 años de gobierno de coalición con el PNV y cree que sigue teniendo vigencia. La coalición gubernamental de nacionalistas y no nacionalistas, acordada entre el lehendakari Urkullu y la entonces secretaria general del PSE, Idoia Mendia, evitó que Euskadi entrara en la dinámica de Cataluña, el pacto entre nacionalistas y el conflicto con los no nacionalistas, que llegó al paroxismo con el procés. Tras las próximas elecciones vascas hay muchas posibilidades de que se renueve el acuerdo de gobierno con los nuevos líderes, el peneuvista Pradales y el socialista Andueza. Las encuestas otorgan una ligera mejora al PSE —de 10 a 11 o 12 escaños—, que compensaría parcialmente la hipotética pérdida del PNV. El PSE asegura que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ve favorablemente la repetición de la coalición y, pese a la rivalidad electoral entre el PNV y EH Bildu, creen que no afectará a la estabilidad del Ejecutivo central. La rivalidad electoral no ha impedido que en Pamplona el PNV haya apoyado al candidato de EH Bildu. El rechazo al bloque radical PP-Vox-UPN les une.
El PP vasco actual y su nuevo candidato, Javier de Andrés, siguen el discurso radical de la sede central. A los versos sueltos del PP vasco, como fueron Borja Sémper y Javier Maroto, los ha engullido el discurso duro de Génova, lo que abre expectativas al PNV de lograr voto moderado del PP y más aún con la expectativa de crecimiento de EH Bildu. El Sociómetro concede al PP vasco los seis escaños que consiguió en la anterior legislatura con Ciudadanos más la absorción del único parlamentario vasco de Vox.
No obstante, aunque la posibilidad de cambio de Gobierno y de ciclo no está entre las hipótesis más probables, las próximas elecciones vascas servirán para constatar si las nuevas tendencias que apuntaron las elecciones de primavera y verano se confirman o qué deriva toman. También será interesante observar el tirón de la renovación generacional, de los nuevos candidatos a lehendakari, pues todos los partidos —con la única duda del ámbito de Sumar y Podemos— han cambiado sus cabezas de cartel.