La red de apoyo a los “yihadistas frustrados”
Una operación internacional liderada por la policía española deja ver cómo se coordinan los islamistas que no logran entrar en zona de conflicto para cometer atentados
Hamed, nombre ficticio, viajó de Marruecos a Turquía, como lo hicieron otros muchos de sus compatriotas tras la proclamación del llamado califato y la creación del Estado Islámico liderado por Abu Bakr al-Baghdadi en 2014. Su objetivo era convertirse en combatiente, uniéndose al grupo terrorista en Siria. Según los investigadores de la policía española, “se pasó años tratando de cruzar la frontera turca para llegar a la zona de conflicto, pero no lo logró”. Y se convirtió así en lo que los expertos denominan “otro yihadista frust...
Hamed, nombre ficticio, viajó de Marruecos a Turquía, como lo hicieron otros muchos de sus compatriotas tras la proclamación del llamado califato y la creación del Estado Islámico liderado por Abu Bakr al-Baghdadi en 2014. Su objetivo era convertirse en combatiente, uniéndose al grupo terrorista en Siria. Según los investigadores de la policía española, “se pasó años tratando de cruzar la frontera turca para llegar a la zona de conflicto, pero no lo logró”. Y se convirtió así en lo que los expertos denominan “otro yihadista frustrado”, los que no han alcanzado la primera línea. En marzo de 2022 fue detenido en una localidad al norte de Suiza fronteriza con Francia, adonde se dirigía presuntamente para cometer un atentado, según los investigadores españoles, que lograron monitorizar sus movimientos y alertaron a las autoridades helvéticas. Junto a él, y en paralelo, en una doble operación sincronizada en ambos países, era arrestado un compatriota suyo de 30 años, residente en San Sebastián, “uno de los radicalizados incluido en los sistemas de cibervigilancia españoles”, que fue quien puso a los agentes de la Comisaría General de Información (CGI) de la Policía Nacional sobre la pista del combatiente frustrado.
Aquello “evitó el atentado” —aseguran fuentes de la investigación, sin especificar de qué tipo—, y fue la primera fase de la Operación Miya, que desveló una red internacional yihadista que ofrecía apoyo logístico y económico a quien estaba dispuesto a pasar a la acción y cometer un atentado, aunque para ello tuviese, como Hamed, que atravesar toda la ruta balcánica, la misma que recorrían muchos refugiados desde Turquía hacia Europa por Serbia, Kosovo, Bosnia, Croacia o Eslovenia.
“Cruzar los Balcanes no es fácil si estás solo”, analizan los investigadores. “Necesitas dónde dormir, dónde comer, ropa para vestirte, dinero para moverte, para comunicarte... Pero si tienes una red, la cosa cambia”, explican. “Por eso lo que hacen es crear una red de apoyo logístico para un terrorista en concreto, que en este caso estaba ya muy cerca de su destino, y al que no habría podido llegar sin todo ese soporte”, señalan. Los policías españoles subrayan otro dato: el combatiente frustrado “estaba fuera de los radares de todo el mundo”, hasta que fue detectado, geolocalizado e identificado por ellos.
“Los destinos de Afganistán o de los países del Sahel, en los que el Estado Islámico prosigue su camino, se tornan demasiado duros para irse ahora a hacer la yihad, por eso muchos optan por tratar de actuar en suelo europeo buscando esas redes de apoyo que se fraguan por Internet”, explican los investigadores españoles, que han desarticulado la semana pasada, en una segunda fase de esa misma operación, una red de 13 miembros con ramificaciones en 12 países. Esa red de apoyo, de la que solo han revelado la parte española —con cinco detenidos— por motivos de confidencialidad, ha puesto de relieve que la infraestructura necesaria para la perpetración de atentados se coordina mediante esas redes sociales encriptadas y se sustenta económicamente con criptomonedas. “Se han intervenido unos 200.000 euros, pero esta red ha movido millones de euros en los últimos años, y ha enviado dinero directamente a zonas de conflicto como Afganistán”, aseguran los policías.
Los investigadores advierten de un salto cualitativo en estas nuevas organizaciones islamistas por esa amplia interconexión entre tantos países y, sobre todo, por el aspecto de la financiación económica. Se trata de cantidades mucho mayores, de un dinero que obtienen “de la actividad delincuencial”, señalan; y aseguran que, en parte, “puede provenir del blanqueo del tráfico de drogas”. También recuerdan que “hace un año y medio fue detenido el jefe de finanzas del Estado Islámico, que había sido financiado desde España, entre otros países”. Ya no es una financiación con el método tradicional de la hawala, un sistema de envío de dinero basado en la confianza de los intermediarios, porque se hace llegar una cantidad a través de conocidos comunes.
La semana pasada, y tras haber pasado en prisión más de un año, los agentes de la Comisaría General de Información volvieron a detener en San Sebastián a quien les puso sobre la pista del yihadista frustrado apresado en Suiza. “Pero esta vez ya no le deteníamos por radicalización, sino por pertenencia a organización terrorista”, aclaran los investigadores, tras descubrir que formaba parte de un entramado que financiaba y daba “cobijo, conexiones y facilidades de todo tipo” al potencial terrorista, en este caso en su travesía por la ruta balcánica. “A mediados de 2021, cuando aún llevaba pocos meses en España, era un radicalizado, que hacía apología, enaltecimiento, tenía contactos con personas que podían ser de interés hasta un nivel de riesgo”, explican los agentes sobre su evolución yihadista.
Junto a ese hombre detenido en el País Vasco, que era la principal conexión española de la red, cayeron otros cuatro presuntos yihadistas, “todos magrebíes y en la treintena, salvo un joven de 20 años, uno de ellos casado; todos con trabajos normales, alguno ya con bastante arraigo en España”, detallan. Fueron localizados en Cáceres, Valencia (dos de ellos) y Alicante. “Se conocían de foros temáticos de Internet; comenzaron compartiendo ideas, deseos, después información, y, posteriormente, fueron cambiando de canales hasta que conformaron una red segura para ellos mediante la que planificar y coordinarse para dar apoyo logístico a quien lo requiriera”, explican los investigadores. “Todas las comunicaciones que mantienen son cifradas, en entornos yihadistas, mediante redes sociales encriptadas”, añaden. “Les une su ideología. No se conocen físicamente. Pueden encontrarse a miles de kilómetros de distancia. Pero se mandan contenidos y se refuerzan en su ideología”, agregan, mostrando la horizontalidad de este tipo de redes de apoyo, en las que “no hay cabecillas”.
Más de 40 detenidos en dos meses
La actuación policial se precipitó la semana pasada, en el marco de una campaña de una decena de operaciones antiyihadistas que se han saldado con más de 40 detenidos solo en los dos últimos meses, coincidiendo con el comienzo de la guerra entre Israel y Hamás el pasado 7 de octubre y la elevación a “4 reforzado” (sobre un máximo de 5) del nivel de amenaza terrorista en España.
“Los miembros de esta red en España estaban adoctrinando a más gente, personas de su propio entorno, y uno de ellos reiteradamente manifestaba el deseo de actuar, de pasar a la acción”, justifican los agentes, que en los registros de los domicilios encontraron “munición de arma corta, un hacha, manuales para la confección de explosivos, de adoctrinamiento a menores y propaganda yihadista”. Y recuerdan que desde hace años no se producen atentados planificados en Europa, sino que los terroristas actúan cuándo pueden, cómo pueden, y dónde pueden en el momento que les parece apropiado o sienten ese deseo.