Feijóo asume en un año la coalición con Vox tras criticar a Casado por acercarse a Abascal
El líder del PP normaliza la presencia de la extrema derecha en las instituciones y convierte al partido ultra en voto útil para su electorado
Cuando Pablo Casado se arrimaba a Vox para tratar de frenar la fuga de votos que señalaban las encuestas, desde la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo asomaba de vez en cuando para criticar el rumbo de su partido. “El apóstol del extremo centro”, como bautizó el exministro José Manuel García-Margallo al político gallego, decía entonces: “Nos hemos equivocado en la estrategia. No hemos sabido parar a la derecha populista. No hemos sabido decirle a la gente que el PP no tiene nada que ver con Vox....
Cuando Pablo Casado se arrimaba a Vox para tratar de frenar la fuga de votos que señalaban las encuestas, desde la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo asomaba de vez en cuando para criticar el rumbo de su partido. “El apóstol del extremo centro”, como bautizó el exministro José Manuel García-Margallo al político gallego, decía entonces: “Nos hemos equivocado en la estrategia. No hemos sabido parar a la derecha populista. No hemos sabido decirle a la gente que el PP no tiene nada que ver con Vox. A veces hemos cometido algún giro que parecía que íbamos a hacer un gobierno con Vox y eso ha preocupado a mucha gente”... “No me resigno a ver a los populismos en el Congreso de los Diputados”; “No debemos caer en las trampas de los postulados nostálgicos, algo que nunca hemos sido. No hemos sido xenófobos, insolidarios, reaccionarios. Eso se lo dejamos a otros partidos...”.
Ahora, como líder del PP y candidato a la presidencia del Gobierno, dice: “Si le tengo que pedir el sí a Vox, lo lógico es que Vox esté en mi Gobierno (El Mundo). “Lo más importante es no mentirle a la gente y tener un criterio. Mi criterio es: donde necesitemos el sí de Vox, lo lógico es que Vox esté en el Gobierno” (El programa de Ana Rosa). Todas las encuestas señalan que el PP necesitaría el apoyo de la extrema derecha para llegar a La Moncloa. Feijóo se ha hecho tanto a la idea de gobernar con el partido de Abascal que incluso aclara que a él no le temblará el pulso si tiene que cesar a alguno de sus ministros. Hace tan solo unos días, en plena bronca en Extremadura entre la líder regional del partido, María Guardiola, y Vox, el líder del PP aplicaba otro criterio, este, por porcentajes. En la Comunidad Valenciana, argumentaba, habían llegado a un acuerdo porque Vox había obtenido el 12% de los votos. En la comunidad presidida por el socialista Guillermo Fernández Vara no podía ser —finalmente, sí fue—, decía, porque Vox se había quedado en el 8%.
Desde la Xunta, la culpa del auge de Vox era, según Feijóo, de la estrategia equivocada de Casado, que fue derrocado por los suyos en febrero de 2022. Ahora, desde Génova, es de los socialistas: “Es el PSOE el que facilita las coaliciones con Vox al no dejar gobernar al PP”, declaró este lunes en Telecinco. En Extremadura, donde acaban de firmar un acuerdo con la extrema derecha, los populares no fueron la lista más votada.
El último día de la campaña de las generales de 2019, Casado había dejado caer que podía meter a Vox en su gobierno si ganaba —“¿Para qué vamos a andar pisándonos la manguera entre nosotros si lo que tenemos que hacer es sumar?”, dijo—, pero es él —en competición con la María Guardiola de hace 15 días— quien ha pronunciado el discurso del PP más duro hasta la fecha contra el partido de Santiago Abascal —“Decimos no a este engendro antiespañol que patrocinan con esa política cainita”, declaró en la moción de censura a Sánchez impulsada por Vox en octubre de 2020—, y ha sido bajo el liderazgo de Feijóo en el partido cuando la extrema derecha ha acumulado poder institucional de la mano de los populares.
La primera vez que Vox se presentó a unas elecciones generales, en 2015, obtuvo el 0,23% de los votos, 57.733 exactamente. Hoy es la tercera fuerza parlamentaria con los 52 diputados que le otorgaron 3,6 millones de papeletas en noviembre de 2019, y las recientes autonómicas y municipales han consolidado su participación en las instituciones. En España se va normalizando la presencia de la extrema derecha. Y en eso ha tenido mucho que ver su principal competidor, el partido matriz, el PP, y su actual líder, quien ha avalado los pactos de Gobierno en Castilla y León —ahí todavía como presidente popular in pectore—, Comunidad Valenciana, Extremadura y más de un centenar de ayuntamientos. “Vox ya no da miedo al votante de la derecha”, afirma José Pablo Ferrándiz, director de estudios políticos de Ipsos.
El crecimiento de Vox ha ido en paralelo a sus negociaciones con el PP. “La gente”, explica Ferrándiz, “se ha acostumbrado a los gobiernos de coalición, a la política de bloques y a los pactos. Al votante del PP no le echa para atrás que Feijóo pacte con Abascal. Los más moderados podrían plantearse votar al PSOE para evitar a Vox, pero saben que los socialistas necesitarán probablemente el apoyo de otros partidos independentistas y eso tampoco les gusta, así que Feijóo tiene el terreno abonado para que esos acuerdos no le penalicen, sobre todo cuando en la derecha hay una pulsión de cambio muy fuerte y se imponen las ganas de echar a Sánchez sobre lo demás. Según nuestros datos, el 47% de votantes del PP opina que Abascal es ‘capaz de generar el cambio que necesita España’ y tres de cada cuatro no creen que el PP ‘esté blanqueando a la extrema derecha’. Son previos a los pactos en la Comunidad Valenciana y Extremadura, pero ya se había firmado el de Castilla y León”.
“Con la formación de gobiernos autonómicos y municipales”, afirma Erika Bejerano, investigadora de 40dB., “avanzamos a una mayor normalización de la presencia de Vox en las instituciones”. En el último barómetro de la agencia de investigación, realizado entre el 23 y el 26 de junio, el grupo mayoritario (37%) entre la población general ve con “preocupación” la posibilidad de que Vox ocupe ministerios en el Gobierno de España, mientras que un 12% y un 11% señala que ese escenario le produce “satisfacción” y “tranquilidad”, respectivamente. Entre los votantes del PP, sin embargo, las sensaciones positivas (44%) ganan a las negativas (35%). Entre la población general, además, se produce prácticamente un empate entre quienes señalan su preferencia por un gobierno de los populares en solitario y los que ven mejor un bipartito con Vox.
El politologo José Pablo Ferrándiz señala que al meter a Vox en sus gobiernos, el PP los ha convertido en “voto útil”
En la negociación del primer pacto, el andaluz de enero de 2019 —cuando Casado era todavía líder del PP— , Vox no entró en la Junta y el líder de los populares en la comunidad, Juan Manuel Moreno Bonilla, obtuvo posteriormente, en las elecciones del pasado julio, la mayoría absoluta. Feijóo insiste en que quiere gobernar en solitario y llama a concentrar el voto en sus siglas para “derogar el sanchismo”, pero sus actos, es decir, sus pactos, contradicen su discurso del voto útil porque el votante del partido de Abascal, explica Ferrándiz, ve que apoyar al partido de Abascal sirve para tocar poder. “La presencia de cargos de Vox en los ejecutivos”, añade Bejerano, “asienta la imagen de que es capaz de conseguir representación e imponer su línea programática”. La “violencia intrafamiliar”, “el adoctrinamiento”, el “efecto llamada”...
Esa estrategia de Feijóo implica riesgos para el PP. El plan de reunificación de la derecha ha funcionado con Ciudadanos, fagocitado electoralmente por los populares, que, además, han incluido en sus listas a varios de sus antiguos cargos, pero se aleja con Vox. El último barómetro de 40dB. para EL PAÍS muestra que aumentan sus fugas: el 11% de los votantes del PP en 2019 optaría ahora por la extrema derecha.
Tanto Bejerano como Ferrándiz coinciden en que las coaliciones suelen beneficiar al principal partido —que se apunta los éxitos— y perjudicar al minoritario —que socializa las derrotas—, y que es difícil que Vox, aunque haya aumentado su presencia institucional de la mano del PP, acabe ocupando en España el espacio que ha colonizado en otros países del entorno. “Esa ultraderecha”, afirma el director de estudios políticos de Ipsos, “crece mucho, pero se alimenta de cuestiones que aquí no están presentes de la misma manera, como la inmigración o el antieuropeísmo. Aquí, su ascenso ha tenido que ver con la oposición al independentismo y con el movimiento feminista. En Polonia y Hungría crece también porque la izquierda está débil, y de hecho, la oposición a la extrema derecha allí es el centro derecha. En España la izquierda está más fuerte”.
La investigadora de 40dB. recuerda que los principales partidos de cada bloque “sortean con más facilidad las barreras del sistema electoral”. Pero Ferrándiz apunta que quizá en Génova se han dado cuenta de que “si Vox se desinfla en circunscripciones pequeñas o medianas, pueden no rentabilizarlo en número de escaños”. Una de las claves del 23-J es quién ocupará el tercer puesto. La condición para que gane un bloque u otro depende, en buena medida, de que el segundo miembro de la ecuación (sea Sumar o Vox) no se hunda.
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