‘Blitzkrieg’ electoral

Se enfrentan dos estrategias opuestas ante los comicios generales de este año: la del PP y su persistente argumentario contra Sánchez y la del PSOE, que lo fía todo a una reacción de última hora de su electorado

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en un acto de precampaña en Badajoz, el 24 de febrero.Andrés Rodríguez (Europa Press)

En las próximas elecciones generales no solo se van a enfrentar dos visiones sobre las políticas que debe desplegar el nuevo gobierno, sino dos maneras de encarar los comicios, dos estrategias diametralmente opuestas.

Por un lado, el PP sigue fiel a su hoja de ruta tradicional, aquella “lluvia fina” preconizada por Aznar en su primera legislatura que tan buenos resultados le proporcionó. Los populares son una organización más disciplinada de lo que a veces parece. Incluso las voces discordantes se ensamblan...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En las próximas elecciones generales no solo se van a enfrentar dos visiones sobre las políticas que debe desplegar el nuevo gobierno, sino dos maneras de encarar los comicios, dos estrategias diametralmente opuestas.

Por un lado, el PP sigue fiel a su hoja de ruta tradicional, aquella “lluvia fina” preconizada por Aznar en su primera legislatura que tan buenos resultados le proporcionó. Los populares son una organización más disciplinada de lo que a veces parece. Incluso las voces discordantes se ensamblan en una melodía que se despliega por todos los canales de los que dispone el PP.

Es la marca de la casa. Todos los portavoces utilizan siempre las mismas expresiones, generando una avalancha coordinada en la que nadie desentona. Desde que Pedro Sánchez asumió la presidencia, la respuesta del PP ha sido la de pintar al nuevo gobierno como radical y caótico, más aún desde que se constituyó el ejecutivo de coalición con la participación de Unidas Podemos.

La estrategia del PP prácticamente no ha variado en los últimos cinco años, golpeando sobre los mismos puntos una y otra vez. En ese sentido, el cambio de Casado por Núñez Feijóo no ha supuesto una modificación de la estrategia profunda del partido, que ha seguido siendo la misma: tenemos un gobierno que no sabe donde va, con un presidente endiosado que no atiende a las necesidades de la mayoría (“la gente de bien”) y que gobierna para unos socios que lo tienen secuestrado. En todas las intervenciones de los miembros del PP, ya sea en el Congreso, en el Senado, en entrevistas o tertulias, se tocan las mismas notas.

El resultado es que esa melodía va calando en segmentos del electorado que ahora, tras cinco años de sirimiri, empiezan a mostrar una clara tendencia hacia el PP. En este inicio del año electoral los populares cuentan con cuatro millones de votantes fieles dispuestos a participar en las elecciones generales, a los que se agregarían más de dos millones de electores provenientes de otros partidos, convencidos por la persistente llovizna popular.

Frente a esa estrategia del PP, el PSOE parece fiarlo todo a una reacción de última hora, una Blitzkrieg o guerra relámpago de movilización repentina en su espacio de apoyo que, según los datos del CIS, hoy en día se muestra mucho menos dispuesto a participar en los comicios generales que la base del PP. El conjunto de indecisos adscritos al bando izquierdo rondaría el millón de electores, imprescindibles para asegurar la victoria de los socialistas.

Si la del PP es la lluvia fina, la estrategia del PSOE se asemeja más a un huracán. A su favor cuentan con un número creciente de electores que dicen decidir el voto a última hora, aunque estos no tienen por qué inclinarse por la papeleta socialista. Todo dependerá de la capacidad que tenga el PSOE de generar un escenario de tensión de tal potencia que interpele a la participación masiva de su base.

El ejemplo podría ser la elección general de marzo de 2004. Pero los que toman ese ejemplo olvidan que detrás de la victoria por sorpresa de Zapatero había dos años en los que el voto de la izquierda había ido acumulando razones para lo que finalmente ocurrió (guerra de Irak, Prestige, la boda de la hija de Aznar…). Detrás de una operación de Blitzkrieg hay más organización de la que parece. Es cierto que en los últimos años hemos asistido a corrimientos electorales imprevistos a caballo de giros de guion inesperados y espectaculares pero, analizados con detenimiento, todos tenían detrás un lento periodo de fermentación. Si está pasando algo similar hoy en España, las encuestas no lo están captando.

Más información

Archivado En