Un año de incógnitas en el crimen de Traspinedo
La muerte de Esther López, cuyo cuerpo apareció en una cuneta tras una noche de fiesta, sigue sin explicación. Cientos de personas se concentraron en Valladolid este domingo para reclamar avances en la investigación
La niebla envuelve Traspinedo (Valladolid, 1.200 habitantes). Un manto gris cubre el pueblo, paralizado por el frío al cumplirse un año de la efeméride más negra en una población en la que nunca pasaba nada. La madrugada del 13 de enero de 2022 desapareció Esther López, una vecina de 35 años, y se abrió un caso que sigue sin resolverse. Su cuerpo fue hallado tres semanas después en la cuneta de una carretera concurrida. ...
La niebla envuelve Traspinedo (Valladolid, 1.200 habitantes). Un manto gris cubre el pueblo, paralizado por el frío al cumplirse un año de la efeméride más negra en una población en la que nunca pasaba nada. La madrugada del 13 de enero de 2022 desapareció Esther López, una vecina de 35 años, y se abrió un caso que sigue sin resolverse. Su cuerpo fue hallado tres semanas después en la cuneta de una carretera concurrida. Las sospechas de los investigadores cayeron desde el principio sobre Óscar S., un amigo de la familia con quien López pasó la noche previa. Él asegura que la dejó sola y que no sabe nada. La investigación sigue analizando por qué murió congelada, con una hemorragia interna, tras una noche de fiesta. Los vecinos del municipio aguardan respuestas tras un año de espera. Cientos de personas se concentraron el domingo en el centro de Valladolid para recordar y pedir justicia. Inés López, hermana de Esther, leyó un comunicado en el que agradecía el cariño que ha recibido la familia durante este tiempo y cargaba contra el principal sospechoso, que ha sido investigado, pero no detenido.
El cauce del río Duero y los pinares cercanos fueron peinados al milímetro buscando a la mujer hace ahora un año. El cuerpo se encontró, 23 días después, en la cuneta de una curva de la VP-2303, la carretera que llega a la localidad. La autopsia reveló que Esther murió allí, con temperaturas de seis grados bajo cero, tras haber consumido alcohol y drogas, y que tenía una herida interna por un golpe a la altura de la cintura. Un cóctel mortal al que probablemente habría sobrevivido si un médico la hubiese atendido. Las pesquisas de los investigadores apuntan a la última persona que la vio viva: su amigo Óscar S. Este declaró en sede judicial que habían decidido recogerse tras una noche de fiesta, pero ella quiso seguir. Él se negó, ella se enfadó, lo llamó “rancio” y se bajó del coche para buscar a otro amigo. Según su testimonio, el sospechoso fumó un cigarro, se durmió y se fue a trabajar al amanecer. Pero su versión no se sostiene, según los investigadores. El hombre, muy conocido por la familia de Esther, no pisa Traspinedo desde entonces.
La jueza a cargo del caso ha prorrogado otros seis meses la instrucción. Los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil han ido recabando información tras analizar el coche y casa del investigado, el cuerpo y ropas de la mujer y la geolocalización de los teléfonos en la noche en la que desapareció. El ordenador de a bordo del vehículo en el que viajaron ambos fue borrado y sus localizaciones serán esenciales para saber qué pasó. Las antenas de telefonía indican que los dos estuvieron cerca del chalé de Óscar S. horas después de que él afirmara haberse despedido de ella. Los agentes percibieron una “extraña actitud de despreocupación” al preguntarle por su amiga, corroboraron que la actividad de su móvil esa madrugada chocaba con sus rutinas y recogieron el testimonio de Carlos G., que iba en el vehículo antes de que ella supuestamente pidiera seguir de copas y que no creyó haber visto en ella ánimo de más ocio nocturno.
En las señales de tráfico de la curva donde fue hallado el cadáver de Esther López, alguien ha colocado flores y un osito de peluche. Entre las tres placas se lee: “Sin justicia no hay descanso”, y hay un cartel con la foto de la fallecida. La maleza ha crecido en la tierra que se desbrozó para escrutar cada detalle del lugar del hallazgo. Ese cartel también está pegado en el rótulo que da acceso al pueblo, y es el mismo que múltiples comercios y particulares han colocado en sus ventanales. Volver por Traspinedo refleja la tónica de estos meses: tensa espera y poca gente que quiera hablar del caso que involucra a dos vecinos. Los camareros del restaurante La Maña, cerca de donde el amigo de Esther defiende que se apeó la víctima, declinan pronunciarse y se disculpan porque no quieren más ruido. Parecido ambiente en el bar James Dean, en el centro del pueblo, uno de los últimos negocios que frecuentó el grupo antes del suceso. Se hace un silencio incómodo al sacar el tema, con rostros serios, y se zanja con “lo que sabemos es por los medios”. “Si antes salían poco, ahora menos”, sostiene un cliente sobre la familia afectada, con la que EL PAÍS ha contactado sin obtener respuesta.
El alcalde, Javier Fernández, suspira al ser consultado sobre el asunto: “El aniversario hace que se recuerden esos momentos tensos”. Nadie comprende cómo una noche tranquila “que empezó tomando algo y viendo el fútbol” terminó con ese “desenlace entre vecinos”. Este domingo, durante la concentración, se ha emitido un vídeo con fotos de la vida de Esther López. Solo un vecino que pasea por las calles de Traspinedo, Pedro Arribas, de 24 años, se pronuncia: “Al principio había mucha incertidumbre, pero ahora se va diluyendo”, resume. También añade que, si el principal sospechoso es inocente, “le va a costar volver al pueblo”.