La ‘rave’ que puso a La Peza en el mapa
La marcha de los últimos rezagados cierra el círculo de una fiesta ilegal en la que se enrolaron los vecinos de este pequeño municipio granadino convertido en protagonista inesperado del inicio del nuevo año
Para los habitantes de La Peza (Granada, 1.120 habitantes) la cabalgata de los Reyes Magos de 2023 ha sido diferente. Muchos llevaban casi una semana de fiesta y echaban en falta la música tecno. Ha sido la banda sonora inesperada de esta zona rural desde que una rave, sin autorización y por la que han pasado unas 4.000 personas en cinco días, pusiera el foco mediático en esta pequeña localidad andaluza. “En las carrozas suena algo un poco más ...
Para los habitantes de La Peza (Granada, 1.120 habitantes) la cabalgata de los Reyes Magos de 2023 ha sido diferente. Muchos llevaban casi una semana de fiesta y echaban en falta la música tecno. Ha sido la banda sonora inesperada de esta zona rural desde que una rave, sin autorización y por la que han pasado unas 4.000 personas en cinco días, pusiera el foco mediático en esta pequeña localidad andaluza. “En las carrozas suena algo un poco más agradable”, decía con humor Fernando Álvarez (PP), alcalde del municipio, que ha llevado con mucha calma los acontecimientos. El jueves visitaba los terrenos municipales donde se ha celebrado la fiesta, donde apenas quedaban un puñado de rezagados. “Me he quedado boquiabierto: ni una colilla en el suelo. Está todo recogido. Cualquier fiesta de cumpleaños genera más residuos”, subrayaba. Decenas de bolsas de basura esperaban apiladas a una cuba que la organización pagó por adelantado y que la Guardia Civil impidió que accediera a la fiesta. Han podido hacerlo este viernes, como cierre a una semana que ha cambiado a La Peza y, de paso, la imagen social de este tipo de eventos.
A 30 kilómetros al noreste de Granada, La Peza suele pasar desapercibido. Dispone de una salida desde la autovía A-92 que atraviesa Andalucía poco antes de Guadix, pero ni siquiera es un acceso directo. Su escasa población se dedica a la ganadería, a la agricultura de subsistencia y al trabajo en empresas del área metropolitana granadina. El entorno natural sorprende. El paisaje está marcado por las cárcavas, formaciones casi marcianas creadas por la erosión de la lluvia. Más allá hay 9.000 hectáreas de monte público coronadas, al sur, por las cumbres blancas de Sierra Nevada. El embalse de Francisco Abellán da el toque acuático, aunque ahora está apenas al 17% de su capacidad. Territorio atractivo para ciclistas y senderistas, lo es también para quienes decidieron pasar la Nochevieja en una gran fiesta de música electrónica en suelo rústico propiedad municipal a tres kilómetros del casco urbano. “Vaya buen ojo han tenido con el sitio”, señalaba Antonio Castro, responsable de un supermercado en el pueblo.
La tranquila vida local se vio sobresaltada el 30 de diciembre por una gran caravana de furgonetas y pequeños camiones que se desviaban por una tortuosa pista de tierra. Nadie sabe cómo en apenas unas horas había montados ya seis escenarios repletos de altavoces, varios puestos de comida y diversas barras de bebida al estilo del Burning Man del desierto de Nevada (EE UU) o de la ya desaparecida Fiesta del Dragón, que primero se organizó en Órgiva y luego en Santa Fe, también en la provincia de Granada.
Cerca del núcleo de La Peza, estos días surgió una pequeña ciudad autogestionada con un único objetivo: la fiesta. Sus organizadores habían mantenido casi en secreto la localización, solo comentada a unos pocos. La rápida intervención de la Guardia Civil, que montó un potente dispositivo desde ese mismo día, impidió que el aforo se disparase. La medida benefició a todos. La rave pudo continuar sin masificación y los agentes pudieron controlar, sin demasiados sobresaltos, el ir y venir de unos asistentes a los que, además, el tiempo ha acompañado: sol y calor para el bikini a mediodía y frío suave para las largas jornadas nocturnas.
Autogestión y ‘free party’
Algunos medios de comunicación infundieron, durante los primeros días, cierto temor a los vecinos. Hablaban de drogas, el colapso de la carretera, las molestias que podía causar la música sonando 24 horas. La rave mantenía “en vilo” a los vecinos, decía Telecinco. Cuando los más jóvenes del pueblo y otras localidades cercanas se unieron a la celebración, la situación cambió. Más aún cuando senderistas, ciclistas, familias completas o abuelas acompañadas de sus nietos se adentraron en la zona. “Había que ir a verlo”, señalaba José Arroyo, de 49 años. Todos se sorprendían de la buena organización de un evento donde les daban la bienvenida, invitaban a café, a bailar o simplemente a mirar. “Es increíble que haya algo así en nuestro pueblo”, apuntaba Verónica Sánchez, de 28 años, feliz de poder acudir con sus amigos a la fiesta, convertida en un rayo de luz entre noticias aciagas. A pesar de los testimonios, algunos periodistas seguían dudando desde Madrid sobre la interacción entre los forasteros y los vecinos.
Mientras tanto, nadie se ha responsabilizado del evento. Sus impulsores eran conscientes, como explicaron a este periódico, de que la fiesta era ilegal, pues carecía de autorización. “Y si se hubiera pedido, jamás la habrían dado”, contaban desde el entorno de la organización. Han sido una veintena de colectivos musicales de toda Europa quienes lo crearon y mantuvieron bajo la reivindicación de la autogestión y el concepto de free party, con la doble traducción: gratuita—nadie pagaba por entrar— y libre “para divertirse sin molestar ni ser molestado”. Es justo lo que defendían muchos residentes de La Peza, cuyos testimonios han sorprendido a parte de la prensa. En un año difícil en lo económico y con la pandemia tan cercana, muchos residentes se han quedado con ganas de más. “Íbamos a ir sin los maridos, que son un aburrimiento”, señalaba Consuelo en La Sexta. “Y yo me he quedado con ganas: les he animado a que vengan más veces”, añadía otra vecina, Puri, en la misma cadena. Resumían el sentir de otras muchas personas que también destacaban la limpieza. El espacio festivo estaba impoluto, lejos de las escenas de festivales, botellones o fiestas de San Juan que cada verano llenan de plástico las playas de media España.
Las menciones a las drogas que suelen formar parte de este tipo de eventos —como speed, MDMA o pastillas— han sido también minimizadas. Un senderista comentaba que había encontrado alguna bolsita de marihuana. Y añadía: “También encontré otra de algo que no supe que era”. A la Guardia Civil el consumo de este tipo de sustancias y alcohol, precisamente, era lo que más preocupaba. De ahí que organizase un dispositivo permanente de 25 agentes para vigilar cada vehículo que circulase por la zona. Como resultado, ha habido dos detenidos por portar sustancias estupefacientes “en cantidades compatibles con el tráfico de drogas”, otro por saltarse un control y uno más por golpear a la autoridad. El instituto armado mantenía el jueves los controles y siguieron hasta que el último participante de la fiesta abandonó el lugar el viernes. El objetivo era conseguir “que todo el que se vaya lo haga en condiciones óptimas para no poner en riesgo la seguridad de otros usuarios”, según fuentes de la Guardia Civil.
Cuando una larga caravana de vehículos pasaba los controles policiales para abandonar el lugar, Pepa Rodríguez, de 45 años, charlaba seria sobre el futuro del bar Fernando, que ella regenta. Relataba que su familia le recomendaba cerrarlo, pero que ella quería seguir a pesar de las dificultades. Más allá de la clientela local, en sus mesas apenas paran algunos ciclistas o senderistas que recorren la zona y festejan las grandes tapas y los bajos precios del menú. Cuando empezaba a recoger, se abría la puerta y cuatro chavales italianos con rastas preguntaban si podían beber o comer algo. Con una sonrisa, Pepa respondía que sí. “Es una pena que haya acabado la fiesta. Esta semana ha sido muy entretenida, hemos estado en la tele, el pueblo se ha dado a conocer. Cómo vamos a querer que se vayan”, afirmaba. Consciente de que era un evento sin autorización y que ha requerido de un dispositivo policial, el alcalde no se atrevía a valorar el evento. Tampoco a criticarlo. No tiene quejas. “A nivel publicitario esto ha sido muy bueno para nosotros”, concluía el regidor con tono de nostalgia. En La Peza todos esperan que la fiesta vuelva para la próxima Nochevieja.