Análisis

Algo más que ganar en el marcador

El Gobierno se aproxima al discurso de sacrificios del resto de Europa | La oposición y los agentes sociales reclaman más información y comunicación | El PP apoyará solo las medidas cuyo rechazo no pueda justificar

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, aplauden tras aprobarse el proyecto de ley de Memoria Democrática, en una sesión extraordinaria en el Congreso de los Diputados, el 13 de julio. Foto: ALBERTO ORTEGA (EUROPA PRESS) | Vídeo: EPV

Gobierno, partidos políticos y agentes sociales afrontan su trabajo, cada vez más enfrentados unos con otros, moviéndose en la más absoluta de las incertidumbres. Pero lo que no harán es detenerse. Lo que es improbable es que vayan en la misma dirección, al menos el PSOE y el PP; el resto de actores pueden coincidir en levantar algunos diques para que España no caiga inexorablemente en un pozo de quebrantos económicos y, por tanto, sociales. La excepción es el PP, que seguirá sus coordenadas, marcadas por los datos favorables de las encuestas que le hacen ganador electoral a año y medio del ex...

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Gobierno, partidos políticos y agentes sociales afrontan su trabajo, cada vez más enfrentados unos con otros, moviéndose en la más absoluta de las incertidumbres. Pero lo que no harán es detenerse. Lo que es improbable es que vayan en la misma dirección, al menos el PSOE y el PP; el resto de actores pueden coincidir en levantar algunos diques para que España no caiga inexorablemente en un pozo de quebrantos económicos y, por tanto, sociales. La excepción es el PP, que seguirá sus coordenadas, marcadas por los datos favorables de las encuestas que le hacen ganador electoral a año y medio del examen. La crisis es entera para el Gobierno, asumen en La Moncloa, no sin el reproche de unilateralidad del resto de los protagonistas.

Quienes pueden arrimar el hombro, desde los socios de coalición, los partidos nacionalistas y los agentes sociales, consideran por separado que la tendencia acusada del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a actuar solo y, después, pedir apoyo, lejos de fortalecer el apego, produce distanciamiento y enfado. Acaba de ocurrir en los entresijos del debate sobre el estado de la nación. Todo salió bien para el Gobierno, con una amplísima mayoría de sus propuestas. Nada menos que 186 votos a favor de las medidas contra la crisis provocada por la guerra de Ucrania. El PP se abstuvo, que es lo mismo que un sí en este caso porque con no oponerse ya facilitaba su aprobación.

Fue un debate con alegrías en la bancada socialista, también en Unidas Podemos aunque la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y representante máxima de esa formación en el Gobierno de coalición, pasó una jornada incómoda. Las medidas que daba a conocer el presidente eran tan novedosas para ella como para el resto de la Cámara. Nada que objetar sobre su contenido, siempre es poco y corto para Unidas Podemos, pero estiman que son beneficiosas y, además, son de su cosecha aunque en la versión corta. Si Sánchez no informa a Díaz de algo tan relevante la relega en general, y, en particular, ante Podemos, cuya convivencia tampoco es de estrecha fraternidad. Al tercer día de debate, la tensión aflojó y los aplausos surgieron espontáneos. Pero el disgusto quedó.

Las explicaciones del porqué del unilateralismo del Gobierno, singularmente de su presidente, se justifica por el cerco al que le tiene sometido la realidad económica, la incertidumbre y una oposición conservadora que recuerda al PSOE, sin matices, a la que emprendieron José María Aznar, Mariano Rajoy y Pablo Casado. Una oposición que vuelve a aferrarse a ETA contra los gobiernos socialistas, sea cual sea la circunstancia.

De vuelta a los anuncios sin consulta ni información a los socios, las explicaciones no son justificables para quienes echan en falta un cambio en el presidente para que “no se lo quede todo”. El reproche queda —siempre la pregunta de por qué no conversa con Feijóo aunque los resultados son más que predecibles— sobre todo cuando la Comisión Europea prepara medidas restrictivas a las demandas de energía y se necesitará cohesión política y social. España tiene una situación más ventajosa que otros países por nuestra menor dependencia del gas, pero vendrán recortes.

El presidente no ha sido tan explícito como otros mandatarios, que avisan a sus ciudadanos de que el invierno próximo será muy frío (y no se refieren a la temperatura exterior). Pero Sánchez ha empezado a avisar de que pueden venir, otra vez, tiempos difíciles y pedirá un esfuerzo común a los ciudadanos, a los partidos y a los agentes sociales. El PP tendrá muy difícil descolgarse del todo de las medidas que proponga el Gobierno, pero tratará de pasar desapercibido en los asuntos más impopulares. Palo y zanahoria, aunque siempre más del primero, señalan interlocutores populares, que no pierden de vista que ellos son “la alternativa”.

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No hay duda de que el Gobierno va a seguir adelante con su compromiso de subir las pensiones acorde con la inflación. Solo Ciudadanos habla de desmesura y despropósito. El PP, calla. Los sindicatos lo consideran imprescindible. Ahora el objetivo es encontrar un sustituto al nonato pacto de rentas. La vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, es la interlocutora con sindicatos y patronal para buscar un punto de encuentro sobre salarios. No hay buen pronóstico sobre acuerdos, a la espera de que los vaticinios de precariedad puedan ser paliados por la propia Europa. El PP no hará nada que perjudique sus expectativas electorales. El Gobierno necesita obras y realidades, sustanciadas por Europa, y que se noten. Cree que tiene tiempo.

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