El PP llega a un acuerdo con Vox para gobernar juntos en Castilla y León
Los populares conceden a la extrema derecha la vicepresidencia, tres consejerías y la presidencia de las Cortes
La extrema derecha de Vox ha entrado por primera vez en un Gobierno autonómico en España, de la mano del PP. Ambos partidos han anunciado este jueves un pacto por el que los ultras presidirán las Cortes de Castilla y León y ocuparán la vicepresidencia de la Junta (en la persona de su líder autonómico, Juan García-Gallardo) y tres consejerías. El afán del presidente en funciones, Alfonso Fernández Mañueco (PP), por gobernar en solitario, para lo cual adelantó elecciones al 13 de febrero, se convierte finalmente en un cambio de socio que reemplaza a Ciudadanos, su aliado anterior, por la extrema...
La extrema derecha de Vox ha entrado por primera vez en un Gobierno autonómico en España, de la mano del PP. Ambos partidos han anunciado este jueves un pacto por el que los ultras presidirán las Cortes de Castilla y León y ocuparán la vicepresidencia de la Junta (en la persona de su líder autonómico, Juan García-Gallardo) y tres consejerías. El afán del presidente en funciones, Alfonso Fernández Mañueco (PP), por gobernar en solitario, para lo cual adelantó elecciones al 13 de febrero, se convierte finalmente en un cambio de socio que reemplaza a Ciudadanos, su aliado anterior, por la extrema derecha. El acuerdo, suscrito a ultimísima hora, incluye muchas exigencias de Vox, que el PP trató de sofocar, pero la amenaza de repetir elecciones hizo claudicar a Mañueco. La era de Alberto Núñez Feijóo como próximo líder del PP comienza con un apretón de manos con los ultras.
Los movimientos de los ahora socios de coalición la noche antes de aliarse hacían presagiar un desencuentro. Vox, con 13 representantes, reprochaba al PP, con 31, que no respetara a sus electores negando las cuotas de poder que obtuvo Ciudadanos en 2019 con números parejos; Mañueco atacó acusando de inmovilismo a sus ya compañeros de mando. Las heridas comenzaron a cerrarse a las diez y media de la mañana de este jueves, 90 minutos antes de que empezara el pleno para elegir presidente de las Cortes y que reflejaría si esa “gran distancia” de la que hablaban durante el cortejo se convertía en unión.
García-Gallardo acudió al despacho de Mañueco pegado al teléfono y salió ufano, a las 11.44, hacia la sala donde lo esperaban los suyos. Lo recibió una salva de aplausos. Un minuto después, el presidente en funciones confirmaba el pacto vía Twitter: “Hemos llegado a un acuerdo de legislatura con Vox sobre la base de un programa al servicio de las personas de Castilla y León y que permita un gobierno estable y sólido con pleno respeto al orden constitucional y al Estatuto de Autonomía”. Y anunciaba que “el acuerdo se extiende a la Mesa de las Cortes y al Gobierno”.
Apenas 12 horas antes, Mañueco había publicado en esa misma red social que sus ahora socios no se habían “movido nada” frente a la flexibilidad de su formación “para propiciar el entendimiento”. Vox había avisado también a última hora del miércoles de que el PP maltrataba a sus votantes y que, de seguir así, se negaría a cualquier pacto. Misma postura mostró Santiago Abascal, líder de las negociaciones de Vox, a primera hora de esta mañana . El PP escenificaba posibles alianzas laterales con partidos pequeños, pero la única vía para dar la ansiada “estabilidad” implicaba a la extrema derecha, que no renunciaba a presidir las Cortes. Lo consiguió. De las palmas a García-Gallardo se pasó, media hora después, a la primera ovación conjunta de PP y Vox como socios de Gobierno al anunciarse que Carlos Pollán presidiría la Cámara con los votos de ambas formaciones.
Los aliados que habían entrado aparentemente separados a las Cortes comparecieron juntos en la sala donde firmaron el acuerdo, estrecharon manos y atendieron a la prensa. “Hemos cedido las dos partes”, concilió Mañueco. El documento se proporcionó una vez terminaron, impidiendo así que se les preguntara por claves controvertidas como el tratamiento a la violencia machista, a la inmigración o a los vericuetos de sus negociaciones. Mañueco empleó el lenguaje de la extrema derecha para intentar infravalorar la violencia machista cuando se le consultó por ello: “Hay que proteger a las víctimas de la violencia, sea la violencia machista, terrorista, por sexo o raza. Son principios de nuestra Constitución”. Aún no se sabía que su formación y Vox impulsarán una “ley de violencia intrafamiliar”.
Su nuevo vicepresidente, Juan García-Gallardo, estaba visiblemente emocionado tras pasar en unos meses del anonimato a comandar a Vox en la primera comunidad en la que toca poder. García-Gallardo ha respaldado el mantra del jefe de la Junta: “El Gobierno va a ser estable y duradero”, ha dicho, aunque la anterior coalición PP-Cs duró dos años y medio. “Estoy entusiasmado con este acuerdo exitoso”, ha expresado el flamante alto cargo.
Que PP y Vox aún no anuncien qué consejerías ocupará cada cual no deja claro qué grado de influencia tendrán los ultras en la futura Junta. La oposición ha clamado sobre la entente y no ha escatimado epítetos para valorar la jornada. Luis Tudanca, líder socialista, la define como “día para la infamia” y ha instado a Feijóo a que impida estos acuerdos; Luis Mariano Santos, de Unión del Pueblo Leonés, ha reprochado a Mañueco “concederlo todo por sillones”; Ángel Ceña, de Soria ¡Ya!, ha dicho sentirse “engañado” por el coqueteo del PP para tenerlos como plan B por si fallaba Vox. El candidato de Unidas Podemos, Pablo Fernández, ha acusado al presidente regional de “bajarse los pantalones”; y Francisco Igea, exvicepresidente por Ciudadanos y relegado a la soledad parlamentaria, ha llamado “payasos” a los nuevos aliados. El sentir general ante el repentino cambio de parecer de PP y Vox, que pasaron de rechazarse a abrazarse, lo ha ejemplificado Pedro Pascual, de Por Ávila: “Antes eran el señor Mañueco y el señor García-Gallardo, y ahora Alfonso y Juan”.