El fiscal pide nueve años de prisión para los patrones del cayuco en el que viajó la niña Eléne Habiba
Los acusados, a los que se les imputan seis homicidios por imprudencia, han llegado a un acuerdo con el ministerio público para asumir los hechos
La niña Eléne Habiba, de dos años, llegó con su madre y su hermana en patera al muelle de Arguineguín, en Gran Canaria, la noche del 16 de marzo de 2021, tras una durísima travesía. Sufría una severa deshidratación y había entrado en parada cardiorrespiratoria. La imagen de los sanitarios intentando reanimarla sobre el asfalto mientras la madre, aún en la embarcación, observaba la escena desde la distancia se quedaron grabadas en la retina de muchos. Cinco días después, el 21 de marzo, ...
La niña Eléne Habiba, de dos años, llegó con su madre y su hermana en patera al muelle de Arguineguín, en Gran Canaria, la noche del 16 de marzo de 2021, tras una durísima travesía. Sufría una severa deshidratación y había entrado en parada cardiorrespiratoria. La imagen de los sanitarios intentando reanimarla sobre el asfalto mientras la madre, aún en la embarcación, observaba la escena desde la distancia se quedaron grabadas en la retina de muchos. Cinco días después, el 21 de marzo, la pequeña fallecía en el Hospital Materno Infantil de Las Palmas de Gran Canaria.
Este jueves, la Fiscalía ha solicitado nueve años de cárcel para los dos patrones del cayuco en el que viajó la pequeña y que fue el escenario de uno de los viajes más dramáticos de la peligrosa ruta canaria: en aquella barca perecieron de frío, hambre y sed otras siete personas, entre ellas un niño cuyo cuerpo fue arrancado de los brazos de su madre por uno de los patrones y arrojado por la borda.
La Fiscalía imputa al senegalés Amadou D. y al gambiano Kate D. seis homicidios por imprudencia, porque admite que las otras dos personas que murieron en la travesía saltaron al mar para poner fin a su agonía. Durante la instrucción del caso, la acusación pública y la defensa llegaron a un principio de acuerdo sobre lo ocurrido. De hecho, la vista del próximo 26 de enero está convocada para que Amadou D. y Kate D. confirmen que asumen la autoría de esos hechos tal y como los relata el fiscal, así como que están conformes con la condena. Además de las penas de prisión, la Fiscalía pide que los dos patrones indemnicen a las madres de Eléne Habiba y del niño arrojado por la borda con 118.524 euros a cada una.
La Fiscalía sopesó en su momento acusar de asesinato a uno de los procesados, Amadou D., porque algunos de los supervivientes sostenían que el niño, también de dos años, estaba desfallecido, pero vivo, cuando lo lanzó al océano. Sin embargo, en la calificación definitiva del caso, el ministerio público acepta que el pequeño ya “había perdido las constantes vitales” cuando eso ocurrió, por lo que reducido la gravedad de lo ocurrido a homicidio imprudente, según el escrito de la Fiscalía.
La patera en la que viajaban Elene Habiba, su madre, Massa, y su hermana, Aichetou, había partido desde Dajla (Sahara) cuatro días antes de que la localizara Salvamento Marítimo. Sus ocupantes habían pasado días esperando en la costa del Sáhara a que llegara el momento de embarcar, con víveres y agua ya escasos, según explicaron en su día fuentes policiales. Esto explica que muchos estuvieran tan débiles cuando los rescató el buque Salvamar Macondo al sur de Gran Canaria, a pesar de que solo llevaban cuatro días de travesía, un tiempo que entra dentro de lo normal para las pateras que zarpan desde Dajla.
De las 52 personas que quedaban en el cayuco aquella noche, 13 acabaron en el hospital. El escrito de acusación del fiscal detalla que, desde el tercer día, ya no había agua ni comida en el cayuco, por lo que algunos de sus ocupantes comenzaron a beber del mar (algo que únicamente acelera la deshidratación y provoca nuevos problemas de salud).
El 14 de abril, la pequeña Eléne Habiba recibió sepultura bajo un montoncito de tierra y piedras en un cementerio de Las Palmas de Gran Canaria. Vestida de luto de la cabeza a los pies, Massa su madre, asistió un sepelio que trató de ser lo más cercano posible al rito musulmán: en contacto directo con la tierra. Aquel rito lo ofició en bámbara (lengua de Mali) el imán de la mezquita de Vecindario, una ciudad sureña que alberga a una importante comunidad migrante. Y, antes de dejarla reposar, se le permitió a la madre, de forma excepcional, abrir el féretro y ver por última vez a su pequeña.