Conjura para la unidad en la queimada de la cena de Los Provincianos

El PP reúne a su presidente, Pablo Casado, con los diputados del Congreso para exorcizar sus divisiones mientras Vox cree que se insulta poco

Teodoro García Egea (izquierda), Pablo Casado y Cuca Gamarra, a su llegada al Congreso para el pleno de los Presupuestos, el miércoles.Ricardo Rubio (Europa Press)

Los Provincianos es un grupo de Whatsapp de diputados del PP procedentes de las provincias, en su mayoría novatos, que en las jornadas laborables de plenos y comisiones distribuyen su soledad al final del día por las pensiones y hoteles alrededor del Congreso. Una vez al mes solían quedar a cenar, para compartir penas, quejas y anhelos, en alguno de los restaurantes gallegos que pueblan los alrededores de la Cámara baja, en pleno centro de Madrid. A muchas de esas citas se presentaba en el pasado ...

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Los Provincianos es un grupo de Whatsapp de diputados del PP procedentes de las provincias, en su mayoría novatos, que en las jornadas laborables de plenos y comisiones distribuyen su soledad al final del día por las pensiones y hoteles alrededor del Congreso. Una vez al mes solían quedar a cenar, para compartir penas, quejas y anhelos, en alguno de los restaurantes gallegos que pueblan los alrededores de la Cámara baja, en pleno centro de Madrid. A muchas de esas citas se presentaba en el pasado Pablo Casado, de Palencia y parlamentario por Ávila, y hasta recurrió a ese foro para pedir su apoyo en el congreso de las primarias en las que venció a Soraya Sáenz de Santamaría.

Los Provincianos habían programado una de esas parrandas gallegas, patrocinadas por la aguerrida diputada ourensana Ana Belén Vázquez, el 16 de marzo de 2020, dos días después de que se decretase el estado de alarma por la pandemia en España. Esas veladas, claro, se suspendieron durante toda la covid-19 y no se reanudaron hasta el miércoles, después de 10 horas de pleno de Presupuestos, en El Rincón de Esteban, ahora con un chef galaico. Hubo pulpo a feira, rabo de toro y queimada. Acudieron casi 80 de los 88 parlamentarios de los que dispone ahora el PP y Casado se presentó al café, al filo de la medianoche, porque tenía otra cena de compromiso con un político portugués.

Casado entró en la sala y fue aclamado. El PP está muy necesitado otra vez de grandes aplausos. Muchos de los presentes, además, hacía tiempo que no se veían porque hasta esta semana no se ha permitido en el Congreso el voto presencial al 100%. La dirección del PP valoró el éxito de la convocatoria, la buena recepción a Casado y el tono de unidad en torno al líder con el que se conjuraron.

Como la cena se desbordó y fue muy masiva no se registró un solo menú temático en las conversaciones. No estaban previstos discursos, pero Casado se vio forzado en su saludo a recordar la importancia de este tipo de encuentros para fomentar el trabajo en equipo y para certificar que España es mucho más que el ruido mediático y político que se padece en Madrid. No quiso ser una alusión directa al conflicto que lleva entreteniendo los últimos meses a toda su organización sobre el futuro reparto de poder en el PP madrileño, y que los diputados y dirigentes populares de provincias no acaban de comprender.

Una de las diputadas presentes en el salón de la cena, pequeño y con mucho jaleo, confirmó que las charlas habían dado para comentarlo todo, aunque fundamentalmente los aspectos más personales. Pero también concedió que la disputa madrileña entre Casado, su lugarteniente en esa batalla, Teodoro García Egea, e Isabel Díaz Ayuso y su equipo, no se entiende más allá de la M-30. Y mucho menos que la dirección nacional pretenda ahora imponer una tercera vía en la salida a esta crisis con la candidatura del alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, cuando no se ha atrevido a hacerlo en otras autonomías gobernadas por el PP, como la intocable Galicia, o con muchos menos votos que Ayuso como en Andalucía, Murcia o Castilla y León.

Precisamente el jueves el gallego Alberto Núñez Feijóo, que hasta hace poco no estaba entre los más amigos de Ayuso, reiteró que lo “muy sorprendente” sería que la madrileña no aspirase a mandar en la Comunidad y el PP de Madrid, algo que contempla como lo “normal” y “habitual”. Feijóo sentenció: “El ruido no beneficia a nadie. No beneficia al partido y me gustaría no participar de él”.

El fragor actual entre el PP nacional y el de Madrid, que nadie se atreve a vaticinar ni cuándo ni cómo podría aplacarse, es tan inopinado que afecta a personajes tan históricamente templados como el presidente de la actual ejecutiva provisional, Pío García Escudero, que en la reunión de esa dirección interina del viernes pasado se enfrentó acaloradamente con Javier Fernández Lasquetty, el consejero de Hacienda de Ayuso, porque este le llamó “gestor” y se lo tomó como un insulto. Muy mal están las cosas en el PP cuando Escudero ya no es tomado tampoco como un árbitro neutral.

Mientras el PP se desangra en Madrid, Vox parece vivir en la euforia de una ultraderecha sin complejos. El pleno presupuestario del miércoles registró pasajes en los que se escuchó en el hemiciclo desde una amenaza a salir a la calle para dirimir una contienda entre el diputado de Vox Juan Luis Steegmann, médico de 66 años, y el portavoz de Compromís, el maestro Joan Baldoví, hasta el insulto de un miembro de la formación ultra que llamó “gilipollas” a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Desde Vox niegan que se dijera ese improperio. Lo oyeron Montero y la presidenta en funciones en ese momento de la Cámara, la popular Ana Pastor, que lo retiró del diario de sesiones. Vox aclaró que la invectiva pronunciada fue: “Ni de coña”. El portavoz del partido, Iván Espinosa de los Monteros, se acercó a la ministra para explicárselo y ella pensó que quería disculparse, lo que no hizo. Dirigentes de Vox del máximo nivel niegan que su vocabulario sea altisonante o matonista y opinan que en el Congreso “se insulta e increpa poco”.

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