Nicolás Maurandi, in memoriam

Nos deja un jurista de primerísimo nivel, un hombre extraordinario, culto, magnífico compañero, conciliador, dispuesto siempre al acuerdo

El magistrado del Tribunal Supremo Nicolás Maurandi en Madrid, en diciembre de 2018.Jaime Villanueva

Ha fallecido Nicolás Maurandi, después de luchar durante casi dos semanas contra una enfermedad repentina, inesperada. Injusta en todo caso.

Nos deja un jurista de primerísimo nivel, un hombre extraordinario, culto, magnífico compañero, conciliador, dispuesto siempre al acuerdo y enemigo de la confrontación.

El Tribunal Supremo de los últimos veinticinco años no es comprensible sin las aportaciones del magistrado Maurandi. Pertenecía a una generación de jueces irrepetible que, unos pocos, hemos tenido la suerte de conocer e incluso compartir trabajo. Mucha de la mejor jurispruden...

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Ha fallecido Nicolás Maurandi, después de luchar durante casi dos semanas contra una enfermedad repentina, inesperada. Injusta en todo caso.

Nos deja un jurista de primerísimo nivel, un hombre extraordinario, culto, magnífico compañero, conciliador, dispuesto siempre al acuerdo y enemigo de la confrontación.

El Tribunal Supremo de los últimos veinticinco años no es comprensible sin las aportaciones del magistrado Maurandi. Pertenecía a una generación de jueces irrepetible que, unos pocos, hemos tenido la suerte de conocer e incluso compartir trabajo. Mucha de la mejor jurisprudencia sobre el control jurídico del poder descansa en las resoluciones de Nicolás como miembro muy destacado de esa generación.

Los que nos dedicamos al Derecho Público hemos aprendido ―y seguiremos aprendiendo― leyendo sus sentencias sobre contratación pública, responsabilidad patrimonial, empleo público y, sobre todo, sobre el control de la llamada discrecionalidad técnica.

En los últimos años ha presidido la Sección Segunda de la Sala Tercera del Tribunal Supremo, especializada en materia tributaria. Desde este destino (el último) quiero destacar un aspecto que he tenido la suerte de compartir con él y con mis compañeros de Sección: su esfuerzo por conectar y hacer visible la dimensión constitucional de la potestad tributaria. Y otro más: su afán por conseguir la concordia.

Siempre fue ―y se consideró― un primus inter pares. Lejos de Nicolás la altanería, la soberbia o el engreimiento. Hombre vehemente defendiendo sus convicciones, tenía sin embargo la capacidad de asumir la posición contraria, cambiar de opinión o reconocer el error. O de pedir disculpas si en el calor de una deliberación algún compañero o compañera podía haberse sentido dolido por alguna frase o el tono empleado.

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Personalmente, siento una tristeza enorme. Había entablado con él una grandísima amistad en los últimos tres años. Hablábamos casi todos los días. Durante la pandemia, por teléfono, teníamos largas conversaciones que se iniciaban tratando sobre un recurso de casación y terminaban ―a veces más de una hora después― conversando sobre los postulados de los revolucionarios franceses y su tardía recepción en España o sobre las virtudes de la gamba roja a la que iba a invitarme cuando fuera a Alicante.

Quería a sus amigos y adoraba a su familia, a su mujer, a sus hijas y a sus nietas. Hablaba con verdadera pasión de su padre y las conversaciones sobre Derecho Privado que mantuvo con él. Estaba orgullosísimo de que su hija Nuria, farmacéutica, estudiara Derecho y obtuviera unas brillantes calificaciones.

Se ha ido pronto. Sin duda. Pero creo que puede irse con la cabeza alta y con los deberes hechos. Estos días atrás, durante su enfermedad, he hablado a menudo con su hija Nuria. Nunca he oído a una hija hablar tan bien de un padre. Y eso, querido Nicolás, amigo mío, dice mucho, muchísimo, de ti. Descansa en paz.

El magistrado del Tribunal Supremo Nicolás Antonio Maurandi Guillén ha fallecido el 8 de marzo de 2021 en Madrid. Era presidente de la Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo.

Jesús Cudero es magistrado del Tribunal Supremo.

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