Misión: salvar del hielo el Toledo de Justina

Los militares trabajan tras la nevada para despejar las pronunciadas cuestas del casco histórico de la ciudad

El ejército sigue colaborando con la limpieza de las calles de Toledo después del temporal, este miércoles.Ángeles Visdómine (EFE)

Justina Espinosa tiene 94 años y no podría ir al médico si unos militares no estuviesen limpiando de nieve las calles de Toledo. La violencia del temporal Filomena se ha sumado a las bajísimas temperaturas —hasta 13 grados bajo cero para con...

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Justina Espinosa tiene 94 años y no podría ir al médico si unos militares no estuviesen limpiando de nieve las calles de Toledo. La violencia del temporal Filomena se ha sumado a las bajísimas temperaturas —hasta 13 grados bajo cero para convertir en una pista de patinaje las empinadas calles de la capital de Castilla-La Mancha.

La intervención militar se ha hecho necesaria para algo tan sencillo como ir a hacer la compra, acudir a la farmacia o, directamente, cruzar el rellano. Doña Justina, de pulcro peinado canoso y constante sonrisa bajo sus ojos claros, celebra que los uniformados le despejen las carreteras para hacerse unas radiografías este jueves. Su elegante abrigo azul marino y un pañuelo florido contrastan con la gruesa ropa de camuflaje, las recias botas y los gorros que portan los encargados de enfrentarse al general Invierno, que mediante su comandante Filomena ha desplegado sus gélidos batallones por la ciudad.

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Justina tenía 10 años cuando empezó la Guerra Civil y afirma que jamás olvidará el sonido de los aviones, los obuses que se colaron hasta la alcoba de su madre y los tiros. Ahora las tropas no son milicianos, sino miembros de la brigada paracaidista y de la brigada mecanizada Guzmán el Bueno, llegados desde Córdoba y armados con tradicionales picos y palas para cumplir con su deber de este enero.

“Nos dan esperanza y alivio”, afirma sonriente Rosa Arriero, hija de Justina. Las palabras de gratitud de los ciudadanos reconfortan a los uniformados, reconoce el capitán del Ejército de Tierra Manuel Pinillos, que lleva movilizado desde el lunes junto a su escuadrón mecanizado. “Es muy mala época, nos ha pillado a muchos de permiso, pero en Madrid están saturados y han solicitado apoyo”, explica Pinillos. Toledo, una pequeña ciudad habitualmente abarrotada de turistas, cuenta actualmente con los 120 militares de esta unidad, con experiencia en regiones tan heladas como Letonia y sorprendidos al ver a la gente aislada, las familias sin luz y 40 centímetros de nieve sobre el suelo. Los militares trabajan día y noche. “Estaba intransitable. He estado de misión en áreas montañosas de Líbano y es equiparable”, señala Pinillos, que agradece el reconocimiento vecinal.

Justina Espinosa en la puerta de su casa, en Toledo. JUAN NAVARRO

Los toledanos han formado equipos para, con sus utensilios personales y pequeña maquinaria, contribuir a despojar la urbe del congelado manto blanco que la recubre. Asimismo, este jueves se incorporarán hasta 138 efectivos más del Ejército para acometer estas funciones tanto en Toledo como en Guadalajara, también castigada por la borrasca y la posterior ola de frío, que este jueves debería empezar a remitir. Pinillos admite que la gente les confunde con la Unidad Militar de Emergencias (UME), que depende del ministerio de Defensa, pero le resta importancia. Entretanto, sus compañeros se afanan en retirar las ramas de un eucalipto caídas sobre un coche desde varios metros de altura. “La satisfacción del soldado es ser útil”, zanja el capitán.

La nieve no ha tenido piedad y ha confinado también a las religiosas jerónimas de San Pablo, 13 monjas de clausura recluidas, esta vez pese a su voluntad, en un gélido convento. La falta de calefacción la han suplido con estufas y mantas gruesas, detalla la hermana Paula, y “gracias a Dios” tenían alimentos para aguantar el temporal.

Sagrario Sobrino, de 72 años, carga con bolsas tras varios días sin salir de casa y lleva galletas de dinosaurio para su nieta Alejandra. “¡Abueeelaaa!”, berrea la niña, mientras la mujer valora la presencia del Ejército. Su marido, Andrés Navarro, un año mayor que ella, se asoma y charla con los ciudadanos que se arremangan para recobrar la normalidad. “¡Solo se acuerdan de santa Bárbara cuando atruena!”, exclama este señor tocado con boina. Mario Ramos ha vuelto a vivir a Toledo tras 20 años en Madrid y le ha recibido la nevada del siglo. “Entre la tercera ola del covid y esto, solo faltan las trompetas del Apocalipsis”, bromea, sin soltar la pala. Queda faena. Toledo se mantiene en alerta naranja. Las bajas temperaturas no son bienvenidas.

La única ascensión libre de riesgos en Toledo es la del conde de Orgaz que pintó El Greco en el cuadro que descansa en la iglesia de Santo Tomé, también rodeada de nieve. Militares y civiles se enfrentan a patinazos tan ridículos como peligrosos cuando se mueven por las cuestas, ahora peligrosas, de la ciudad de las tres culturas. La nieve ha llegado hasta a las figuras de los Reyes Magos ubicados ante la catedral gótica, una estampa muy navideña si no fuese porque delante hay aparcados siete vehículos militares.

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