En el PNV ganar es cuestión de método

Los nacionalistas vascos vencen siempre, incluso cuando perdieron el Gobierno

Iñigo Urkullu celebra su victoria con la plana mayor del PNV en Sabin Etxea, en Bilbao. En vídeo, el lehendakari valora los resultados electorales del 12 de julio.Foto: ATLAS | Vídeo: H.BILBAO / EUROPA PRESS
Bilbao -

Hay una novela del colombiano Santiago Gamboa que se llama Perder es cuestión de método. Lo del Partido Nacionalista Vasco es al revés. Siempre gana. Incluso aquella vez que Juan José Ibarretxe perdió el Gobierno de Euskadi, también había ganado en las urnas, pero el PSE consiguió el apoyo de PP y UPyD y Patxi López gobernó de 2009 a 2012. Un accidente en el camino. Un mal sueño. Una y no más. Y, aun así, pese a esa manera casi burocrática de ganar, resulta extraño que a las 22.30, cuando ...

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Hay una novela del colombiano Santiago Gamboa que se llama Perder es cuestión de método. Lo del Partido Nacionalista Vasco es al revés. Siempre gana. Incluso aquella vez que Juan José Ibarretxe perdió el Gobierno de Euskadi, también había ganado en las urnas, pero el PSE consiguió el apoyo de PP y UPyD y Patxi López gobernó de 2009 a 2012. Un accidente en el camino. Un mal sueño. Una y no más. Y, aun así, pese a esa manera casi burocrática de ganar, resulta extraño que a las 22.30, cuando ya están casi todos los votos escrutados y se sabe que Iñigo Urkullu va a seguir gobernando, solo haya tres personas en los Jardines de Albia, en Bilbao, esperando que salga a decir algo. Son tres señoras. Una sin mascarilla, nacida en León. Y las otras dos con la boca cubierta.

—Hemos venido —dice la más joven— porque a mi madre, que tiene 84 años aquí donde usted la ve, le gusta mucho Urkullu.

—Me gusta porque mi hijo le guarda las costillas.

—Calla, mamá, que esas cosas no se dicen.

Dice la hija que ella nació en un pueblo de Extremadura, pero que con tres años llegó con su familia a La Arboleda, en el valle vizcaíno de Trápaga, buscando una vida mejor. “Una familia muy buena y muy nacionalista nos acogió”, explica, “y desde entonces nosotras no hemos votado otra cosa, primero por gratitud con aquella familia y luego ya por nosotras mismas, porque aquí nos han tratado mejor que en nuestra propia tierra”.

—Y por qué dice su madre lo de las costillas del lehendakari.

—Ay, esta mujer. Lo dice porque mi hermano se hizo ertzaina y ya usted sabe.

El caso es que la plaza sobre la que se asoma Sabin Etxea [la casa de Sabino Arana, sede nacional del PNV] está vacía, y reconocen los empleados del partido que jamás la habían visto así en una noche de victoria. Lo achacan a la pandemia, a los rebrotes, al engorro de las mascarillas, y también a una campaña que la gente ha seguido por los medios de comunicación y por las redes sociales. “Vamos a ver”, dice uno de ellos, “si a partir de ahora va a ser todo así, telemático, incluso cuando se termine la pandemia. Esperemos que no, porque yo no he visto una campaña más aburrida que esta”.

Casi a las 23.30, cuando ya las señoras se han ido hartas de esperar, se anuncia por fin la salida del lehendakari. La plaza se llena enseguida con los militantes, que estaban en el bar de la sede. Los dirigentes que habían seguido desde sus despachos los datos del escrutinio arropan a Urkullu, que llegó a las nueve de la noche acompañado de su mujer. Hay caras de satisfacción. “Todo el mundo hará hoy su análisis”, dice en tono de confidencia un veterano dirigente del PNV ahora en el banquillo, “que si sube este y que si baja el otro. Mañana y pasado asistiremos a los tiras y afloja típicos, de qué pactos son posibles y toda la matraca. Pero hay un dato incontestable que Madrid tendría que empezar a analizar bien: el PNV ha conseguido 31 parlamentarios y Bildu, 22. Si tienes en cuenta que la mayoría absoluta es de 38, las fuerzas nacionalistas sumamos 53. Será el parlamento vasco más nacionalista de la historia. Es un dato que puede asustar mucho en Madrid”.


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