Boho Club Marbella, apacible descanso en la Costa del Sol

La pandemia ha cortado de cuajo la triunfal apertura de un complejo turístico reciclado que, décadas atrás, acogió a altos funcionarios suecos en busca de sol y descanso. Consciente de su privilegiado emplazamiento, en plena Milla de Oro de Marbella, el fondo Quartiers Properties venía de remozarlo el verano pasado como algo más que un hotel de lujo. Casi, casi, como aquellos clubes privados que iniciaron en los años sesenta el boom turístico de la Costa del Sol. Una calle tranquila de la urbanización Lomas...

La pandemia ha cortado de cuajo la triunfal apertura de un complejo turístico reciclado que, décadas atrás, acogió a altos funcionarios suecos en busca de sol y descanso. Consciente de su privilegiado emplazamiento, en plena Milla de Oro de Marbella, el fondo Quartiers Properties venía de remozarlo el verano pasado como algo más que un hotel de lujo. Casi, casi, como aquellos clubes privados que iniciaron en los años sesenta el boom turístico de la Costa del Sol. Una calle tranquila de la urbanización Lomas de Río Verde y un paseo acrisolado entre el césped, cuidado como el de un campo de golf, nos aleja del tránsito incesante de la N-340 y el tejido urbanístico marbellí.

Lo primero que se aparece, a la izquierda del camino, es el pabellón donde se sitúa la recepción de ónice rosado y el comedor, decorado con obras de David LaChapelle, Claire Tabouret y Henry Hudson. El recién llegado ha tenido que chequear previamente su reserva frente al portón de acceso, y antes de finalizar el check in, el viajero se encuentra con un refresco frutal en la mano. Antes de ingerir el segundo sorbo, ya se ha terminado el papeleo y comienza la excursión al dormitorio elegido en alguno de los dos módulos que significan el aposento. Imposible mayor amabilidad del equipo de recepción y relaciones públicas. Difícil mayor eficiencia.

Es una delicia deambular sin rumbo por estos jardines tan recatados. Aquí un par de palmeras, allá una yuca, más allá una pérgola para entregarse a una sesión de yoga o masajes de cuerpo entero. Y, luego, la piscina, con sus sombrillas y sus tumbonas.

Las habitaciones se cierran sobre sí mismas con un sentido muy escandinavo del confort y la intimidad personal. Elegantes, domóticas, repletas de detalles, como las de cualquier hotel-club en Miami, San Diego o Hong Kong. Cosmopolitismo de manual.

Lo identitario aquí es la cocina, a cargo de Diego del Río, conocido anteriormente por su trabajo en el restaurante marbellí El Lago, con una estrella Michelin. Sin alharacas, pero con mucha técnica y mejor producto, brillan los salmonetes, el foie de pato curado al Pedro Ximénez y el pulpo ahumado chimi-japo. Por no mencionar el favor de una coctelería apacible en la zona chill out hasta bien entrada la madrugada. El espacio vuelve a abrir a las 7.30. Hora circadiana de un desayuno sano y cabal.