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20 paradas para descubrir el Alentejo

Castillos medievales, pueblos con encanto, playas solitarias y algunas de las mejores ‘pousadas’ portuguesas

Reina del Alto Alentejo y una de las ciudades medievales mejor conservadas de Portugal, Évora es ideal para sumergirse en el pasado. Aparece nada más cruzar la frontera, en un cerro sobre la llanura alentejana. Al abrigo de sus murallas del siglo XIV, sus callejuelas llevan a sorprendentes obras arquitectónicas: catedrales medievales y claustros, ruinas romanas como las de su templo y sus termas, y una pintoresca plaza. Évora es también una animada ciudad universitaria y en sus restaurantes se pueden degustar excelentes platos de la cocina regional.Peter Adams (Getty)
Los vinos alentejanos –sobre todo los tintos– van ganando fama. Son generosos, afrutados y con mucho cuerpo. Puede ser divertido probarlos visitando alguna de las bodegas integradas en la Rota dos Vinhos do Alentejo (www.vinhosdoalentejo.pt), que divide la región en tres áreas: la Serra de Sao Mamede, la zona Histórica (en torno a Évora, Estremoz, Borba y Monsaraz), y la zona del río Guadiana. Si el tiempo disponible no permite entregarse al turismo enológico, siempre podemos visitar la Sala de Provas, en el centro histórico de Évora, donde se ofrecen catas de los mejores vinos de la zona –nuevas referencias incluidas–, con más de 70 bodegas representadas.Monica Gumm (agefotostock)
A unos 20 kilómetros al norte de Évora la pequeña localidad de Arraiolos es famosa por sus exquisitas alfombras (tapetes), tejidas a mano desde el siglo XII. Medio pueblo está implicado en su producción y paseando por sus calles es fácil dar con personas que las tejen frente a sus casas. Se puede echar un vistazo a las antiguas salas de tintado en la plaza principal. Arraiolos, pueblo de larga historia, podría pasar como un modelo de localidad tradicional del Alentejo, con casas encaladas con toques azules y tejados de terracota, ruinas de un castillo dominando la localidad y una iglesia de sencilla fachada blanca que oculta un hermoso interior, con altares dorados y paredes cubiertas de azulejos antiguos.André Gonçalves (agefotostock)
Junto con las localidades vecinas de Borba y Vila Viçosa, Estremoz es uno de los enclaves productores del mármol portugués, que rivaliza con el de Carrara. Rodeada por una antigua muralla, cuenta con un centro de callejuelas con hileras de naranjos, un castillo del siglo XII y tranquilas plazas, como la de Rossio Marquês de Pombal. Y junto al Largo General Graça está el Lago do Gadanha (lago de la Guadaña), construido completamente en mármol. El castillo que corona el pueblo, antiguo palacio real, aloja la Pousada de Rainha Santa Isabel, en la que, aunque no nos alojemos, podremos visitar las zonas comunes o subir al torreón para ver el magnífico panorama del casco antiguo y las llanuras circundantes.Luis Davilla (Getty)
Si solo podemos visitar una de las localidades de mármol alentejanas, debería ser esta, no muy lejos de la carretera que nos lleva de Badajoz a Lisboa, y presidida por una hermosa plaza alargada con naranjos, un palacio de mármol (uno de los más grandes del país) y también un castillo. En otros tiempos fue el hogar de la dinastía Braganza (www.fcbraganca.pt), cuyos reyes gobernaron Portugal desde la Restauração de 1640 hasta que el país se convirtió en república. Don Carlos pasó en él su última noche antes de ser asesinado y aquí nació Catalina de Braganza (1638), esposa de Carlos II y reina consorte de Inglaterra (y a quien el barrio de Queens, en Nueva York, debe su nombre).Luis Davilla (agefotostock)
Elvas es el primer encuentro con el Alentejo portugués, a solo 15 kilómetros de Badajoz. La ciudad presume de contar con la mayor colección de fortificaciones en baluarte del mundo y fue declarada patrimonio mundial en 2012. Los fosos, el fuerte y las robustas murallas indican la ubicación estratégica de Elvas, en la frontera con España. Dentro de las sólidas murallas hay una plaza encantadora, museos insólitos y no muchos turistas. Aunque no hay mucho para más de un día de visita, Elvas es un lugar muy interesante, con un evocador ambiente de ciudad fronteriza, calles estrechas e imponentes murallas y contrafuertes.Mauricio Abreu (Getty)
La capital del Alto Alentejo se apretuja en la cumbre de una colina a los pies del parque natural de la Serra de São Mamede (en la foto). Esta bonita localidad encalada, con campos color ocre a su alrededor, se encuentra fuera de las rutas más trilladas. En la parte amurallada encontraremos viejas mansiones barrocas un tanto ajadas y reliquias de su época gloriosa, cuando la industria textil estaba en pleno auge. Hoy Portalegre conserva dicho legado en su fábrica de tapices, que sigue produciendo reproducciones de obras de arte famosas; un museo que expone algunas de ellas. Pero la antigua gloria local está grabada en piedra: son las marchitas casas y mansiones barrocas del siglo XVII que salpican la Rua 19 de Junho, hacia el sureste.Mauricio Abreu (Getty)
Merece la pena contemplar las vistas de la campiña de Marvão, una de las localidades amuralladas más bonitas del Alentejo. Encaramado sobre una colina y rodeado de dehesas de encinas, es el típico pueblo de calles estrechas y casas engalanadas con macetas de flores a los pies de un espléndido castillo. Desde el siglo XVI lucha por conservar a sus habitantes, que hoy sobreviven principalmente gracias al turismo. Y en las afueras, camino de Castelo de Vide, en São Salvador de Aramenha, encontramos el pequeño y excelente museo romano Cidade de Ammaia (www.ammaia.pt). Desde 1994 se está excavando este yacimiento y el museo local muestra ya algunos de los hallazgos: lápidas y dinteles tallados, joyas, monedas y objetos de vidrio increíblemente bien conservados.Luis Davilla (Getty)
Elevada sobre la verde campiña, este pueblo es uno de los más atractivos y menos valorados de Portugal. Las maravillosas vistas desde lo alto de la colina, las casas blancas y los callejones floridos serían razones más que suficientes para visitarlo. No tiene muchos lugares de interés, pero basta con disfrutar de su agradable ambiente durante un día. La judería, la sinagoga –recuerdo de las comunidades hebreas que vivieron aquí hasta el siglo XV– y el robusto Castelo son sus señas de identidad y paradas obligadas para el visitante. El pueblo tiene más encanto al atardecer, cuando las ancianas se sientan a hacer ganchillo en los umbrales de las puertas y los niños juegan en sus estrechas calles.Enrique Díaz (Getty)
El pequeño pueblo de São Pedro do Corval es famoso por su larga tradición alfarera. Tiene docenas de talleres de alfarería donde se puede ver a los artesanos en acción y comprar algunas piezas a buen precio: platos, ollas, jarras, candelabros o baldosas. Con más de 20 'olarias' (talleres de alfarería), el pueblo es uno de los mayores centros alfareros portugueses. Es difícil recomendar una olaria en especial; lo mejor es dar una vuelta por Rua da Primavera y las calles cercanas siguiendo las señales. Y si no queremos perdernos, la oficina de turismo de Reguengos o de Monsaraz tiene un mapa con la dirección de las 'olarias'.Paul Harris (Getty)
Las estrechas calles de Monsaraz, esencia del Portugal más tradicional, están flanqueadas de casitas encaladas con paredes desiguales, que parecen soñolientas. Fundada antes de la llegada de los árabes, en el siglo VIII, fue reconquistada por los cristianos en 1167 y entregada a los templarios como agradecimiento por su ayuda. El paisaje que rodea Monsaraz está repleto de megalitos neolíticos, que aparecen entre olivares y campos en flor. El más espectacular, Cromeleque do Xerez (en la foto), es un conjunto en cuyo centro se levanta un triunfal menhir de siete toneladas. Las rocas estaban a cinco kilómetros al sur de Monsaraz, pero fueron trasladadas para salvarlas de la inundación de la cercana presa de Barragem do Alqueva.inaquim (Getty)
La primera ciudad del Baixo Alentejo es sencilla, acogedora y nada turística, con un centro amurallado y algunos puntos de interés, todos ellos muy próximos entre sí y visitables a pie. Y en los que no falta la referencia romana. Con frecuencia ninguneada como una versión vulgar de Évora, Beja tiene cierto complejo de inferioridad, aunque no debería. Sus pintorescas plazas y sus buenos restaurantes invitan a parar y a relajarse para disfrutar de la genuina esencia portuguesa.José Antonio Moreno - www.agefotostock.com (agefotostock)
Con una situación espectacular, elevadas sobre unas colinas rocosas por encima del apacible río Guadiana, las calles empedradas de la Mértola medieval son un lugar delicioso para deambular. Sobre el pueblo se eleva un castillo, pequeño pero imponente, y una pintoresca iglesia que en otros tiempos fue mezquita. Considerada una 'vila museu', para vivir su magia hay que concederle algo más de tiempo, haciendo una ruta guiada por su Alcaçova, que alberga las ruinas de lo que fue el antiguo barrio islámico (incluida la réplica de una residencia islámica del siglo XII). Resulta interesante el Museo Paleocristinao, alojado en una casa romana, así como un centro de arte moderno en el antiguo Convento de Sao Francisco.Chiara Salvadori (Getty)
Castro Verde, en el Bajo ALentejo, nació como una simple fortaleza en lo alto de una colina pero pronto se convirtió en un próspero asentamiento. Los portugueses la conocen bien porque está cerca del lugar donde tuvo lugar la batalla de Ourique (1139), en la que Afonso Henriques venció a los árabes y se proclamó primer rey de Portugal. En el siglo XVIII, Juan V ordenó la construcción de la imponente Basílica Real, del siglo XVIII, cuyos azulejos narran escenas de la batalla. Hoy sus habitantes se muestran orgullosos de las tradiciones locales y lo celebran con una feria anual en octubre. Además de la basílica, resulta interesante el Museu da Lucerna, que reúne una curiosa colección de antiguas lámparas de aceite romanas del siglo I dentro de una antigua fábrica.membio (agefotostock)
Otro pueblo típicamente alentejano de calles estrechas y adoquinadas, que parece dormitar apacible entre colinas, viñedos y y campos polvorientos. En su corazón medieval hay una bella placita custodiada con esmero por los ancianos que se congregan en ella para tomar el sol. Su gente es conocida por su amor a la comida y varias fábricas locales producen la joya culinaria local: el 'queijo' de Serpa, elaborado con cuajo de oveja. Merece la pena hacer noche para disfrutar plenamente su pausado ritmo de vida. No falta el típico castillo (del siglo XIV), aunque lo más llamativo son sin duda los impresionantes restos de un acueducto del siglo XI y, en el extremo sur, una enorme noria del siglo XII empleada antiguamente para bombear agua por el acueducto hasta el cercano Palácio dos Condes de Ficalho.Michele Falzone (Getty)
Esta agradable localidad, a la que no le falta su viejo castillo, varios edificios elegantes y un barrio musulmán bien conservado (su principal reclamo), fue durante mucho tiempo un balneario de moda. Actualmente es conocida por acoger la mayor planta de energía solar fotovoltaica del mundo. Aunque los 500 años de ocupación musulmana tocaron a su fin en 1232, dicha comunidad siguió residiendo en el pueblo hasta 1496, cuando Manuel I les obligó a convertirse o marcharse. Dos de los puntos más interesantes son la 'mouraria', un grupo bien conservado de casas árabes, y el Jardim Dr. Santiago y su 'spa' (abierto entre mayo y octubre), un precioso y sombreado parque, con su quiosco y sus árboles. Dicen que sus aguas son buenas para el reuma.Paul Harris (Getty)
Para descubrir la costa del Alentejo, Vila Nova de Milfontes puede ser un punto de inicio perfecto. Es, sin duda, uno de los pueblos más bonitos de este tramo de costa, con un atractivo conjunto de casas encaladas, playas limpísimas y un aire humilde y tranquilo, salvo en verano, cuando se llena de surfistas y bañistas. Vila Nova está en medio del parque natural do Sudoeste Alentejano e Costa Vicentina, junto a un precioso estuario rodeado de arena. Aunque su playa más concurrida es la de Farol, merece la pena ir siete kilómetros al norte hasta la fantástica playa do Malhao (en la foto), respaldada por dunas y matorrales aromáticos. Para comer bien se puede acudir a la Tasca do Celso (tascadocelso.com), alojada en un edificio de color blanco y azul con encanto rústico.Michele Falzone (agefotostock)
Este tranquilo pueblo costero presume de sus playas, encantadoras y solitarias, protegidas por escarpados acantilados; ante uno de ellos termina la calle principal. Pero Zambujeira se ha hecho famosa sobre todo entre surfistas y mochileros, que acuden especialmente en agosto, cuando se celebra el multitudinario festival de música Festa do Sudoeste (sudoeste.meo.pt). Si evitamos la temporada alta, podremos disfrutar mucho más de sus agradables restaurantes familiares, de las caminatas por sus acantilados o de impresionantes playas desiertas.Alexander Spatari (Getty)
En el límite con el Algarve, Odeceixe (pueblo integrado en la Rota Vicentina) es todo un descubrimiento playero para quienes busquen tranquilidad. Cuenta con todo el encanto de los pueblos alentejanos (calles blancas sobre una colina coronada, en este caso, por un molino de viento de postal) y cuya playa, una lengua de arena que se extiende en la desembocadura de un río, atrae en verano a muchas familias. Los niños pueden bañarse en las tranquilas orillas mientras los mayores disfrutan de las olas del océano. La playa está a 3,5 kilómetros de Odeceixe y se llega a través de un sendero. Junto a la arena, un pequeño pueblecito ofrece sitios para comer y practicar surf.Michele Falzone (Getty)
La gran ruta senderista del sur portugués cuenta con dos ramales. La ruta de la costa (120 kilómetros, en la foto), recorre desde Porto Covo algunos de los paisajes de playa más agrestes y espectaculares de la región. La ruta interior (230 kilómetros) es igual de atractiva, ya que se adentra en el parque natural del Sudoeste Alentejano y la Costa Vicentina por caminos amplios y sencillos, atravesando pueblos, aldeas, alcornocales y valles. Ambos senderos están compuestos por secciones y nunca hay más de 25 kilómetros entre los pueblos de la ruta, en los que pasar la noche. Hay empresas que ofrecen transporte de equipaje entre los diversos alojamientos.hansslegers (Getty)