Córdoba Center, un hotel con traje de luces

A veces una piscina lo es todo. Claro que para valorar este refresco acuático hay que situarse en Córdoba durante los tórridos meses de verano, donde cada sombra parece cotizar en Bolsa y los charcos son espejismos de un mar abierto. Así lo entendieron los promotores de este moderno hotel de 208 habitaciones, en la denominada Manzana de Oro que regaló a la ciudad el soterramiento del ferrocarril. Diversos medios especializados incluyen en sus listas de éxitos la piscina azul, azulísima, que culmina la azotea con vistas de 360 grados, borde sin límites, jacuzzi al aire libre y una terr...

A veces una piscina lo es todo. Claro que para valorar este refresco acuático hay que situarse en Córdoba durante los tórridos meses de verano, donde cada sombra parece cotizar en Bolsa y los charcos son espejismos de un mar abierto. Así lo entendieron los promotores de este moderno hotel de 208 habitaciones, en la denominada Manzana de Oro que regaló a la ciudad el soterramiento del ferrocarril. Diversos medios especializados incluyen en sus listas de éxitos la piscina azul, azulísima, que culmina la azotea con vistas de 360 grados, borde sin límites, jacuzzi al aire libre y una terraza chill out en la que se sirven probablemente los mejores cócteles de la ciudad.

Si a vuelo de pájaro el hotel se significa por el agua, a ras de avenida (de la Libertad) se enseñorea por la luz. El alumbrado nocturno de la fachada es una referencia en la ciudad, controlado por un dispositivo led que permite composiciones coloristas diseñadas por la marca Grafeno­light, capaz de estampar la enseña corporativa de la convención de turno o de los equipos de fútbol de visita. Esta misma tecnología viste sus interiores, pues el hotel se ha definido desde sus inicios como un espacio de eventos, convenciones y reuniones de empresas. Dispone de 4 salones ampliables a 13, con un aforo de entre 10 y 500 personas, que cuentan con equipos informáticos, megafonía integrada, tarimas y servicios de videoconferencia con cabinas de traducción simultánea.

En consecuencia, las habitaciones se ofrecen con igual tesitura. Espaciosas y amables con las necesidades de trabajo, acceso gratuito a Internet inalámbrico y mobiliario funcional. Si acaso, demasiado oscuras, con anticuados doseles, alfombras de felpa y unos colchones tan duros que suscitan quejas en las redes sociales. La batería de ledes que pinta la fachada, tan vistosa por fuera, llega a molestar dentro. Conviene ajustar bien el cierre de las cortinas antes de irse a la cama. En los cuartos de baño cuesta descifrar el protocolo de funcionamiento de la ducha. No en vano se publican junto a la cubeta las instrucciones de uso.

Por mor del turismo corporativo, el hotel escamotea cualquier detalle que revele personalidad. Salvo el viso cordial y eficiente de la plantilla, que no pierde la sonrisa durante su labor por muy profesionales que sean todos.

El desayuno es, quizá, lo menos luminoso del establecimiento. Con el título de “internacional” se ofrece lo de siempre. Soso, aburrido, para nada representativo.