Noche en la dehesa

A veces, un hotel no es realmente un hotel. Como un hombre a una nariz pegado, hay hoteles que son un complemento a una atracción turística. Esto pasa con el campo de golf incrustado en una formidable dehesa de alcornoques, pinos y acebuches en los alrededores de Vejer de la Frontera. Es Montenmedio: 6.260 metros, 18 hoyos y par 72, con vistas al mar y a la costa africana. Tentadores recursos para concitar el interés de numerosos aficionados centroeuropeos que se citan aquí en cuanto asoma el buen tiempo. Severiano Ballesteros dijo una vez que ningún golfista debería perdérselo.

El cará...

A veces, un hotel no es realmente un hotel. Como un hombre a una nariz pegado, hay hoteles que son un complemento a una atracción turística. Esto pasa con el campo de golf incrustado en una formidable dehesa de alcornoques, pinos y acebuches en los alrededores de Vejer de la Frontera. Es Montenmedio: 6.260 metros, 18 hoyos y par 72, con vistas al mar y a la costa africana. Tentadores recursos para concitar el interés de numerosos aficionados centroeuropeos que se citan aquí en cuanto asoma el buen tiempo. Severiano Ballesteros dijo una vez que ningún golfista debería perdérselo.

El carácter desperdigado de las instalaciones hace a la dehesa apetecible no solo para la práctica del golf. Existe un centro hípico o una sede de la Fundación NMAC de arte contemporáneo en la que se exponen obras de Sol Lewitt, Olafur Eliasson, James Turrell, Marina Abramovic y Maurizio Cattelan, entre otros muchos artistas.Todo comenzó como un proyecto personal del empresario gaditano Antonio Blázquez, que cayó por ahí y se enamoró de un árbol. Adquirió la finca, se hizo un cortijo, montó una cuadra para 1.500 caballos, instaló un circuito de quads, una escuela de pilotaje 4<SC199,117>4 bajo la tutela del RACE y otras mil propuestas de multiaventura. El buen dormir, como se supone, importaba menos. El verdor, el frescor, el silencio y el paisaje autóctono compensan sobradamente los déficits del alojamiento.

Esos déficits pueden decepcionar a quienes busquen un hotel al uso, con su buen desayuno, muy por debajo de lo esperado; sus cálidas habitaciones en el termostato, pero no en su interiorismo; sus mullidas almohadas y sedosas sábanas, solo expuestas en las fotos promocionales; sus pulcras zonas comunes, bastante descuidadas; su servicio amable y sonriente, aunque parco en periodos de escasa ocupación, y, lo peor, sin acceso a Internet en ninguno de los dormitorios. Un motivo de queja frecuente en las redes sociales.

La piscina no se ve por ningún lado. Está alejada unos 500 metros, en el club de golf, pero nadie lo advierte. Los pavos reales campan a sus anchas, embellecen la finca, pero molestan de noche con sus sonoros graznidos. Y qué, si por 190 euros el aficionado accede a dos noches y dos días enteros de golf junto a la costa de Cádiz.

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