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El interior del Mont Saint Michel

Estrechas calles y empinadas escaleras en el interior de una de las abadías más conocidas del mundo, patrimonio mundial desde 1979.

Hay dos maneras de llegar al Mont Saint-Michel (Francia), andando o por carretera. La forma más habitual es coger uno de los autobuses gratuitos que se encuentran a disposición de los turistas en los aparcamientos situados a tres kilómetros del monumento. Por 12 euros puedes despreocuparte del coche durante 24 horas.Gema G. García
En 2005 comenzaron importantes obras de rehabilitación en la bahía (la construcción de una nueva presa en el Couesnon, un proceso de desarenado y la eliminación del dique carretera y del aparcamiento), que permitirán, en 2015, que el Mont Saint-Michel vuelva a ser una isla.Gema G. García
Alrededor de tres millones de personas visitan cada año la abadía (unas 20.000 mil al día durante el verano). El tiempo aproximado para recorrer las calles y el monumento es de unas tres horas, aunque si se dedica tiempo a contemplar las espectaculares vistas hacia el Canal de la Mancha, se pueden prolongar mucho más.Gema G. García
Gran parte de los edificios conservan todavía elementos de madera en su estructura, característicos de la arquitectura francesa en el siglo XI.Gema G. García
El monte cuenta con decenas de tiendas de 'souvenirs' que hace casi imposible dar más de tres pasos seguidos, pero esto forma parte también del encanto del Mont Saint Michel.Gema G. García
El islote tiene 960 metros de circunferencia, mientras que el peñasco se eleva a 92 metros de altitud. Las empinadas escaleras requieren un pequeño esfuerzo para llegar hasta la abadía, edificio más alto del promotorio.Gema G. García
El pueblo cuenta con gran número de edificios clasificados como monumentos históricos, pequeños museos y comercios turísticos.Gema G. García
La entrada de acceso a la abadía del Mont Saint Michel cuesta 9 euros (niños gratis). Tras atravesar la sala de Guardias, el visitante sube la escalera del Grand Degré, que da acceso a las terrazas. En la imagen, un grifo que adorna el pasillo de subida a la planta superior de la abadía.Gema G. García
Una niña juega entre las filas de dobles de columnitas que forman parte del claustro, lugar de oración y meditación que permitía moverse entre los diferentes edificios.Gema G. García
Desde el claustro podemos contemplar parte del maravilloso paisaje que rodea la abadía. Estas ventanas que miran hacia el mar debían de haber dado acceso a una sala capitular que nunca fue construida.Gema G. García
La capilla Saint Aubert vista desde la terraza oeste de la abadía.Gema G. García
En el refectorio comían los monjes benedictinos. Las paredes laterales, abiertas con estrechas ventanas invisibles desde la entrada.Gema G. García
Detalle de una de las cuerdas que eran utilizadas para subir la comida de los presos cuando la abadía funcionó como prisión entre 1793 y 1863.Gema G. García
La cripta de gruesos pilares fue elevada a mediados del siglo XV para sostener el coro gótico de la iglesia abacial.Gema G. García
Velas encendidas en el interior de la iglesia de St. Pierre, erigida entre los siglos XI y XV. Situada en la Grand Rue, calle principal que sube a la abadía, en su interior se encuentra la capilla de San Miguel, que guarda una venerada imagen del santo revestida de plata.Gema G. García
Adornada con letras medievales, la sala de los Caballeros fue construida para sustentar el claustro; era también la sala de trabajo y de estudio de los monjes.Gema G. García
Tras visitar la abadía, el recorrido continúa por el exterior de la zona amurallada, donde se encuentra la capilla de Saint Aubert.Gema G. García
Y quizá a modo de despedida, muchos turistas se quitan el calzado y dejan su huella en los lodos que rodean el monumento.Gema G. García
Para terminar la visita nada mejor que dar un largo paseo por los lodos que deja la marea baja.Gema g. García