El abandono de nuestros mayores
Magdalena tiene 87 años y vive en su Motril de nacimiento. La mayor parte de su vida la pasó con Antonio en un pueblo de la costa guipuzcoana. Mujer autónoma, dedicó los últimos años de Antonio, muy enfermo, a su cuidado y acompañamiento. Después se quedó sola. A Magdalena, la soledad la ha venido a buscar y el desasosiego —depresión le dicen hoy— la está devorando. Nos la encontramos como un pajarillo, acurrucada en su nido, con el frigorífico vacío. Hace poco sacó una misiva caducada que le anunciaba que si no daba señales de vida se la retiraría de la lista de espera de su valoración de dep...
Magdalena tiene 87 años y vive en su Motril de nacimiento. La mayor parte de su vida la pasó con Antonio en un pueblo de la costa guipuzcoana. Mujer autónoma, dedicó los últimos años de Antonio, muy enfermo, a su cuidado y acompañamiento. Después se quedó sola. A Magdalena, la soledad la ha venido a buscar y el desasosiego —depresión le dicen hoy— la está devorando. Nos la encontramos como un pajarillo, acurrucada en su nido, con el frigorífico vacío. Hace poco sacó una misiva caducada que le anunciaba que si no daba señales de vida se la retiraría de la lista de espera de su valoración de dependencia. Y así fue.
Cada vez hay más noticias de personas mayores abandonadas a su suerte que aparecen en sus casas tras días, meses y años de ignominia social. Como personas, como sociedad, es algo que no deberíamos permitir que ocurriera.
José Ignacio Ríos Reyes. Pasaia (Gipuzkoa)