Editorial

Valencia se tiñe de rojo

La victoria indiscutible de los socialistas abre la posibilidad de reeditar el Gobierno del Botànic

Ximo Puig, presidente de la Generalitat valenciana, celebra el triunfo del PSPV-PSOE el pasado domingo.Jose Miguel Fernandez de Velasco (GTRES ) (©GTRES )

El triunfo de los socialistas en la Comunidad Valenciana ha sido indiscutible. No hay más que mirar el mapa: donde hace cuatro años lucía el color azul del PP, ahora las tres provincias se tiñen con el rojo del PSPV-PSOE. Los socialistas no ganaban desde 1991, cuando presidía la Generalitat Joan Lerma, padrino político del actual presidente, Ximo Puig. La euforia desatada la noche electoral en el cuartel del PSOE era comprensible, pero hasta el último momento no respiraron aliviados. Porque los socialistas, con 27 diputados, necesitan pactar con Compromís y Unides Podem para reeditar el Gobier...

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El triunfo de los socialistas en la Comunidad Valenciana ha sido indiscutible. No hay más que mirar el mapa: donde hace cuatro años lucía el color azul del PP, ahora las tres provincias se tiñen con el rojo del PSPV-PSOE. Los socialistas no ganaban desde 1991, cuando presidía la Generalitat Joan Lerma, padrino político del actual presidente, Ximo Puig. La euforia desatada la noche electoral en el cuartel del PSOE era comprensible, pero hasta el último momento no respiraron aliviados. Porque los socialistas, con 27 diputados, necesitan pactar con Compromís y Unides Podem para reeditar el Gobierno del Botànic, y estas dos formaciones han perdido dos y cinco diputados. De hecho, la suma de los votos de la izquierda (1.290.000) solo ha superado a la del bloque de la derecha por 40.000 votos. En el caso de las elecciones generales, la izquierda valenciana ha perdido en el cómputo global por 3.500 votos.

La decisión de Puig de adelantar las elecciones autonómicas y hacerlas coincidir con las generales ha sido, sin duda, beneficiosa para su partido, pero no para sus socios. No parece que sea un gran obstáculo para revalidar el único pacto plausible, el del Botànic entre el PSOE, Compromís y también Unides Podem, que ahora quiere entrar en el Gobierno a diferencia de hace cuatro años. Falta por ver si el resultado pasará factura a las relaciones entre Puig y la vicepresidenta, Mónica Oltra, contraria al adelanto electoral. La buena sintonía entre ambos logró dotar de una gran estabilidad al Gobierno. Y habrá que ver cómo encaja un tercer actor en el Ejecutivo.

La derecha ha quedado más fragmentada que nunca, con dos protagonistas reforzados: el Ciudadanos de Toni Cantó —se queda a 40.000 votos del PP—, y Vox, un partido sin cuadros, pero con afán de consolidarse. El único consuelo para la líder del PP, Isabel Bonig, es que saca, porcentualmente, más apoyos que Pablo Casado en España y se mantiene como la primera fuerza del bloque de derechas. No es mucho para el partido que gobernó durante dos décadas en la Comunidad Valenciana con mano de hierro hasta que afloró el óxido de su corrupción.

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