Agua y aceite

En algunos partidos conviven personas acostumbradas a hacer con otras acostumbradas a decir frases que encajen en titulares de prensa

Pablo Iglesias, en un acto en Nalda, La Rioja.DANI GAGO (PODEMOS )

La distancia que hay entre el activismo social de base y la política mitinera es la misma que hay del hecho al dicho. En algunos partidos (ojalá en todos, pero los hay que no tienen ni acción ni discurso) conviven personas acostumbradas a hacer con otras acostumbradas a decir frases que encajen en titulares de prensa. Son agua y aceite, y aunque durante la campaña formen una simbiosis lógica, la mezcla se corta si no se bate bien. Los activistas de base saben que el mundo es complejo y que no hay recetas simples para los problemas enormes a los que se enfrentan, por eso se manejan en lo local ...

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La distancia que hay entre el activismo social de base y la política mitinera es la misma que hay del hecho al dicho. En algunos partidos (ojalá en todos, pero los hay que no tienen ni acción ni discurso) conviven personas acostumbradas a hacer con otras acostumbradas a decir frases que encajen en titulares de prensa. Son agua y aceite, y aunque durante la campaña formen una simbiosis lógica, la mezcla se corta si no se bate bien. Los activistas de base saben que el mundo es complejo y que no hay recetas simples para los problemas enormes a los que se enfrentan, por eso se manejan en lo local y en la prosa del día a día. Los políticos mitineros aspiran a resolver toda la complejidad del cosmos en un eslogan ripioso.

Pocas veces me ha quedado tan clara esta incompatibilidad como ayer en Nalda (La Rioja), donde Pablo Iglesias fue a vender sus recetas para salvar la España vacía, acompañado de personas que sufren las consecuencias del vaciamiento en su vida cotidiana y llevan años luchando contra la propia inercia del mundo. Me resultó muy revelador ver cómo estos últimos vertebraban un discurso directo, claro y conciso, mientras los primeros deshojaban ramilletes de banalidades y generalidades de lo más vacuo y mesiánico.

Nalda, en el camino a Soria desde Logroño, enroscado en una colina típica de las estribaciones de la cordillera Ibérica, era el escenario ideal para que Podemos clavara su pica en ese campo del interior del país que se le resiste tanto. Los ancianos del pueblo, apostados en la terraza del bar Moderno, contemplaban el espectáculo con la sorna típica de las tierras de secano. A ver qué nos cuentan estos listillos que no sepamos, parecían decir con sus medias sonrisas.

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Pablo Iglesias se limitó a repetir el mismo mitin que coloca en todas partes, con su performance sobre los artículos de la Constitución que no se cumplen, aliñado con unas cuantas referencias oportunistas a la España rural sobre los servicios públicos y la conexión a internet. Si en esas frases había un programa contra los efectos de la despoblación, yo no me enteré. Otros candidatos locales se perdieron en cuentos y naderías sobre personas que se fueron de sus pueblos, sin apuntar nada sustancioso.

Edith Pérez, cabeza de lista de Podemos en La Rioja (a la que casi todas las encuestas dejan sin escaño), es una médico rural que ganó las primarias sin haber pasado por el aparato de poder del partido. Su discurso, por tanto, está relativamente limpio de consignas y de cursilería, y por eso dijo cosas interesantes. Habló de la España vacía desde su carne y sus huesos, desde su trabajo y desde su vecindad, y llevó los problemas a ese lugar boscoso donde los eslóganes resbalan. Iglesias solo pudo imponer su mitin a gritos, derribando a golpe de frases hechas todas las sutilezas que Pérez había levantado.

Agua y aceite. Hay que batir muy fuerte para que la mezcla emulsione.

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