Pobreza en las calles

William es un senegalés que se gana la vida llevando el carro de la compra desde la salida de un supermercado hasta el vehículo de los clientes que buenamente le dan una propina. Sus ganancias nunca superan los 20 euros con jornadas de 12 horas de lunes a sábado. A pesar del bajo rendimiento, le ha salido la competencia de otros dos pobres autóctonos: Manuel, un vendedor de boletos solidarios, y Fernando, un parado de larga duración que siempre va con su perro. Usando como única arma su educación y amabilidad, se sortean a los parroquianos del establecimiento para repartirse entre los tres la ...

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William es un senegalés que se gana la vida llevando el carro de la compra desde la salida de un supermercado hasta el vehículo de los clientes que buenamente le dan una propina. Sus ganancias nunca superan los 20 euros con jornadas de 12 horas de lunes a sábado. A pesar del bajo rendimiento, le ha salido la competencia de otros dos pobres autóctonos: Manuel, un vendedor de boletos solidarios, y Fernando, un parado de larga duración que siempre va con su perro. Usando como única arma su educación y amabilidad, se sortean a los parroquianos del establecimiento para repartirse entre los tres la sustanciosa cantidad. No se entiende el odio y la xenofobia cuando un inmigrante y dos ciudadanos españoles, sin una regulación aparente, son capaces de convivir en perfecta armonía. Eso sí, no están libres de las discusiones que son comunes en cualquier “gremio”, bien sea por política o por los colores de su equipo de fútbol.

José Solano Martínez

Cartagena (Murcia)

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