Imitación

La memoria trabaja, vaya si trabaja. Sobre todo en situaciones de estrés, y ser atacado con un cuchillo es una de ellas

Comisaria de los Mossos d'Esquadra de Cornella del Llobregat donde atacó Abdelouahab Tayb. Massimiliano Minocri (EL PAÍS)

Un ciudadano entró en la madrugada del lunes en una comisaría de los Mossos de Cornellà, Barcelona, con un cuchillo en la mano y profiriendo gritos antes de abalanzarse sobre una agente que primero esquivó el ataque y, acto seguido, disparó cuatro veces contra el hombre, muerto en el acto.

Estos son los hechos sin adjetivos; así presentados se hace duro que la agente, ante la amenaza de un cuchillo, decidiese acabar con la vida del asaltante. Los adjetivos, sin embargo, lo cargan todo: el ciudadano era argelino y los gritos se produjeron en árabe. Eso implica un punto de pánico conocido...

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Un ciudadano entró en la madrugada del lunes en una comisaría de los Mossos de Cornellà, Barcelona, con un cuchillo en la mano y profiriendo gritos antes de abalanzarse sobre una agente que primero esquivó el ataque y, acto seguido, disparó cuatro veces contra el hombre, muerto en el acto.

Estos son los hechos sin adjetivos; así presentados se hace duro que la agente, ante la amenaza de un cuchillo, decidiese acabar con la vida del asaltante. Los adjetivos, sin embargo, lo cargan todo: el ciudadano era argelino y los gritos se produjeron en árabe. Eso implica un punto de pánico conocido: se desconoce si vienen más y se desconoce si lleva explosivos adheridos porque se conoce, sobradamente, lo ocurrido en anteriores ocasiones. Un ciudadano argelino sabe lo que ocurre si entra en una comisaría agitando un cuchillo entre gritos a Alá; un ciudadano gallego, con un cuchillo más grande y gritando en su idioma, no tiene tan claro qué ocurrirá con él: le falta hemeroteca. En cualquier caso las consecuencias pueden ser más duras para el primero por la razón de que en ese idioma y en esa religión, con esa y otra armas, se han cometido atentados; a él no le hace falta ser terrorista para ser considerado como tal: basta con que se esfuerce en imitarlo muy bien.

La memoria trabaja, vaya si trabaja. Sobre todo en situaciones de estrés, y ser atacado con un cuchilo es una de ellas. Después, conocidas las circunstancias del atacante (según su exesposa estaba atormentado por ser homosexual), podrá pensarse que fue un tiroteo injusto, que la agente pudo hacer otra cosa, y ahí entra la pericia policial y la preparación psicológica de cada uno; es verdad que después, preservada tu supervivencia y la de tus compañeras, la justicia funciona mejor. Pero el asunto de la supuesta motivación terrorista (quién conoce las motivaciones de los muertos) es fabulosa, porque de ahí se desprende todo un bloque de hielo. ¿Se ha comprobado si Atta atravesaba alguna circunstancia personal parecida para atacar las Torres Gemelas? ¿Pudo ser el 11-S obra de una organización de religiosos atormentados con su sexualidad que encontraron en el World Trade Center, como otros en la bebida, su forma de ajustar las cuentas? ¿Es Alá un McGuffin? Los porqués, en última instancia, pueden llevarnos a estos cuestionamientos ridículos.

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En el caso de Cornellà, el espectáculo íntimo ha sido la espera antes de empezar a colocar las preposiciones y los adjetivos con que rentabilizar el suceso; detrás de la lengua siempre viene la moral. Los Mossos investigan como “hecho aislado” lo que resolvieron como parte de una secuencia.

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