Volverse peligroso

Los mensajes y las conversaciones están llenos de riesgos sangrientos, y ya dejan un reguero de accidentes fatales

Estado del tráfico en la A5, carretera de Extremadura durante el puente de la Constitución y la Inmaculada. JAVIER LÓPEZ

En la carretera nunca debemos tener prisa. El tiempo de los viajes, de largo o corto recorrido, tiene que estar marcado por la cautela. Se nos olvida que somos frágiles, que en un simple despiste está la causa de la mayor parte de los accidentes. Cuando parece que ya hemos convencido a casi todo el mundo para que se ponga el cinturón de seguridad y no consuma ni drogas ni alcohol al volante, aparece un nuevo reto: la tentación de los móviles.

Creemos que los móviles son inofensivos, pero los hemos convertido en una necesidad obsesiva, en un objeto que es un apéndice de nuestras manos y ...

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En la carretera nunca debemos tener prisa. El tiempo de los viajes, de largo o corto recorrido, tiene que estar marcado por la cautela. Se nos olvida que somos frágiles, que en un simple despiste está la causa de la mayor parte de los accidentes. Cuando parece que ya hemos convencido a casi todo el mundo para que se ponga el cinturón de seguridad y no consuma ni drogas ni alcohol al volante, aparece un nuevo reto: la tentación de los móviles.

Creemos que los móviles son inofensivos, pero los hemos convertido en una necesidad obsesiva, en un objeto que es un apéndice de nuestras manos y extensión de nuestros ojos. No podemos dejar de mirarlo a cada rato. Sin embargo, no hay prisa. El mensaje que nos mandan, o las llamadas, pueden esperar todos y cada uno de los kilómetros que tenemos por delante. Nuestro coche es una especie de mastodonte gigantesco y pesado, y nos necesita concentrados en las carreteras y las calles. En la atención y la prudencia se fundamenta nuestra responsabilidad como conductores.

No estamos solos en el asfalto, hay todo tipo de vehículos, hay múltiples señales de tráfico con sus reglas claras, hay peatones, hay ciclistas, o animales del bosque que cruzan sin mirar y nos sorprenden. Está también el clima adverso con su niebla y su lluvia, o el sol que nos ciega. Están la oscuridad y el cansancio, la calzada en mal estado y muchas otras situaciones externas con las que no contamos. El móvil, desde dentro, es ahora el gran verdugo en las carreteras. Los mensajes y las conversaciones están llenos de riesgos sangrientos, y ya dejan un reguero de accidentes fatales. El gesto distraído que juega con las teclas, o responde ansioso a una llamada, nos aleja del instante real de la conducción. Nos lleva al espacio de la estupidez irresponsable que muchas veces se transforma en tragedia.

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¿Te imaginas que los pilotos de avión en pleno aterrizaje mandaran emoticonos a sus grupos de WhatsApp? ¿Te gustaría que en las operaciones a corazón abierto los cirujanos se la pasaran contestando a sus móviles? ¿Te has dado cuenta de lo peligroso que te vuelves cuando conduces con el móvil en la mano? Cuando dejas de pensar en el viaje y te olvidas de que tienes un volante, un embrague, un acelerador y un freno. Cuando dejas de mirar a los espejos retrovisores y te empeñas en ver actualizaciones de la Red, mensajes o comentarios. Cuando te crees tan poderoso, y en total control con tu móvil al volante, que refunfuñas con indignación si te pillan los de tráfico, que velan por tu vida, y te ponen tu merecida multa.

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