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Kiki Hitomi, la artista que hace música para viajar al espacio

La compositora actúa esta noche en sala Sol (Madrid) junto a DJ Firmeza y Followback

Clí Ona

Japón y Jamaica son dos islas. Los dos ejercen una fuerza sin igual en sus contextos: Asia y el Caribe. Sus moldes y comportamientos sociales no tienen nada que ver el uno con el otro y a pesar de la dimensión en la que se han desarrollado durante siglos, toda la distancia geográfica y cultural se acorta cuando la música está sobre la mesa.

A nivel político, las relaciones diplomáticas entre Japón y Jamaica comenzaron en marzo de 1964, dando comienzo a un intercambio que trajo frutos en campos de la ingeniería, la tecnología y la construcción. En términos artísticos y creativos, es el c...

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Japón y Jamaica son dos islas. Los dos ejercen una fuerza sin igual en sus contextos: Asia y el Caribe. Sus moldes y comportamientos sociales no tienen nada que ver el uno con el otro y a pesar de la dimensión en la que se han desarrollado durante siglos, toda la distancia geográfica y cultural se acorta cuando la música está sobre la mesa.

A nivel político, las relaciones diplomáticas entre Japón y Jamaica comenzaron en marzo de 1964, dando comienzo a un intercambio que trajo frutos en campos de la ingeniería, la tecnología y la construcción. En términos artísticos y creativos, es el carisma de cada una de las islas las que las ha hecho complementarse de una forma tan singular durante las últimas décadas.

En la cultura asiática la copia implica actualización, no una ofensa. Ni siquiera se habla de apropiación, sino de una mejora a través de la inspiración, ya que los productos o las creaciones no tienen una conclusión final. No están sujetos a un significado cerrado. Por eso en el universo japonés podemos encontrar pequeños micromundos que nos identifiquen a todos: allí donde los japoneses construyen sus propias versiones (a partir de) todo lo que les fascina como cultura y la globalización se encarga de devolverlo a Occidente o a Estados Unidos en forma de boomerang.

En la cultura asiática la copia implica actualización, no una ofensa. Ni siquiera se habla de apropiación, sino de una mejora a través de la inspiración

Japón es una esponja capaz de absorber cualquier matiz cultural y reinterpretarlo sin que por ello se comprometa su personalidad. Ha pasado con el drum ‘n’ bass, el house, el techno, el footwork, la fascinación por el flamenco o el arte impresionista. En la escena reggae japonesa podemos distinguir la cultura japonesa y viceversa. Así ocurre con cada cosa que deciden personalizar. Jamaica por el contrario es a pesar de sus diminutas dimensiones una de las culturas musicales más influyentes del último siglo: su presencia se puede percibir en la incepción de la música disco, anteriormente en el soul; las técnicas del dub fueron cruciales para el desarrollo de la música de club y ni el Techno ni el Hip Hop hubieran germinado sin su existencia previa.

Jamaica tiene un fuerte carácter polinizador y Japón sabe perfeccionar su propia idea de casi todo. El entendimiento está servido. Y es asombrosamente natural aunque el enfoque vaya concretándose y el zoom aumentando: Kiki Hitomi es una de esas personalidades musicales capaces de exponer esas conexiones de forma más rápida y singular. Podríamos trazar una línea entre el Ringo Oiwake (el single que Johnny Moore and The Skatalites decidieron versionar una vez se dieron cuenta de que sus gustos melódicos tenían mucho que ver con el éxito japonés de Hibari Misora, cantante tradicional del enka) y la intérprete, ex-King Midas Sound junto a The Bug y Roger Robinson. Y esta sería más recta de lo que imaginamos.

“Enka (la música popular japonesa) fue parte de mi infancia y cuando al viajar a UK entré en contacto con el reggae y el dub, me di cuenta de los paralelismos en el tono, el mood cercano y sobre todo la forma de cantar” comenta Hitomi alrededor de la proximidad de las dos músicas populares. “La forma en la que entonan Horace Andy, Garnett Silk o Ken Boothe, cómo expresan sus emociones con su voz, la forma en la que utilizan las técnicas del vibrato y en general como lo hacen todo me hace recordar a cantantes enka como George Yamamoto, Aki Yashiro o Misora Hibari”.

Hitomi dejó Japón en los 90 para mudarse a Londres desconociendo este tipo de similitudes musicales entre su país natal y la cuna del dub, divergencia que marcaría su carrera artística una vez ubicada en la capital británica. “Estoy muy influenciada por lo que pasó en aquella época en Londres, por toda la música bass en general, todo lo experimental que ocurrió desde el jazz al Noise, del garage al grime” comenta recordando sus primeros años en UK.

A día de hoy, Kiki, después de que el proyecto King Midas Sound se disolviera, ejerce una importancia clave para comprender esos lazos musicales entre ambas culturas. Pero lo hace sin sentirse parte de la enorme escena reggae en Japón, allí donde conviven bailarinas de dancehall como Bom Bom o reyes del sound-system como Mighty Crown. De forma natural ambos mundos convergen en la energía y empoderamiento musical de Kiki Hitomi, aunque desde hace un tiempo tenga residencia en Leipzig (Alemania) y su acercamiento al reggae y el dub sea muy personal. De hecho, aclara que “hasta hace poco no sabía de la existencia de aquel cover de los Skatalites”.

Ella llama a lo que podemos escuchar en Karma No Kusari, su primer álbum en solitario, “heavy, bass music enka”. Es su propio mundo, su propia dimensión sonora donde ella desarrolla y retrata su personalidad. El escenario donde de forma inconsciente ha dibujado un homogéneo retrato de la conducción entre las tradiciones musicales de Japón y Jamaica.

Todo ha llegado tras una larga trayectoria artística que ha ido dejando en ella el aprendizaje necesario: desde su primer proyecto Dokkebi Q a su relación con Disrupt en JAHTARI. Sobre Dokkebi Q (propuesta que compartió con Goh Nakada) dice que “fue la primera vez que me tomé la música en serio: la primera vez que me planteé sacar un álbum o cantar enfrente de gente que no estuviera en un karaoke”. Dice recordar la “inocencia” de aquellas canciones y confiesa que “trata de mantener aquellas vibraciones cuando hace música actualmente”.

A pesar de revelar la vigencia que aún hoy mantiene su primera experiencia musical en su forma de crear, admite que la época de King Midas Sound fue “absolutamente esencial”. "Aprendí mucho de todo aquello: como grabar bien mis voces, las diferentes emociones y tonos que puedo crear con ellas, aprendí a escribir y estructurar canciones, a presentarlas en un escenario y adaptarlas a una completa experiencia sonora a través de los subgraves”.

Tras King Midas Sound, Hitomi se marchó de Londres tras 20 años, iniciando una transición vital y musical que está impresa en su nuevo álbum y colaboración con Disrupt (uno de los principales exponentes del digi-dub junto a Tapes y otros productores europeos). Además de un regreso al espíritu original que engancharía a la japonesa a la música, en Karma No Kusari podemos intuir los cambios vitales que han marcado su gestación.

“Después de 20 años en Londres, quería dejar atrás y finalizar ese capítulo de mi vida allí. La idea inicial era moverme a Berlín. Mientras comenzaba el proceso se empezó a gestar el concepto del disco: necesitaba poner mi pasado en orden, poner todos los pensamientos en cajas –al igual que las cosas de mi apartamento– y marcharme. Durante este tiempo estuve en constante contacto con Disrupt a través de correo electrónico donde me mandaba pequeñas ideas y sketches en las que yo grabé mi voz rápidamente. Antes de conocernos en Alemania la vida dio un gracioso giro y me quedé embarazada en Leipzig, algo que obviamente cambió algunas cosas, pero acabamos el álbum juntos y se podría decir que todo ese viaje vital está impreso en este trabajo”. 

La música de Kiki Hitomi es pura energía y singularidad. Es capaz de transmitir una historia rotundamente personal y dibujar a la perfección toda una historia en la que dos culturas confluyen de forma casi inconsciente. Al igual que ella lo ha hecho durante años: casi sin darse cuenta uniendo los cabos que unían Japón y Jamaica y representándolos en canciones como Yellow Story.

En ella conviven ambas personalidades, donde japoneses y jamaicanos pueden verse representados de alguna manera. Ya sea encontrando las similitudes con el litúrgico enka en sus entonaciones o compartiendo con King Tubby o Lee “Scratch” Perry los deseos de viajar al espacio exterior que se intuyen en sus modulaciones, letras y procesos digitales. Y su camino no acabará aquí, ya que está trabajando más que nunca y sus palabras suenan más ambiciosas que nunca: “estamos tratando de juntar los ritmos africanos, el Dub, el Acid, la música Bass y la estética SuperNintendo de los videojuegos de los 90”, mientras habla de sus nuevos proyectos.

Kiki Hitomi actúa esta noche en sala Sol (Madrid) junto a DJ Firmeza y Followback.

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