Cartas al director

Cuestión de educación

Mi madre limpiaba oficinas, mi padre aguantaba golpes de mar. Consiguieron con su impagable esfuerzo dar a sus tres hijos una educación y valores en la vida. No puedo sentirme más orgulloso. Quizá porque en mi profesión también me he visto alguna vez con una fregona en la mano, o porque forma parte de mi manera de ser y así creo que deben hacerse las cosas. Quién sabe. Bajaba por las escaleras que unen ambas plantas del centro comercial, rodeado de desconocidos, en fila de a dos. Una señora de la limpieza acababa de colocar al final del último escalón el letrero de “precaución, superficie moja...

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Mi madre limpiaba oficinas, mi padre aguantaba golpes de mar. Consiguieron con su impagable esfuerzo dar a sus tres hijos una educación y valores en la vida. No puedo sentirme más orgulloso. Quizá porque en mi profesión también me he visto alguna vez con una fregona en la mano, o porque forma parte de mi manera de ser y así creo que deben hacerse las cosas. Quién sabe. Bajaba por las escaleras que unen ambas plantas del centro comercial, rodeado de desconocidos, en fila de a dos. Una señora de la limpieza acababa de colocar al final del último escalón el letrero de “precaución, superficie mojada”, mientras daba los últimos repasos con su fregona. Todos pasaron por delante de ella sin prestar la mínima consideración, como si no existiera, pisando y ensuciando de nuevo el suelo sin importarle su esfuerzo, su trabajo, tan digno como cualquier otro. No pude más que decirle “lo siento mucho, disculpe”, para incredulidad y sonrisa burlona de mis vecinos de escalera. Y mientras me alejaba, fluyó por mi cabeza: ¿a dónde fue a parar nuestra educación?— Óscar Camiño Santos. A Coruña.

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