Tentaciones

Viajamos en jet privado con el Jimi Hendrix del trap

Future salió de las calles y ha conquistado las listas de ventas. Acompañamos al artista que bate récords de Londres a Nueva York y descubrimos lo que verdaderamente quiere ser

¿Cómo me veo de aquí a unos años? Siendo muy rico, tío". Estamos a 10.000 metros de altura, en un jet privado que viaja de Londres a Nueva York y rodeados de un séquito de personas que controlan al milímetro su exposición a los medios, pero a Future todo eso no parece bastarle. Todo en el artista que ha conseguido que el trap —ese subgénero del rap de graves profundos y temática cruda sobre drogas, dinero y sexo— alcance los primeros puestos de las listas de ventas par...

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¿Cómo me veo de aquí a unos años? Siendo muy rico, tío". Estamos a 10.000 metros de altura, en un jet privado que viaja de Londres a Nueva York y rodeados de un séquito de personas que controlan al milímetro su exposición a los medios, pero a Future todo eso no parece bastarle. Todo en el artista que ha conseguido que el trap —ese subgénero del rap de graves profundos y temática cruda sobre drogas, dinero y sexo— alcance los primeros puestos de las listas de ventas parece recordar a los clichés más pasados de rosca de la edad dorada de las estrellas del rock: lujo, adoración del público y una inaccesibilidad que parece más cercana a la de un jefe de estado que a la de un músico. Un día antes, el rapero había presentado en Londres sus dos nuevos discos, publicados con tan solo una semana de diferencia, y había participado en un acto de la firma deportiva Reebok como su nuevo embajador. Con su casi 1'90 de altura, dreadlocks teñidos recogidos en un moño y unas gafas polarizadas siempre puestas, parece como si hubiese nacido predestinado para esa vida de atenciones, giras constantes y cheques repletos de ceros. Pero su camino hasta aquí no ha sido sencillo.

Como muchas de las principales figuras del rap actual, Nayvadius DeMun Wilburn empezó desde abajo. Criado en Kirkwood, uno de los barrios más conflictivos de Atlanta, en su familia y entorno abundaban las historias de cárcel, tráfico de drogas y asesinatos. "No querría que nadie pasase por lo que yo he pasado. Nadie lo ha logrado excepto yo, y por eso doy gracias a Dios todos los días", declaró en una ocasión. Él encontró en el rap su vía de salvación de la calle, y en el auge del trap su billete para alcanzar la condición de superestrella. Porque él, con la falta de modestia típica de los grandes de su género, se ve a sí mismo de esa manera. "Soy una estrella del rock, tío", dice con su tono de voz ronco y esa cadencia en el habla que le ha proporcionado un sonido característico, y que otros artistas como Desiigner han imitado sin disimulo. "Siempre intento encontrar cosas nuevas, no tengo miedo de salir de mi zona de confort", asegura sin que se le puedan ver nunca los ojos, como un jugador de póker que no sabes si se está marcando un farol o si realmente tiene una mano ganadora. Sea un trilero o no, exuda tanta confianza que es difícil no creerle, incluso cuando se compara con los más grandes.

Volvemos 24 horas atrás en el tiempo. Future se presenta ante la prensa con una sudadera que luce con orgullo la foto de Jimi Hendrix tomada por la policía de Toronto en 1969, cuando el guitarrista de Seattle fue arrestado en el aeropuerto de la ciudad canadiense por posesión de heroína y hachís. "Sí, sí, el mugshot", explica cuando le recordamos su asociación con el autor de Purple haze, que ha llegado hasta tal punto que uno de sus dos últimos lanzamientos, HNDRXX, le rinde homenaje. Lo que a algunos les podría parecer una herejía, para él es un vínculo natural. "Siempre hay una conexión, todo conecta con todo", dice a modo de explicación. "Se trata de ser diferente, y de abrazar esa diferencia. Por eso me siento cercano a alguien como él", sentencia.

"El rap todavía tiene que hacerse más popular y generar más dinero. Tiene que hacer dinero como Michael Jackson"

Claro que los tiempos han cambiado del LSD de Hendrix al purple drank de Future, ese combinado de jarabe de codeína y soda del que el músico de Atlanta confiesa abusar, hasta el punto de haber nombrado a dos de sus lanzamientos como Dirty Sprite. También en el concepto de músico. "Me veo a mí mismo tanto como emprendedor que como artista. Sé cómo hacer buenos negocios", explica él sin vacilar, aunque con una concesión: "Eso sí, la música es el foco de mi carrera ahora mismo, así que intento centrarme en eso y no pensar más allá".

Por eso mismo, consciente de que las marcas se acercan a los grandes del rap actual para aprovechar su aura de autenticidad callejera y su alcance global, se ha convertido en imagen de Reebok. "A mí la moda me vino de la calle", contó en el acto que la marca realizó en Londres, donde estaba terminantemente prohibido hacer fotografías. "De estar en la esquina, viendo a los traficantes. De ahí es de donde he tomado mi estilo, porque de ahí es de donde vengo". Quizás allí también aprendió que hay que hacer esperar al cliente, dejarse desear. En el concierto que ofreció en Londres, en un club mucho más pequeño que los estadios en los que suele actuar, apareció con una hora de retraso en el escenario. Lejos de impacientarse, los asistentes le recibieron convertidos en una masa de pantallas iluminadas preparadas para capturar el momento, mientras dos miembros de seguridad situados a ambos lados del escenario vigilaban al público con cara de perro de presa.

Puede que Future venga de las calles, pero el lugar en el que se encuentra ahora mismo es justo el lado opuesto. "El rap es el nuevo pop, tío. Somos pooopstaaarsss", asegura arrastrando la palabra. Para él, solo falta subir un único escalón en este nuevo estado de las cosas. "El rap se tiene que hacer aún más popular y generar más dinero. Cuando empecemos a hacer dinero como el de las estrellas del pop…", dice dejando el final de la frase en el aire. ¿Más dinero todavía, Future? ¿Como Madonna, quizás? "No, dinero como Michael Jackson", asegura con una decisión que asusta. "Y por supuesto que llegaremos a ese punto", remata justo antes de quitarse las gafas por primera vez. Un par de días después los hechos le dan la razón, y se convierte en el primer artista en la historia en conseguir el número 1 en las listas de ventas dos semanas consecutivas con dos discos distintos. Extiende la mano para despedirse y uno sabe que le espera la siguiente ciudad, el siguiente jet, el siguiente millón. Y siempre sin mirar hacia atrás.

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