Gobernar sin partido

El impulso de cambio que transforma los sistemas políticos europeos crea partidos y fragmenta Parlamentos

Emmanuel Macron el domingo pasado en París.Thibault Camus (AP)

El triunfo en las presidenciales francesas de Emmanuele Macron representa la quintaesencia del fracaso de los partidos tradicionales: la victoria del candidato sin partido sobre los candidatos que en las primarias vencieron sin sus aparatos. En un contexto de rechazo a los partidos establecidos, la naturaleza apartidista del movimiento impulsado por Macron seguramente le ha otorgado cierta ventaja. Pero puede convertirse en su principal desafío para gobernar si gana la segunda vuelta.

Primero, porque el poder político es por definición compacto, cualidad que en las democracias represent...

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El triunfo en las presidenciales francesas de Emmanuele Macron representa la quintaesencia del fracaso de los partidos tradicionales: la victoria del candidato sin partido sobre los candidatos que en las primarias vencieron sin sus aparatos. En un contexto de rechazo a los partidos establecidos, la naturaleza apartidista del movimiento impulsado por Macron seguramente le ha otorgado cierta ventaja. Pero puede convertirse en su principal desafío para gobernar si gana la segunda vuelta.

Primero, porque el poder político es por definición compacto, cualidad que en las democracias representativas depende de la unidad y coherencia que los partidos políticos otorgan a las múltiples decisiones que conforman la actividad política. Macron necesitará tiempo para transformar la estructura descentralizada del movimiento En Marche! en una organización que le ayude a vertebrar el poder y, sobre todo, que le permita conseguir una mayoría de apoyos en el Parlamento.

Segundo, un presidente que no controla al legislativo es un presidente débil, especialmente si comparte el poder ejecutivo con el primer ministro, como ocurre en el sistema semipresidencialista francés. En el mejor escenario, tras las próximas legislativas de junio el partido de Macron podría formar un Gobierno en coalición o en minoría y en el peor se abriría un periodo de cohabitación. Pero en todos ellos los pactos serían la norma y pondrían a prueba la capacidad de negociación del partido del presidente para evitar el bloqueo legislativo.

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Tercero, los problemas anteriores son prácticamente inevitables. La creación y consolidación de nuevos partidos políticos requieren tiempo y pasan necesariamente por candidatos fallidos y reequilibrios de poder interno. Y si se pretende una implantación territorial rápida, la integración de la estructura organizativa puede resentirse.

En definitiva, el impulso de cambio que transforma los sistemas políticos europeos crea partidos y fragmenta Parlamentos. Dos condiciones que abren nuevas oportunidades y a su vez hacen más compleja la política, exigiendo dosis de paciencia que escasean entre los votantes. @sandraleon_

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