Columna

Estado

El PP se ha envuelto en la bandera del Estado para regañar a todos los partidos que han votado en contra y amenazar con nuevas elecciones

Iñigo de la Serna en el Congreso de los diputados. Bernardo Perez.

No me refiero a la(s) palabra(s) que describen el ánimo del usuario en las redes sociales, sino al otro. Y, más concretamente, a ciertas expresiones que lo incluyen, como responsabilidad de Estado o sentido del Estado, bellos conceptos que deberían atañernos a todos pero que, últimamente, el Gobierno esgrime como un arma arrojadiza contra toda o una parte de la ciudadanía. Tras una derrota parlamentaria vivida como una tragedia inconcebible —curiosa reacción para un partido que no posee mayoría en la Cámara—, el PP se ha envuelto en la bandera del Estado para regañar a todos los partidos que h...

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No me refiero a la(s) palabra(s) que describen el ánimo del usuario en las redes sociales, sino al otro. Y, más concretamente, a ciertas expresiones que lo incluyen, como responsabilidad de Estado o sentido del Estado, bellos conceptos que deberían atañernos a todos pero que, últimamente, el Gobierno esgrime como un arma arrojadiza contra toda o una parte de la ciudadanía. Tras una derrota parlamentaria vivida como una tragedia inconcebible —curiosa reacción para un partido que no posee mayoría en la Cámara—, el PP se ha envuelto en la bandera del Estado para regañar a todos los partidos que han votado en contra y amenazar con nuevas elecciones. Lo más grave es que sus portavoces culpan ya a los estibadores de la multa que tendremos que pagar todos los españoles, debido a que este Gobierno no sólo no ha sido capaz de negociar un acuerdo satisfactorio con las partes, sino que ni siquiera ha mostrado mucho interés en lograrlo. El sentido del Estado se transfiere así, por tanto, a unos trabajadores que serían culpables de haber luchado por conservar su empleo y su salario, en lugar de irse al paro tan contentos por el bien de todos, excepto de sí mismos y de sus familias. Es un despropósito tan descomunal que hasta me duele escribirlo. Más ridículo resulta todavía que, amparándose en términos como estabilidad y sensatez, el Gobierno advierta que puede convocar nuevas elecciones si su derrota se repite. Pero más absurdo resultaría aún que sus amenazas resultaran efectivas precisamente ahora, cuando su minoría parlamentaria ha quedado en evidencia. Lo más triste es que no me extrañaría que fuera así. Y estoy segura de que nos venderían las nuevas elecciones como un ejercicio de responsabilidad y sentido del Estado.

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