Editorial

Error grave en Cuba

Rajoy persiste en una política nefasta en un país especial para España

El embajador de España en Cuba, Juan Francisco Montalván, en las honras fúnebres del líder cubano Fidel Castro.Ernesto Mastrascusa (EFE)

Mariano Rajoy debería tener presente lo que históricamente ha representado y representa hoy Cuba para España, independientemente de cualquier circunstancia o Gobierno que haya, ya sea en Madrid o en La Habana. Si hubiera valorado debidamente este dato fundamental no habría enviado una representación de segundo nivel a los actos fúnebres de Fidel Castro.

La presencia de don Juan Carlos en la capital cubana no puede ocultar que el Gobierno ha optado por tener una representación que refleja, si no indiferencia, sí una preocupante dejación de sus obligaciones en defensa de los intereses de ...

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Mariano Rajoy debería tener presente lo que históricamente ha representado y representa hoy Cuba para España, independientemente de cualquier circunstancia o Gobierno que haya, ya sea en Madrid o en La Habana. Si hubiera valorado debidamente este dato fundamental no habría enviado una representación de segundo nivel a los actos fúnebres de Fidel Castro.

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La presencia de don Juan Carlos en la capital cubana no puede ocultar que el Gobierno ha optado por tener una representación que refleja, si no indiferencia, sí una preocupante dejación de sus obligaciones en defensa de los intereses de España, algo que en las relaciones con la isla entendió hasta el dictador Francisco Franco.

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El envío como máximo representante del Gobierno español del secretario de Estado de Cooperación y para Iberoamérica, Jesús Gracia, es absolutamente insuficiente. La excusa de que el ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, se encuentra en Portugal acompañando a don Felipe en un viaje oficial sencillamente no es de recibo. Dastis podría haber viajado a La Habana sin restar un ápice de importancia a la visita del Rey a un país aliado y amigo como es Portugal.

Rajoy ha decidido —de nuevo— que España esté en segunda fila en un momento histórico de un lugar cuya prioridad para España prácticamente no tiene parangón en el mundo. Su política respecto a Cuba ha sido desastrosa. La irrelevancia alcanzada por nuestro país en los asuntos y en el futuro de la isla es legítimamente achacable a la incomprensión total que el presidente del Gobierno ha demostrado sobre las relaciones no entre los Gobiernos de los dos países, sino de ambos pueblos durante siglos, particularmente preocupante tratándose de alguien nacido en Galicia.

Un buen ejemplo reciente es lo sucedido desde el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba tras medio siglo de enfrentamiento. Lejos de aprovechar una oportunidad histórica largamente esperada, Rajoy ha dejado que otros países europeos afianzaran sus posiciones en una zona que es de importancia estratégica vital para España. La retórica grandilocuente plagada de lugares comunes a la que ha recurrido Rajoy para explicar el papel que quiere jugar España en la evolución de la isla no sirve de nada a la hora de la verdad. Las relaciones internacionales no son un concurso de buenas intenciones, sino una demostración permanente y efectiva de los intereses de un país. Y esa demostración pasaba necesariamente por el envío a La Habana de alguien que, al menos, se siente en el Consejo de Ministros de España; quizá el propio Rajoy.

Cuba es fundamental para España y esta evidencia no tiene nada que ver con ninguna condena o adhesión al dictador fallecido, quien, por lo demás, tiene una dimensión histórica innegable. Trasladar a esta relación la ambigüedad y la inacción, de las que Rajoy ha hecho su sello personal, constituye no solo un gravísimo error, sino un profundo perjuicio a los intereses de los españoles, los millones de hoy en día y los millones que durante siglos forjaron una relación única a ambos lados del Atlántico. Todos ellos se merecían más en La Habana.

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