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Pobres y tarados gallegos. Esclavos e ignorantes, como nos llamó ayer un escritor

Tres monjas se disponen a votar en un colegio de Santiago de Compostela.OSCAR CORRAL

Una de las cosas más positivas que van a dejar las elecciones en Galicia es la puesta en marcha de seminarios con los que instruirnos a los gallegos sobre cómo debemos votar. Sólo espero que los especialistas que se adentren en esta tierra nublada de aldeas repletas de ancianos que se comunican con las manos sean coachs sofisticados entrenados en la democracia con la misma pasión que en el spinning. De ahí que, a base de sudar, podamos ir a votar con el mismo objetivo que al gimnasio: para estar “satisfechos con nosotros mismos” y gustarle a los demás.

En realidad lo q...

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Una de las cosas más positivas que van a dejar las elecciones en Galicia es la puesta en marcha de seminarios con los que instruirnos a los gallegos sobre cómo debemos votar. Sólo espero que los especialistas que se adentren en esta tierra nublada de aldeas repletas de ancianos que se comunican con las manos sean coachs sofisticados entrenados en la democracia con la misma pasión que en el spinning. De ahí que, a base de sudar, podamos ir a votar con el mismo objetivo que al gimnasio: para estar “satisfechos con nosotros mismos” y gustarle a los demás.

En realidad lo que necesitamos los gallegos (quiénes serán "los gallegos") ya lo interpretaron muy bien aquellos pocos pero entusiastas ciudadanos del resto de España a los que, en medio del naufragio del Prestige, no se les ocurrió otra cosa que mandar arroz. Al principio no sabíamos si querían que nos empezásemos a casar. Cuando supimos que era para alimentarnos hubo que esconder a los niños no los fueran a apadrinar; de repente nadie quiso verse obligado a mandar cada año un dibujo a Alicante y una foto del chaval con los avances.

Pobres y tarados gallegos. Esclavos e ignorantes, como dijo ayer un escritor antes de pedir disculpas que le honran y después, sospecho, de reparar en que él es gallego y diputado elegido por gallegos para representarnos en Madrid; a Valle-Inclán le hubiera explotado la cabeza. Es ese ejercicio que va entre el rencor y la condescendencia, cuando no el tutelaje. Se detecta no sólo en políticos incapaces de comprender que haya un ser humano sobre la tierra que vote a la derecha, pues cuando sucede automáticamente la democracia se debilita, sino en la derecha cuqui que ante la falta de ortografía o la mala dicción de un Pepe ya es Pepiño, pero si “don Amancio” se come a un niño vivo salen corriendo, con la fregona, a decir que el niño no era muy guapo.

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Complejos: los de aquí y los de allá. De los viejos no deben enamorarse de Castelao a los viejos no deben votar, porque les va a explicar un chico de 20 años de qué va la democracia. Va de como todo: de hacer lo mismo que yo, "con independencia", que es también cómo hay que escribir, cómo hay que comer, cómo hay que querer y cómo hay, resumiendo, que vivir. Que eso también tiene que aprenderse, no vaya a ser que se esté viviendo mal y no se vote con claridad. Y si en lugar de vivir como gallegos vivimos como madrileños quizás consigamos, en nuestra comunidad, que ganen los buenos.

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