Editorial

Lecciones austriacas

La derrota del partido socialdemócrata y la posterior dimisión del canciller alertan sobre el riesgo de hacer concesiones al populismo de extrema derecha

El canciller Werner Faymann, tras renunciar a la jefatura del Gobierno. CHRISTIAN BRUNA (EFE)

El canciller federal de Austria y presidente del Partido Socialdemócrata (SPÖ) se convirtió ayer en la víctima política de mayor relieve —por el momento— de la crisis de los refugiados. Warner Fayman dimitió como jefe del Gobierno y del partido por la debacle electoral sufrida en la primera vuelta de las presidenciales, en la que apenas obtuvo el 11% de los votos. La coherencia de este acto de responsabilidad no debe ocultar la gravedad de la situación. En el Día de Europa, lo ocurrido en Austria es un mensaje para otros dirigentes europeos que pueden caer en la tentación de sacrificar sus ide...

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El canciller federal de Austria y presidente del Partido Socialdemócrata (SPÖ) se convirtió ayer en la víctima política de mayor relieve —por el momento— de la crisis de los refugiados. Warner Fayman dimitió como jefe del Gobierno y del partido por la debacle electoral sufrida en la primera vuelta de las presidenciales, en la que apenas obtuvo el 11% de los votos. La coherencia de este acto de responsabilidad no debe ocultar la gravedad de la situación. En el Día de Europa, lo ocurrido en Austria es un mensaje para otros dirigentes europeos que pueden caer en la tentación de sacrificar sus idearios y los principios fundacionales de la UE por temor a perder terreno frente al populismo de extrema derecha.

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Al comienzo de la crisis de los refugiados, Austria se alineó con la política de apertura e integración liderada por la canciller alemana Angela Merkel. Sin embargo, meses después el Gobierno protagonizó un giro inesperado hacia las posiciones más duras ante la llegada de refugiados. Se sumó al cierre de fronteras y estableció limitaciones a la política de asilo. El viraje fue resultado de la presión del socio de Gobierno, el democristiano ÖVP, y del temor a la competencia del partido ultranacionalista de Norbert Hofer.

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Ahora paga las consecuencias. El cambio de posición no ha servido para disminuir los apoyos al populismo ultraderechista y, en cambio, le ha enajenado la confianza de buena parte del electorado progresista, que ha visto en el cambio de postura una traición a los principios del partido. El ultraderechista Hofer ha ganado la primera vuelta con el 35,3% de los votos, seguido del ecologista Alexander Van der Bellen, que ha obtenido el 21,3%. Los dos socios de Gobierno apenas han sumado el 22%. Con esta derrota no solo cae la gran coalición que ha dado estabilidad al Gobierno desde 2008, sino el sistema de alternancia que regía el país desde la II Guerra Mundial. El terremoto político que ha sacudido Austria deja un par de lecciones: los problemas están ahí, y no se pueden ignorar; y hacer concesiones al populismo xenófobo, adoptando parte de sus postulados, no sirve para pararle los pies, sino más bien para legitimar su discurso.

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