Ser útil

Detrás del triunfo del autoritarismo violento solo hay desinformación

Todo periodista se pregunta si está siendo justo y si está siendo útil cuando trata un asunto. Cuestionarse el modo en que se ofrecen las noticias para consumo tiene su importancia. A menudo, hablamos del efecto contagio sin entender muy bien qué significa. El crimen se ha adueñado de la escena periodística y la trama ficticia, tratado como un estallido sin raíces ni contexto. El hecho de que en los días inmediatamente posteriores a los atentados de Bruselas dos desequilibrados mentales, según descripción facultativa, protagonizaran la toma a punta de pistola de un avión en Egipto y los dispar...

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Todo periodista se pregunta si está siendo justo y si está siendo útil cuando trata un asunto. Cuestionarse el modo en que se ofrecen las noticias para consumo tiene su importancia. A menudo, hablamos del efecto contagio sin entender muy bien qué significa. El crimen se ha adueñado de la escena periodística y la trama ficticia, tratado como un estallido sin raíces ni contexto. El hecho de que en los días inmediatamente posteriores a los atentados de Bruselas dos desequilibrados mentales, según descripción facultativa, protagonizaran la toma a punta de pistola de un avión en Egipto y los disparos sin finalidad aparente en la sala de visitas de la Casa Blanca, debería hacernos pensar. Fueron reacciones espontáneas y sus vacuos protagonistas se sintieron atraídos por la fabricación de histeria colectiva y el perfil informativo de la violencia como reclamo de titular, relevancia personal y metáfora de audacia.

Hace mucho tiempo que la prensa oscila entre refocilarse en la frivolidad del mundo de las apariencias y la grandilocuencia de querer resolver si el mundo se va al carajo mañana o pasado mañana. Que los fascismos y las dictaduras se adueñen de las soluciones a los conflictos complejos quiere decir que estamos contándole muy mal a la gente lo que sucede, reduciéndolo a un esquema tan primario que ofrece soluciones drásticas. Fueron ultraderechistas los que irrumpieron con autoridad en la manifestación contra el miedo que se desconvocó en Bruselas tras los atentados. Igual que fueron ultraderechistas los que atacaron la mezquita madrileña, imbuidos de autoridad ante la idea de pasividad que mancha el resto de actitudes. Y no hace falta contarles a los alemanes, holandeses, daneses, quiénes se han hecho fuertes a costa de la gestión imposible de los refugiados sirios. También los extremistas y xenófobos.

Detrás del triunfo del autoritarismo violento solo hay desinformación. Al oportunismo se le concede espacio cuando se induce y bendice la ignorancia. Quizá no dar la relevancia ecuánime al brutal atentado de Pakistán días después del de Bruselas, ni informar con esmero sobre los muertos por terrorismo que padecen cada día las grandes poblaciones de Irak o Afganistán, lleva a los europeos a pensar que son el centro de un mundo amenazado. La misma estadística estúpida que domina una ficción y un periodismo que se ha rendido al imperio de las armas sobre el pensamiento. La reducción de lo complejo a simple es siempre una amenaza para la convivencia. He ahí donde debemos refrenar lo viral, lo sintético y lo reduccionista para ofrecer lo complejo, lo poliédrico, lo inabarcable. ¿Estamos siendo justos, estamos siendo útiles?

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